SETLIST: Things Have Changed/ She Belongs to Me/ Beyond Here Lies Nothin'/ Workingman's Blues #2/ Duquesne Whistle/ Waiting for You/ Pay in Blood/ Tangled Up in Blue/ Full Moon and Empty Arms (Frank Sinatra)/ High Water (For Charley Patton)/ Simple Twist of Fate/ Early Roman Kings/ Forgetful Heart/ Spirit on the Water/ Scarlet Town/ Soon After Midnight/ Long and Wasted Years/ Autumn Leaves (Yves Montand)/ Blowin' in the Wind/ Love Sick/
Soy la vergüenza de los dylanitas (esos fanáticos que siguen al de Duluth y creen en sus palabras como si de una religión se tratase) y, sin embargo, poca gente de mi alrededor entiende mi obsesión con sus canciones. Le he visto en directo en diez ocasiones; lo que, sin duda, es demasiado para muchos pero siempre será poco para todos aquellos que le persiguen de ciudad en ciudad, de país en país. ¿Y se puede justificar de alguna manera esta forma de entender esa interminable gira en la que lleva enfrascado desde julio de 1988? Desde luego que no con la razón. Dylan es un músico vivo e impredecible en cada movimiento; desde sus comienzos en Greenwich Village, pasando por su electrificación en Newport, su negativa a participar en Woodstock, su conversión al cristianismo, sus erráticos primeros años noventa, su actuación frente al Papa o su colaboración en un anuncio de lencería para Victoria's Secret (por no hablar de sus escarceos en el cine), en definitiva; Bob Dylan disfruta haciendo lo que le viene en gana en todo momento -sin tener que justificarse ante nada ni nadie- y le gusta jugar al despiste. Sus conciertos, habitualmente, suelen ser diferentes, cambia el orden de las canciones, el repertorio y disfruta con un sadismo atroz modificando la rima, los compases, el acompañamiento e incluso la letra de sus temás más emblemáticos para suplicio y muchas veces quebradero de cabeza de incluso sus más acérrimos. Y esa forma de entender sus conciertos es la que los convierte en algo único, por eso no deja de sorprenderme que para esta ocasión (si analizamos todos, absolutamente todos, los últimos repertorios) veremos pocos cambios y, como mucho, alguno que otro en la canción que interpreta de Sinatra ("I'm a Fool to Want You" por "Full Moon and Empty Arms") o los más significativos que hace unos días realizó en su gira alemana cuando incorporó "Sad Songs and Waltzes" de Willie Nelson, "Tweedle Dee And Tweedle Dum", "A Hard Rain's A-Gonna Fall" "Ballad of a Thin Man" y "All Along the Watchtower" para cerrar en Zollhafen o las joyas que son "Blind Willie McTell" y "Desolation Row", pasando por "Shelter From The Storm", en Sparkassen. Pero todo tiene su precio y si cierra con "Watchtower" te pierdes "Blowin In The Wind" o la desoladora "Love Sick", así que podríamos justificar a todos aquellos que, dentro de sus posibilidades, le siguen en la carretera con tal de ser testigos de estas joyas.
Por otra parte, sus conciertos son difíciles, vamos a decirlo sin miedo. Es realmente jodido para el público medio enfrentarse al repertorio de un titán continuamente nominado al premio noble cuya carrera abarca más de cinco décadas y disfruta versionando sus temas favoritos (sean de amigos o populares y rurales), además de deformando su propio cancionero a su antojo. Aquellos que se esperan ver al "hombre delgado" vestido de negro, pelo ensortijado y Ray-Ban Wayfarer, con armónica colgada al cuello y rasgando una guitarra acústica Martin se encontrarán a un septuagenario gruñón con voz rasgada y oxidada que se centrará en su obra mas reciente. Pero, ¿saben lo mejor? A cambio estarán viendo a un músico como quedan pocos; a un artista que no les va a engañar haciéndoles creer que puede bailar "Midnight Rambler" mejor que en el 69 (como sí hace Jagger), disfrazarse de colegial y tirarse al suelo mientras rasga "Back In Black" como si tuviese veinticinco años o llegar a ese éxtasis político de Bono cuando canta "Sunday Bloody Sunday" por millonésima vez porque, por suerte, el Dylan de los últimos dieciocho años es el mejor Dylan de las últimas tres décadas y así (estando él mismo, por una vez, de acuerdo con crítica y público) centrará sus conciertos en sus últimos álbumes como una unidad, esa que se compone de "Love And Theft" (2001), "Modern Times" (2006), "Together Through Life" (2009) y "Tempest" (2012) porque sólo aquellos que no le conocen podrían entender que los divertimentos de "Christmas in the Heart" (2009) o "Shadows in the Night" (2015) significan algo más que eso. Todavía me río cuando recuerdo alguna crítica en la que el plumilla -sin duda muy sesudo y tremendamente entendido en la obra de Sinatra-, llegaba finalmente a la conclusión de que Dylan había fracasado intentando emular a la voz de éste, triste pero cierto…
