Todos nos hacemos mayores pero si alguien me hubiese dicho que The Darkness dejarían de ser un grupo divertido para tomarse su propia propuesta en serio me habría descolocado como al que más y no lo habría terminado de entender sino fuese por todo ese tipo de tópicos que todo crítico ha de escribir, por lo menos, media centena de veces cada mes; han madurado y es un disco de varias escuchas. Pero con The Darkness me cuesta asumirlo especialmente porque siempre les he tenido mucho cariño desde que pudiese verles, por primera vez, en su primera gira. Y no, no se trata de la típica crítica en la que yo estaba antes que vosotros y por ello todo lo que digo está escrito en piedra y los seguidores más veteranos tenemos la razón ante el resto porque el grupo de Justin Hawkins es todavía demasiado joven como para presumir de galones en sus filas y haber tenido una carrera tan accidentada. Vayamos poco a poco para intentar entender este "Last Of Our Kind". "Permission to Land" (2003) fue vapuleado por toda la crítica especializada; esa con tan poco sentido del humor y tan cerrada de miras que fue incapaz de digerir la excesiva propuesta del grupo y aseguraban que eran un "hype" mientras los músicos colgaban el cartel de "todo vendido" en cada actuación y Justin reinaba por todo lo alto con sus monos, su histrionismo y sus imponentes falsetes. "One Way Ticket to Hell... and Back" (2005) redondeaba su propuesta y, aunque lógicamente menos resultón que el anterior, contenía grandes canciones pero, claro, también fue vapuleado por la crítica que, de nuevo, no veía con buenos ojos al grupo y, sin embargo, ahora ensalzaba "Permission to Land", el mundo es complicado cuando uno no ve más allá del teclado en el que escribe… Pero es cierto que "One Way Ticket to Hell... and Back" supuso un buen fiasco para el grupo en cuanto a ventas y respuesta de su público. Eso sumado a las adicciones de Justin y las lógicas tensiones internas acabaron con su salida y proyectos como Stone Gods o Hot Legs. Y, cuando ya creíamos que The Darkness habían muerto, firmaron un disco como "Hot Cakes" (2011) que, por mucho que disguste a algunos, es un regreso por la puerta grande y quizá, sólo quizá, sea su disco más sólido y equilibrado hasta el momento y con permiso, nunca mejor dicho, de "Permission To Land" y sus maravillosos singles o la innecesaria versión de Radiohead. ¿Y la gira de "Hot Cakes"? Pues una maravilla, en plena forma y dejándose la piel en el escenario, como siempre.
Y ahora llega "Last Of Our Kind" con uno sonido auténticamente imponente, responsabilidad de Dan Hawkins y la grabación en su propio estudio casero en Irlanda pero sin esa chispa propia del grupo. Mientras en "Hot Cakes" sonaban tórridos y lúbricos con canciones redondas, en "Last Of Our Kind" suenan más… ¿adultos, serios, sobrios? "Barbarians" abre de manera brutal el álbum, es la típica canción que, quizá por temática, nunca esperarías en The Darkness pero ahí están sus riffs, la batería de estadio y el estribillo con Hawkins subiendo a notas imposibles, como siempre, pero que ésta sea la más divertida del disco dice mucho de él. En "Open Fire", quizá una de las más redondas, puro hard rock, cuesta reconocer la voz de Justin en un tono tan grave pero le sienta igualmente bien y la canción es pura dinamita aunque en vez de Dan Hawkins me imagine a Billy Duffy con su Gretsch Falcon en mitad de la gira del "Love" (1985) de The Cult. Aún así, el estribillo es demasiado brillante para Ian Astbury aunque Hawkins rasque sus cuerdas vocales y suene bronco justo antes de volver a su clásico falsete.
"Last of Our Kind" es un cohete, tan exagerada como que a uno no le cuesta en absoluto imaginársela en concierto entre un mar de brazos y palmas, Justin vuelve a subir y subir y subir y todo en ella encaja, desde la estrofa al estribillo, todo perfectamente equilibrado para convertirse en un himno. Hasta aquí todo correcto en cuanto a su propia marca (con algún que otro momento como la mencionada "Open Fire" en la que parece que escuchemos a unos Stone Gods pero inspirados, claro) pero llega una salvajada como "Roaring Waters" y nos divide; sus guitarras son francamente estupendas, el riff y las solistas son puro rock n' roll pero el estribillo no acaba de despegar al más puro estilo The Darkness; es bueno y el puente es brutal pero cuando lo escucho no tiro el ordenador y me pongo a hacer "air guitar", no cae confeti del techo de mi salón y no me entran ganas de montar un tigre albino marcando paquete embutido en un mono con lentejuelas y una Gibson del 59 rugiendo a través de un plexi con las válvulas crepitantes de calentitas; cosas que pienso pero, por desgracia, siento…
"Wheels of the Machine" es la balada errónea situada en la posición equivocada, no voy a citar a Nick Hornby pero a nadie se le ocurriría situar la balada del disco en el quinto lugar de tu nuevo álbum. Pero amo a The Darkness y, claro, media docena de escuchas después le encuentro su puntito a los falsetes y dobles voces de Justin. "Mighty Wings" es quizá lo más complejo que han grabado en su carrera pero esto no quiere decir que sea buena necesariamente, es una canción entretenida pero siento decirlo; no es lo que espero de The Darkness ni resulta ser una exhibición de lo que pueden llegar a ser porque la gracia de ser ellos mismos era, simplemente, tener esa chispa y frescura, en el estribillo escucho a Queen pero nada que me haga querer volver a querer escucharla una y otra vez.
Algo muy distinto a lo que me ocurre con el trío formado por "Mudslide", "Sarah O'Sarah" y "Hammer & Tongs". "Mudslide" es de lo mejorcito del disco junto a la supuesta primera cara y sí; sus guitarras me gustan muchísimo. "Sarah O'Sarah" es puro setentas, un medio tiempo bonito y resultón, con un estribillo que entra al galope aunque no termine de cuajar como debería mientras que la simpática "Hammer & Tongs" sí consigue hacérnoslo pasar bien aunque sin estridencias, tampoco vayamos a exagerar. Se agradece el cambio de "Conquerors" con el entrañable Frankie Poullain queriendo sonar en las notas altas como Justin (algo imposible) pero cerrando el disco de manera más que digna y de manera bonita, muy bonita.
Resumiendo; un disco que suena como pocos, con diez canciones de las cuales, al menos siete, son buenos temas y enganchan con cada escucha pero, por desgracia, menos sólido que "Hot Cakes" y, por supuesto, menos divertido que "Permission to Land" y "One Way Ticket to Hell... and Back" aunque siga siendo infinitamente mejor que el resto de álbumes publicados en lo que va de año. The Darkness aprueban con nota a pesar de que "Last Of Our Kind" no deje de parecer un disco de transición.
© 2015 Jim Tonic