Si eres de los que encuentran un placer morboso en el suicidio y disfrutan filosofando sobre el fatalismo o, si por el contrario y como nosotros, encuentras cierto deleite en su contemplación y las historias que rodean al acto, todo su fetiche y glamour, "Halmstad" (2007) para ti es un disco ineludible. El quinto trabajo de Shining, publicado en el sello Osmose Productions, arranca de manera excepcional e intrigante con un verso del poeta, de finales del diecinueve, William Highes Mearns; "Ayer, cuando subía las escaleras me encontré con un hombre que no estaba allí. Hoy tampoco estaba y deseo que se haya ido muy lejos" y un estallido oscuro como el carbón para "Yttligare Ett Steg Närmare Total Jävla Utfrysning" o, lo que es lo mismo; "Todavía, otro paso más hacia el completo y jodido ostracismo". Una maravilla de canción de más de seis minutos con tintes de black, metal, doom, hard, prog y hasta flamenco. Y es en este preciso momento donde, antes de describir el disco o intentar analizarlo, me veo en la obligación de hacer una pequeña reflexión sobre Shining y su creador porque me resulta del todo inconcebible que un tipo tan inteligente como Niklas Kvarforth y con una cabeza tan prodigiosa para la composición se comporte como un imbécil y eche por tierra su talento y trabajo él mismo. Me explico; Shining es un proyecto unipersonal pero no por su origen sino por el constante vaivén de entradas y salidas de músicos en sus filas de los que, tras casi veinte años desde su formación, tan sólo queda el propio Kvarforth. Al fin y al cabo, él solo se basta para componer las canciones y sostener, más mal que bien, ideológicamente al grupo. Niklas asegura que cuando ficha a sus músicos, éstos aceptan de inmediato y al percatarse de que la extrema actitud de Kvarforth es tan real como la vida misma, corren despavoridos. Shining, musicalmente hablando, podrían ser herederos de Bethlehem pero su propuesta es más rica por lo que esa supuesta herencia se queda tan sólo en ideológica, "etiquetológica" o seminal porque Kvarforth le da a ésta una vuelta de tuerca más, siendo la música Shining denominada como "black metal suicida", una etiqueta completamente absurda y opuesta al "depressive black metal". Vayamos por partes (nunca mejor dicho, hablando de Shining), la mencionada categorización me parece absurda porque estamos hablando de intentar describir con ella el subgénero de un subgénero de un subgénero como es el metal; me parece una estupidez porque la música de Shining actualmente contiene tantísimos elementos que denominarla black metal es quedarse corto; me parece algo pueril el que Niklas ahonde en el tan manido discurso de "lo mío es auténtico", "soy más negro que el black metal", "lo mío es auténtico de verdad" que tan sólo nos llevan al hastío...
Y, por último, detecto tantísimas incoherencias en su discurso estético y pretendidamente misántropo de autodestrucción, tan absolutamente carente de sentido y filosóficamente incongruente que quiero pensar que, en el fondo, lo de Niklas es tan sólo un error de puntería y, queriendo llegar a un público más amplio, se ha equivocado por completo. Su audiencia siempre se dividirá entre los tarados incapaces de ver las diferencia entre huevo y una castaña (los más peligrosos para ellos mismos y para el resto) y aquellos que acuden a sus conciertos alentados por su extraordinaria propuesta musical y salen espantados tras un festival de escupitajos, cuchillas de afeitar, sangre, arcadas y magreos a las primeras filas (para el propio Niklas, sin duda con poca vista comercial, éstos últimos no son más que "posers indignos" a los que vende su música pero sabe que no la sienten).
En realidad, la propuesta de Shining quizá nunca llegue a trascender debido a que el gran público (ése al que Niklas, incomprensiblemente también teniendo en cuenta sus máximas, quiere acceder cuando suspira por tener la presencia de Dimmu Borgir) se quedará en la simple caricatura del tipo que se automutila en directo, que repartió cuchillas de afeitar entre su público y cuyo máximo sueño -hace unos años, según declaraba en varias entrevistas- era pegarse un tiro sobre un escenario pero, ahora porque llueve; mañana porque hace sol, nunca llega a perpetrar. Con esto no quiero decir que desee que Niklas se descerraje un tiro en plena actuación sino que quiero evidenciar lo débil de su discurso, lo insostenible de su supuesta y misántropa propuesta teórica cuando descubrimos que alguien que odia a la humanidad y proclama su autoextinción incluso ha tenido una hija o firma amablemente autógrafos. Prefiero tenerle muchos años entre nosotros si sigue componiendo cualquiera de los discos de los últimos quince años. Pero, por otra parte, me parece verdaderamente peligroso que alguien inteligente o con talento predique ideales tan dañinos si caen en manos equivocadas a sabiendas de lo poco que profundiza la gran masa borreguil, esa con tendencia a malinterpretar. Para llegar a la música de Shining -sin duda bella y magnética- hay que sortear varios escollos como es apartar la mirada de su puesta en escena, dejar a un lado su filosofía y obviar muchas veces las palabras de Niklas para no perder la magia.
