A menudo suele ocurrir que lo más grande, lo realmente grande, suele gestarse en lugares y ámbitos pequeños. He visto cientos de grupos en directo, en salas pequeñas y en estadios; la gran mayoría de artistas que vi despuntar en bares rara vez dieron el salto a las grandes ligas pero encontré gran satisfacción en aquellos que así lo hicieron y pude ser testigo de ese crecimiento aún cuando el tiempo, poco después, les colocó de nuevo en su sitio. En el caso de los Flamin Groovies, quizá una de las mejores bandas de rock 'n' roll con mayúsculas de todos los tiempos; no ocurrió ni una cosa ni la otra. Nunca dieron el verdadero salto y dejaron de ser pequeños para ser grandes ni tampoco el tiempo ha colocado en su sitio, merecido o no. Los Groovies son auténticos obreros del rock, aquellos que lo supieron fusionar de manera natural con el blues, reinventándolo y garajeándolo (permítanme el palabro) para susto de sus mismísimas satánicas majestades, aquellos que publicaron discos históricos, nunca han dado el salto a la realeza y, sin embargo, pasarán a los libros del género y se codearán con Jagger y Richards de la mano, los groovies juegan en otra liga al margen de todo. Pero siempre me ha causado cierta tristeza ver cómo algunos de los más grandes (Wilko Johnson, por ejemplo, quién recientemente ha visitado nuestro país) son supuestamente ninguneados e ignorados por los medios de mayor difusión y deben aceptar la triste realidad, cargar con sus propios amplificadores sobre el escenario y derrochar ilusión ante unos pocos, dormir en el autobús y girar una y otra vez pero, por otro lado; ¿estamos seguros de que músicos tan puros, honestos y entregados serían mucho más felices si llegasen en limusina a cada fecha de una interminable gira mundial y sus canciones fuesen coreadas por todos los chavales? ¿Cuántas veces hemos escuchado aquello de que hay más lágrimas derramadas por las plegarias concedidas que por las no atendidas? ¿Que la gran tragedia de la vida no es no conseguir lo que uno más desea sino conseguirlo?¿Por que les queremos tan mal, entonces? Ni Santa Teresa ni Oscar Wilde, Jagger; "no siempre puedes conseguir lo que deseas pero si lo intentas, a veces consigues lo que necesitas". El éxito masivo no siempre es bueno, no siempre produce felicidad y no creo que el entrañable Cyril y Chris, George o Victor fuesen a ser mucho más felices sobre un escenario si, en vez de llenar hasta los topes una sala pequeña en Madrid, abarrotasen un estadio lleno de hinchables, pantallas en alta definición, cañones y salvas, confeti o fuegos artificiales. Cyril cargó su legendaria guitarra Ampeg Dan Armstrong de Plexiglas con toda la normalidad del mundo, paseando tranquilamente, ignorando su propia leyenda y la de ese instrumento y su peso fundamental en la historia del rock, como un fontanero que lleva una llave inglesa o un carpintero su martillo. Cyril desenfundó, afinó y se largó para, poco más tarde, volver al escenario con el resto de los groovies; George, Chris y Victor. Miles Davis no fue cool, Cyril Jordan es cool.
Lo que se nos vino encima a continuación fue un curso avanzado de buen gusto, ganas, esfuerzo y entrega en Madrid; "Feel A Whole Lot Better" abría la noche de manera clásica, seguida de "You Tore Me Down", primeras sonrisas, euforia de los asistentes y Chris con su Telecaster celeste comienza a calentar, anuncian "I Can't Hide" y la sala entera se viene abajo, estamos viajando décadas atrás con cada golpe de Victor, George sigue el ritmo y "I Want You Bad" no ayuda a recuperar la calma. "Please Please Girl" y Cyril acude a las primeras filas bromeando pero ninguno de los groovies es consciente de la exagerada fascinación que despiertan en su público; ellos disfrutan tocando y sudando la camisa haciendo lo que mejor saben hacer, los allí presentes, sin embargo, estamos en una suerte de éxtasis que durará hora y media, como si estuviésemos en el Marquee. "Yes I Am", "Tallahassee Lassie" o "S.t Louis Blues" y vuelvo porque me toca a los Stones de la mano de "She Said Yeah" en la que todo terminó por descontrolarse y el techo de la sala voló en mil pedazos.
"Nunca os enganchéis con una mujer casada, a menos que sea la vuestra" advierte Chris (quien no parará en toda la noche y se dejará los dedos sobre las cuerdas) y disparan "Married Woman", el volumen parece que sube aún más, los ánimos se tensan; la felicidad se traduce en empujones, aplausos, chillidos, el que no saltó con "Between The Lines", se emocionó con "Slow Death" o berreó ese; "Now can't you hear me caaaaaaaaaaaaaaaaaaall?" para cantar hasta el fin del mundo el machacón estribillo; "Shake some action's what I need, to let me bust out at full speed. I'm sure that's all you need, to make it all right" fue porque estaba emocionado, pañuelo en mano, con el mágico fraseo de Cyril en su Ampeg mientras Greil Marcus lloraba de envidia por no estar en Madrid esa noche.
"Soy un monstruo" cantan en la pantanosa "Teenage Head" y las guitarras suenan gordas, llenas de grano, fuzz y mala baba bluesy mientras Mick y Keith sufren desconsolados, en algún lugar del mundo, por no haberla compuesto ellos. "Jumpin' In The Nite", un mar de abrazos y una última concesión con un "Jumpin' Jack Flash" tan macarra, callejero, acelerado, crudo, urgente y sangrante que nos deja a todos con ganas de más. Una buena amiga mía dice que sabes cuando un artista de verdad te llega en un concierto porque al acabar, en mitad del subidón, compras de nuevo todos sus discos y camisetas; el pequeño y humilde puesto de merchandising de los groovies se vio literalmente asaltado y arrasado por todos aquellos que querían llevarse a casa un trocito de historia pero, no contentos con eso; Cyril, George y Chris salieron a conocer a su público y con infinita paciencia, amabilidad y cercanía firmaron, se hicieron fotos y charlaron con todo aquel que quiso acercarse. Conciertos así no se ven todos los días, artistas así es lo que nos faltan y no; no hay reemplazo para los grandes, confirmado.
© 2015 Jack Ermeister