Crítica: Sleater-Kinney "No Cities To Love"

Vamos a ser sinceros, el movimiento Riot grrrl resulta tan ajado como lejano en el tiempo para todos aquellos que crecimos con la música de los noventa y no digamos ya para todos esos chavales que no tienen ni remota idea de lo que significa en una época en la que la reivindicación en la igualdad de derechos se ha malinterpretado hasta la nausea y el feminismo nunca ha sido tan mentado en vano como malinterpretado y cercano al ismo como ahora. Diez años después de publicar el magnífico "The Woods" (2005) con Corin Tucker dedicada a su labores, segundo hijo y su propia carrera con The Corin Tucker Band, Janet Weiss con Malkmuss y después con Carrie Brownstein en Wild Flag que supuso a ésta un pequeño balón de oxígeno de su carrera televisiva, la simple idea de ser testigos de un nuevo disco de Sleater-Kinney se antojaba disparatada y, lo peor de todo, daba cierto reparo un paso en falso dentro de una discografía como la suya pero deberíamos, quizá y sólo quizá, haber previsto que después de "Start Together" el año pasado (la reedición remasterizada de sus discos de estudio) quizá a Tucker, Weiss y Brownstein les picó el gusanillo de volver a juntarse en un local de ensayo y continuar allá donde lo dejaron en "The Woods" pero yendo aún más al grano y así suena "No Cities To Love", como un directo a la mandíbula, crudo, directo y con urgencia. Están sus intrincadas melodías de guitarra salpicadas de mala leche, rabia e inmediatez alternativa en su mejor momento creativo porque, aunque parezca mentira, "No Cities to Love" (obviamente, publicado por Sub Pop) no suena a refrito ni a retorno, no suena a cuentas bancarias tiritando y la necesidad de resucitar lo imposible, suena coherente y sólido y, lo mejor de todo, maduro. Ni en sus melodías, ni en sus letras hay nada fuera de lugar, todo encaja  y a Tucker, Weiss y Brownstein se las siente como mujeres que han crecido de manera natural sin actitudes adolescentes con las que reverdecer los noventa. ¿Qué hay más patético que una persona ajena a su edad intentando vivir unos años que no le corresponden? Nada.

La primera vez que escuchamos "Surface Envy" deberíamos habernos dado cuenta de lo que Sleater-Kinney se traían entre manos con ese estribillo que se clava; "We win, we lose. Only together do we break the rules. We win, we lose. Only together do we make the rules!" Incendiario, sencillo y lleno de pasión, la muestra perfecta de lo que sería "No Cities To Love". Pero no seríamos justos si tan sólo mencionásemos a "Surface Envy" como todo un cañonazo sino que el disco se abre con "Price Tag" y un estribillo igualmente contagioso; "We never really checked, we never really check the price tag when the cost comes in It's gonna be high. We love our bargains, we love the prices so low with the good jobs gone It's gone be raw" en el que no nos creamos que Corin Tucker cede a la presión del día a día y canta sobre lo cotidiano sino que lo hace sobre lo humano y lo divino porque la crítica social está más que presente mientras Weiss golpea los parches como si no hubiese un mañana y uno entiende que Sleater-Kinney suenan sólidas como nunca desde el primer segundo, el tiempo no ha pasado. Las guitarras de "Fangless" son contagiosas como pocas y hacen palidecer a las del debut de Franz Ferdinand y es que no es por comparar pero lograr sonar así y rematar una vuelta por todo lo grande sólo está al alcance de unos pocos. Pero la parte más maravillosa de la canción son los juegos a dos veces con los que terminan la canción, un diez; "But I know that you claim me. I give in, I'm your ragged doll. You were born in a shout but you will die in a silent skull"