Así, tras una soberbia actuación de Los Lobos en Madrid, ambos conciertos comenzaron con la oscarizada "Things Have Changed" que precisamente sirve de visagra entre el glorioso retorno que supuso "Time Out Of Mind" (1997) y el comienzo de esta última etapa con "Love And Theft" (2001). Charlie Sexton y Stu Kimbal a las guitarras, Donnie Herron con el Pedal y el Lap steel, violines, banjo y arreglos, George Receli en la batería y el simpático y sempiterno Tony Garnier al bajo y contrabajo. El escenario es sencillo; un telón y varios focos sobre los músicos y la principal novedad (respecto a pasadas giras) es que Dylan abandona el lateral derecho, parapetado tras su teclado, y ocupa de nuevo la parte central del escenario, entre cuatro micrófonos (dos cromados estilo años cincuenta y uno para armónica, ocupando el lugar del clásico Bullet verde). "Things Have Changed" ha sufrido una transformación, por supuesto que poco o nada tiene que ver con la original pero es sencillo seguir su letra, esa en la que el protagonista ha envejecido y su visión, antes optimista y juvenil en "The Times They Are a-Changin'", da paso a una más irónica y de vuelta de todo; "antes solía preocuparme pero ahora, ahora las cosas han cambiado" canta Dylan en Zaragoza y Madrid ante un público de diferentes edades (en Zaragoza la gente le recibe con un clamor pero en Madrid es una tormenta que hace presagiar una noche de entrega por parte de un público que aprovechará cada gesto, por mínimo que sea, para suspirar, aplaudir o aullar). Una de las pocas concesiones al pasado con "She Belongs To Me" de su "Bring It All Back Home" (1965) y, aunque a muchos les coge desprevenidos, en cuanto entona el célebre comienzo; "She’s got everything she needs. She’s an artist, she don’t look back" se escuchan los primeros aplausos. Esta vez, Dylan lo ha puesto fácil.
Acto seguido y sin respiro, nos vamos a los Estados Unidos más profundos, al sur, a la frontera y el bajo de Garnier retumba mientras Receli coge más fuerza y las guitarras suenan mestizas en "Beyond Here Lies Nothin'" de su "Together Through Life". Precisamente el sonido de las guitarras en este tema y en muchos de lo más reciente de su discografía siempre me han recordado a la magnífica labor de Marc Ribot con Tom Waits. La voz de Dylan parece sentirse mucho más cómoda en las canciones más actuales y brilla con firmeza y de manera bronca; "I love you pretty baby. You're the only love I've ever known. Just as long as you stay with me, the whole world is my throne", menos musculosa que "Cold Irons Bound" de "Time Out Of Mind" pero igual de contundente en directo. "Workingman's Blues #2" nos lleva a "Modern Times", una auténtica joya que coge despistados a muchos y, sin embargo, es seguida por gran parte del público, suena auténticamente sentimental y emocional, grande. "Duquesne Whistle", sin embargo, es más ligera gracias a su ritmo saltarín, con Dylan al piano de cola (abandonando todo protagonismo e integrándose como uno más), algo que me sorprende es que parece disfrutar muchísimo más cuando está sentado al piano, lejos de toda presión y se relaja, marca el ritmo con los pies, juega con ellos cuando no pisa un pedal y guía al grupo con su mirada y levantando la barbilla para indicar cuando cambia o acaba, algo que hace años era su seña de identidad; su manera hosca de tocar la guitarra y no avisar a nadie para consternación de sus propios músicos que aseguraban tener que mirar el dorso de su mano para intuir cuando cambiaba de acorde. La sorpresa, para mí es "Waiting For You" (canción de una película tan poco conocida como "Divine Secrets of the Ya-Ya Sisterhood" del 2002) y que con sus aires de ranchera aliviará ligeramente la carga del concierto antes de devolvernos a una de las más oscuras, "Pay In Blood" de "Tempest", en la que el protagonista pagará la deuda con sangre pero no la suya, una de las mejores del álbum y todo un acierto en directo, con ese banjo y sonido épico a medio oeste americano.