En realidad, la propuesta de Shining quizá nunca llegue a trascender debido a que el gran público (ése al que Niklas, incomprensiblemente también teniendo en cuenta sus máximas, quiere acceder cuando suspira por tener la presencia de Dimmu Borgir) se quedará en la simple caricatura del tipo que se automutila en directo, que repartió cuchillas de afeitar entre su público y cuyo máximo sueño -hace unos años, según declaraba en varias entrevistas- era pegarse un tiro sobre un escenario pero, ahora porque llueve; mañana porque hace sol, nunca llega a perpetrar. Con esto no quiero decir que desee que Niklas se descerraje un tiro en plena actuación sino que quiero evidenciar lo débil de su discurso, lo insostenible de su supuesta y misántropa propuesta teórica cuando descubrimos que alguien que odia a la humanidad y proclama su autoextinción incluso ha tenido una hija o firma amablemente autógrafos. Prefiero tenerle muchos años entre nosotros si sigue componiendo cualquiera de los discos de los últimos quince años. Pero, por otra parte, me parece verdaderamente peligroso que alguien inteligente o con talento predique ideales tan dañinos si caen en manos equivocadas a sabiendas de lo poco que profundiza la gran masa borreguil, esa con tendencia a malinterpretar. Para llegar a la música de Shining -sin duda bella y magnética- hay que sortear varios escollos como es apartar la mirada de su puesta en escena, dejar a un lado su filosofía y obviar muchas veces las palabras de Niklas para no perder la magia.
Como decía, "Yttligare Ett Steg Närmare Total Jävla Utfrysning" es emocionante y despega con un ritmo pesado, guitarras enmarañadas y la desquiciada voz de Niklas (eso sí, más comedida que en otras ocasiones) para convertirse en una inquietante pieza acústica que divide la canción en dos partes. ¿Una guitarra flamenca? Sí, en efecto pero pronto se despereza una guitarra acústica que "suena por todo los Watain y Eriks" del mundo para volver a la calma y ser un sinuoso bajo el que marque el ritmo que será el que protagonice un cambio de ritmo glorioso en el minuto 4:56 y con un "ough!" muy a lo Tom Warrior y haga desembocar la canción de manera muy blacker.
Pero el tema que nos hará coger el disco, mirar la portada y darle la vuelta una y otra vez será "Längtar Bort Fraan Mitt Hjärta" ("El anhelo de mi corazón") en la que, por increíble que nos parezca, las guitarras (acústica arpegiando y la solista sobre ella) junto con el bajo, suena por los cuatro costados al "Animals" (1977) de Pink Floyd. Pronto cambiamos de ánimo y nos vamos a la densidad de la guitarras más metálicas, la canción remonta y con ritmo galopante, Niklas vuelve a regalarnos sus gruñidos, la batería se encabrona y el doble bombo atacan mientras la voz sube de intensidad para volver a la calma tensa del comienzo mientras Schill golpea su baqueta contra el herraje de la caja, la acústica vuelve a hacer acto de presencia y un bajo gordo y asfixiante rematan un agobio coronado por frases de la película de Erik Skjoldbjaerg, "Prozac Nation" (2001) con Christina Ricci. Más de ocho minutos que pasan en un santiamén...
La intensidad sube de nuevo con "Laat Oss Ta Allt Fraan Darandra", no es black metal -aunque las estrofas sean igual de agresivas y caóticas en su tono- ni falta que le hace, las guitarras rozan la acidez del industrial más noventero y el bajo vuelve a llevar el papel protagonista junto con la voz de Niklas. La tensión vuelve a hacerse patente con nuevos samplers y voces angustiosas, un precioso piano y arreglos de cuerda. El "in crescendo" es sencillamente magistral gracias al teclado y la batería marcial que acompañan a Niklas hasta que un riff cargado de mala ralea y un cencerro marcan el final de la canción mientras la guitarra se debate entre armónicos artificiales, distorsión a raudales y un pedal wah. No, no es black metal pero tiene su mala baba y entra como un tiro.
La pieza central es la desquiciante "Besvikelsens Dystra Monotoni" ("La melancólica monotonía de la desesperación") en la que Shining consiguen aunar arreglos de cuerda y guitarras eléctrica a la perfección, dos minutos de introducción de los más de diez de duración y la garganta de Niklas cabalgando ese traqueteante riff en el que uno no sabe quién se dará por vencido antes; si él o las guitarras. De nuevo, un armónico que despega como un cohete y blast beats a un ritmo endiablado. Una parte central, de nuevo acústica, en la Nicklas vuelve a volarnos la cabeza cuando (si antes nos parecía imposible la referencia al flamenco) nos vamos con una ranchera siniestra y fronteriza a sus alaridos, arreglos de metales y acústicas hasta un final totalmente jazzy (trompeta o sintetizador junto con un bajo y una batería a punto de romper en jam) para rasgar de nuevo la canción con el riff inicial y esa batería negrísima que remata de manera machacona.
"Attiosextusenfyrahundra" ("86.400") es una bonita pieza de poco más de dos minutos sobre la sonata para piano nº14 en do menor, popularmente conocida como "Claro de luna" de Beethoven que añade, aún más si es posible, dramatismo a "Halmstad". El comienzo de "Neka Morgondagen" ("Negación del mañana") podría haberse interpretado con violines pero son las guitarras las que, imitando su sonido, nos sumergen en casi nueve minutos -que, de nuevo, comienzan con Niklas muy a lo Warrrior- de hard rock, parte central acústica incluída, y un final acelerado que acaba de manera tajante, sumiéndonos en un silencio que, si escuchamos el disco con cascos y en plena noche, nos dejará espacio para pensar si automutilarnos los brazos o volver a escucharlo desde el principio en una de las experiencias más intensas que apenas cuarenta y cinco minutos puedan capturar.
Un disco soberbio, inteligente, oscuro, negro, negrísimo y precioso, con tanto nihilismo y negación que casi consigue el efecto contrario. Una maravilla para gourmets exigentes amplios de miras pero no frágiles de corazón. Soberbio.
© 2015 Jota