"No Cities To Love", la canción, es puro pop pero es imposible, al igual que dejar de tararearla, desprenderse de sus crudísimas guitarras y versos como "Wanna walk to, walk off. The edge of my own life" o ese, de nuevo magnífico, puente; "It took so long for me to see it. Hope’s a burden or it sets you free. Wandered through the void of you. Wandered through the void of me. I’ve grown afraid of everything that I love" para volver a ese estribillo en el que el bajo arma y vertebra por completo el cuerpo de la canción. Si J Mascis fuese mujer y tocase la guitarra, sin duda, tocaría "A New Wave" en la que las seis cuerdas se emborrachan de fuzz y, después del músculo, algo de dulce con un estribillo otra vez a la altura: "No one here is taking notice. No outline will ever hold us. It's not a new wave" y suben una nota en "it's just you and meeee" con una segunda parte gloriosa: "Eyes are the only witness. Die to prove we ever lived this. Invent our own kind of obscurity". Ruidismo y mala leche, crudo, poco hecho o sin hacer -como queráis pedir el punto de la carne de una canción- pero así es el comienzo de "No Anthems" y los graves que amenazan con romper el cono de cualquier altavoz que se preste si lo subimos demasiado. Pero la canción gana tensión y dramatismo pasando del suspiro al grito moderado más esquizoide: "Seduction pure function. It's how I learned to speak. Steal your power in my hour. I will change most everything" y conformar una rima marcial; "I'm not the anthem. I once was an anthem. I sang the song of me, but now. There are no anthems. All I can hear is the echo and the ring" no vayamos a decir que Sleater-Kinney no han puesto toda la carne en el asador, a estas alturas... 

"Gimme Love" aligera la profundidad del disco de manera juguetona en la que parecen hablar de la frustración de no poder alcanzar todo aquello que queremos aunque, como diría Wilde; "sólo hay algo peor que no alcanzar lo que uno desea" y Sleater-Kinney se marcan varios riffs solapados entre sí que son una auténtica maravilla como "Bury Our Friends" que suena más actual que cualquier canción del momento y sentencian; "Exhume our idols and bury our friends. We're wild and weary but we won't give in we're sick with worry. These nerve less days we live on dread in…" de una manera tan enérgica y divertida que anima a cualquiera a enterrar a palazos a todos sus conocidos, uno por uno. Pero es que con esa rima nos llevaran, a modo de mantra, hasta el final del tema sin despeinarse. Con "Hey Darling" empezamos a temernos lo peor; el disco se acaba y, por primera vez en mucho tiempo, no hemos tenido que acudir a los consabidos tópicos de "un disco de muchas escuchas/ un regreso un tanto forzado/ una mera excusa para salir de gira" sino que lo estamos disfrutando de principio a final y cuando Corin tararea el estribillo de "Hey Darling" no sentimos que no haya letra sino que saltamos de la silla y brincamos; "¡aleluya, es puro pop!". Sí, pero con cojones, perdón; con ovarios. Y "Fade" despide de manera oscura, densa y grave -muy grave- "No Cities To Love" que, a pesar del forzado cambio de ritmo, es incapaz de ocultar la vena alternativa noventera de Sleater-Kinney cuando dicen eso de; "There's no tomorrow you better know" en un acto de inocencia o síndrome de la docencia cuando Tucker, Weiss y Brownstein deben pensarse que su audiencia no hemos crecido con ellas y todos aquellos que brincamos en la era alternativa ahora somos los primeros en saber que no hay un mañana y, por otra parte, mejor que sea así con tal de no acomodarnos en una vida que no nos guste; en un trabajo, en un matrimonio, en una rutina...

Un álbum que entra de un tiro y se disfruta con cada escucha, que demuestra que lo único que hay que tener para seguir es pasión por lo que uno hace y que, aunque pueda parecer que flaquea en su segunda mitad, no es más que el reflejo de seis canciones cegadoras, seis relampagazos de genialidad y actitud punk que lo convierten con poco más de media hora de duración en uno de los mejores discos de un año que no ha hecho más que empezar y promete. No hay nada más patético que una persona ajena a su edad intentando vivir unos años que no le corresponden, por suerte Sleater-Kinney son mujeres hechas y derechas y mejores artistas. Riot grrrl con coherencia y de su tiempo.


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