Segunda concesión, "Tangled Up In Blue" del celebérrimo "Blood On The Tracks" del 75 que, lógicamente, es aclamada por todos aquellos sedientos de clásicos que han perdido el hilo durante las últimas cinco. La elegida para cerrar la primera parte del concierto será "Full Moon and Empty Arms" de Sinatra con la que se despide (hay que tener valor para hacer una versión de Sinatra pero es que las lleva a su terreno, las transforma, las da la vuelta y del revés, "dylanizadas" suenan emocionantes en su voz quejumbrosa) y, por fin, podremos escucharle dirigirse al respetable anunciando de manera escueta un descanso de veinte minutos que pasan en un santiamén para volver volver con la polvorienta "High Water (For Charley Patton)", quizá la que mejor define el leitmotiv del álbum "Love And Theft" y la preciosa "Simple Twist of Fate" (como "Tangled Up in Blue", también de su "Blood On The Tracks", curioso). En "Early Roman Kings" suena como Muddy Waters pero… ¡un momento porque el estribillo es tan denso en su fraseo que le falta susurrar… "that's evil, evil", con esas tintineantes notas de piano, como haría el enorme Howlin' Wolf. "Forgetful Heart" de "Together Through Life" es quizá la más delicada de todo el nuevo repertorio con la ayuda del violín de Donnie y una interpretación de Dylan mucho más cristalina, con infinito cuidado en la pronunciación de cada palabra; espectacular. "Spirit On The Water" es mucho más leve y feliz en comparación con "Scarlet Town" que, por ejemplo, adquiere más oscuridad en directo si la comparamos con el disco, las texturas son estupendas; dos guitarras, el contrabajo de Tony y el banjo de Donnie. "Soon After Midnight" se convierte en una nana romántica y delicada con punteo de la melodía de "Blue Moon" de Richard Rogers y Lorenz Hart a cargo de Charlie Sexton como "Long And Wasted Years" (ambas de "Tempest") parece renacer con cada estrofa gracias a sus guitarras y el entusiasmos del propio Dylan. Para cerrar, arreglos de Steel y una bonita versión de Yves Montand, la archifamosa; "Autumn Leaves" con toda la pista siendo invadida por una marea humana que no ha aguantado más tiempo sentada y se acerca para ver a Dylan a un palmo, una auténtica leyenda viviente que ha trascendido el ámbito puramente musical para ser parte del siglo veinte.
Abandona el escenario sin mediar palabra, es así; lo tomas o lo dejas y regresa para interpretar una casi irreconocible "Blowin' in the Wind" sentado en su piano de cola (seguida como un salmo por todos y cada uno de los allí presentes) y una tremenda, intensa y aguerrida versión de "Love Sick" que electriza a las primeras filas mientras él parece escupir; "I'm sick of love that I'm in the thick of it… This kind of love, I'm so sick of it." y es que esa canción parece tomar más y más sentido según va cumpliendo años y retorcerse sobre sí misma y su mensaje "cuando desea no haberla conocido jamás y admite estar enfermo y harto del amor, de ese amor". Una tormenta de aplausos, dos segundos de mirada gélida a las primeras filas -como si pasase lista desde la palestra- y abandona el escenario en plena oscuridad, esta vez sí; para no volver. Muchos no lo saben pero mientras le piden una canción más y el recinto permanece aún a oscuras, un monovolumen se abre paso a toda velocidad por las calles de Madrid dejando atrás otro concierto, enfrascado en esa gira interminable con la que Dylan pretende acabar su vida sobre los escenarios, como esos juglares y bluesman del camino con los que él mismo ha fantaseado en más de una ocasión porque para un verdadero artista, con mayúsculas como él, no hay otro destino. Sencillamente histórico pero sin concesiones, muy a lo Dylan.
Abandona el escenario sin mediar palabra, es así; lo tomas o lo dejas y regresa para interpretar una casi irreconocible "Blowin' in the Wind" sentado en su piano de cola (seguida como un salmo por todos y cada uno de los allí presentes) y una tremenda, intensa y aguerrida versión de "Love Sick" que electriza a las primeras filas mientras él parece escupir; "I'm sick of love that I'm in the thick of it… This kind of love, I'm so sick of it." y es que esa canción parece tomar más y más sentido según va cumpliendo años y retorcerse sobre sí misma y su mensaje "cuando desea no haberla conocido jamás y admite estar enfermo y harto del amor, de ese amor". Una tormenta de aplausos, dos segundos de mirada gélida a las primeras filas -como si pasase lista desde la palestra- y abandona el escenario en plena oscuridad, esta vez sí; para no volver. Muchos no lo saben pero mientras le piden una canción más y el recinto permanece aún a oscuras, un monovolumen se abre paso a toda velocidad por las calles de Madrid dejando atrás otro concierto, enfrascado en esa gira interminable con la que Dylan pretende acabar su vida sobre los escenarios, como esos juglares y bluesman del camino con los que él mismo ha fantaseado en más de una ocasión porque para un verdadero artista, con mayúsculas como él, no hay otro destino. Sencillamente histórico pero sin concesiones, muy a lo Dylan.
© 2015 Jim Tonic
Fotos de Barcelona de © Ferrán Sendra
Fotos de Barcelona de © Ferrán Sendra