Siempre pensé que el ascenso de The Strokes no era debido a su calidad sino a la falta de grandes nombres y promesas con la que encarábamos el cambio de siglo y milenio e, irónicamente, el tiempo me ha dado la razón ya que aquello se desinfló en apenas dos discos y su carrera pronto se volvió tan aburrida como insípida; cuesta abajo y sin frenos, con Casablancas aferrándose al horterismo y el grupo zozobrando, sin rumbo fijo, y grabando álbumes cada vez más y más flojos. Podríamos afirmar que fueron las tensiones internas, las adicciones y la presión o, simplemente, ser honestos y admitir que de donde no hay no se puede sacar y The Strokes eran un grupo divertido de sala, nunca deberían haber encabezado un festival o, en sus propias giras, haber dado el salto a recintos con mayor capacidad en donde su propuesta se quedaba demasiado pequeña y tristemente contemplábamos que el grupo no daba más de sí; no podíamos pretender que el chiste que funciona en petit comité valiese delante de cincuenta mil personas en un festival pero, claro, aún así había críticos que creían estar viendo al mejor grupo neoyorquino del siglo y esperaban un nuevo disco que les hiciese vengarse de todos aquellos que mirábamos de soslayo y con desgana la carrera del grupo de Casablancas y Hammond. ¿Qué mató a The Strokes? Su mediocridad, su desgana, su falta de orientación y compromiso a la hora de componer y grabar grandes discos que confirmasen su supuesta leyenda y perdurasen en nuestra memoria.
Treinta y seis minutos, tan sólo diez canciones, pero, a pesar de ello, "Momentary Masters" suena más sólido y con más fuerza que los últimos dos discos de The Strokes. No es que "Born Slippy" (que no guarda relación alguna con el ya clásico de Underworld) sea una maravilla pero, por lo menos, suena más fresca que cualquier canción del famoso grupo o Julian Casablancas en solitario. No hay nada nuevo en ella, las guitarras de Hammond dominan la mezcla y su clásico sonido es reconocible desde el primer golpe de delay, su voz parece haberse encontrado, se le siente con mayor confianza. Albert Hammond Jr. huye de la madurez y rehusa siquiera mentarla en sus entrevistas pero es imposible no admitir que se le percibe más seguro de sí mismo y sus composiciones han crecido. "Power Hungry" con un bajo redondo y trotón al comienzo, nos recordará ligeramente a lo que fueron los Arctic Monkeys cuando se encendían las luces del bar y uno volvía a casa de madrugada, mucho antes siquiera de haberse ido al Rancho De La Luna y haber conocido a Homme. Pero no es el único regusto a Alex Turner porque "Caught by My Shadow" suena exactamente como una de sus canciones y nos hace sonreír como hacía muchos Arctic Monkeys y The Strokes que no disfrutábamos lo que nos lleva a la siguiente pregunta, ¿Qué es lo que se están perdiendo los neoyorquinos dejando que Hammond firme estas canciones en solitario y no bajo el nombre de su famoso grupo? No hay ni una sola canción de "Angles" (2011) o "Comedown Machine" (2013) comparable a cualquiera de las de este "Momentary Masters". Se agradece la suavidad de "Coming to Getcha" que, sin embargo, se despereza en el estribillo de manera soberbia; "It happens in a space no word has entered. Over my shoulder I scream over and over, she say's in dreams you are never 80. A 1000 doors a 1000 different memories" y entendemos la influencia de Carl Sagan que tanto ha citado Hammond.
Pero quizá, el gran número de este disco es "Losing Touch" (sin olvidar la energía de "Caught by My Shadow") en la que nos encontramos a un Albert Hammond Jr. disculpándose y sonando sincero, cantando una canción que suena y se siente como un paso en firme al frente pero en la que, por mucho que nos duela contradecirle; no ha perdido la gracia, es tan sólo que The Strokes han muerto antes de tiempo y él debería seguir componiendo estas canciones, es brillante.
Como curiosidad, la inclusión de "Don't Think Twice" que no deja de ser diferente por su tratamiento y ello se agradece. ¿Una versión de Dylan? Sí y, aunque lo hayamos leído en mil ocasiones, encaja a la perfección dentro de "Momentary Masters". ¿Es la mejor versión que he escuchado de Dylan o de la canción en particular? No, por supuesto que no pero tampoco creo que Hammond pretendiese grabar la versión definitiva y sí darle sentido dentro de su propio álbum. "Razor's Edge" nos devuelve a los Strokes del comienzo, aquellos que sonaban más urgentes y dinámicos que el resto de compañeros de promoción, no deja de ser una canción menor dentro de "Momentary Masters" pero es disfrutable por la urgencia de sus guitarras y cómo se desenvuelven en el desarrollo central, ese puntito de saturación en la voz, el bajo machacón y la pegadiza melodía. Algo parecido ocurre con la magnífica "Touché" que funciona perfectamente gracias a una de las mejores letras de todo el disco; "Died 7 times before we could agree. Now that we're not perfect we have to be good" y es que ese "Ahora que no somos perfectos, tenemos que ser buenos" que suena como un deber resuena a lo largo y ancho de todo el disco, así como la sobriedad de Hammond tras cuatro años de no probar droga alguna cuando su dieta diaria eran varias dosis intravenosas de cocaína, heroína y ketamina una vez cada hora.
"Drunched in Crumbs" nos confirma lo que venimos sintiendo según vamos escuchando el álbum y es que "Momentary Masters", muy al revés de la gran mayoría de discos que se publican en nuestros días, se va acelerando de manera alarmante según se acerca al final, escucharlo es lo más parecido a estar en un concierto; un comienzo tibio que, poco a poco, va tomando fuerza hasta acabar como una fiesta. "Drunched in Crumbs" es vibrante y suena vital con fortísimos guitarrazos y una solista siguiendo la línea vocal de Hammond, como el broche final con la rapidísima "Side Boob" en la que el bombo coge especial protagonismo y coge velocidad hasta hacernos rejuvenecer diez o quince años a todos.
¿Cómo es posible que The Strokes hayan dejado escapar estas canciones? Lo peor de todo es que seguramente, ni a Casablancas, Valensi, Fraiture o Moretti les importe lo más mínimo y estén bostezando desde algún rincón de la gran manzana mientras Albert Hammond Jr. se la come a bocados y publica un disco estupendo que lo trae de nuevo a la vida y entierra un poquito más hondo, si cabe, a sus antiguos compañeros. ¿Quién quiere a The Strokes cuando tenemos a Hammond?
© 2015 Jim Tonic