Curioso que un chaval irlandés, de un pueblecito llamado Bray al sur de Dublín, con tan sólo veinticuatro años haya llamado la atención de una manera tan poderosa con dos EPs ("Take Me To The Church" del 2013 y "From Eden" del 2014) y un álbum homónimo que, además de composiciones nuevas, recoge lo mejor de los dos anteriores y lo presenta con una duración inusual para un debut como son diecisiete canciones. Y más curioso resulta que haya pasado de tocar en bares para realizar una gira con todo vendido y un concierto en Wembley abriendo para Foo Fighters junto con Royal Blood. Pero basta pinchar "Hozier" para que todas las dudas y sorpresas se disipen porque estamos, sin lugar a dudas, ante uno de los grandes discos de este año. Una maravilla en todos los sentidos que te recordará al mejor Van Morrison con un pizca de Waits, Simone y hasta un ligero buqué a Jeff Buckley, aunque los gustos de Andrew Hozier-Byrne no sean tan rockeros como los del malogrado artista californiano.
Formó parte de Anúna, grupo coral irlandés, pero a Hozier le había picado Simone y Howlin' Wolf, tanto como para que las angelicales voces celtas del grupo de Michael McGlynn se le quedasen pequeñas. Y de esa mezcla de composiciones corales, blues, soul y folk nace su debut, mezclado con las creencias porque Hozier no es un tipo religioso pero utiliza la palabra de Dios para defender los derechos más básicos del ser humano y arrojárselos a la iglesia a la cara, para vergüenza de ésta en pleno siglo veintiuno. Han sido tres años de duro trabajo en los que ha tenido sinsabores que se han visto compensados por su insistencia y fortaleza y sólo así se entiende el éxito y la inclusión de uno de sus éxitos, "Take Me To The Church" en la que defiende la wildeana idea de un amor libre y natural, sin prejuicios o ideas preconcebidas, sin dogmas que lo enrancien y emponzoñen y es que, para Hozier, la iglesia es un impedimento para que el amor surja de manera natural dando igual si es entre individuos del mismo sexo, es un defensor de los derechos del colectivo LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales) y utiliza como inspiración la difícil situación de éstos en Rusia para ilustrar el videoclip de la canción en la que una pareja homosexual es agredida. "Take Me To The Church" tiene soul, mucho, pero también góspel y blues, intensa y emocionalmente devastadora pero también bella y pegadiza, sentimental… ¿Qué podemos decir? Una maravilla con la voz de Hozier en primer plano junto con un piano y un puente que la hace alcanzar los cielos, una maravilla para escuchar a todo volumen o con cascos, para gourmets.
Producido por Rob Kirwan, quien nos sonará por su trabajo de mezclado con Depeche Mode o U2 pero también Soulwax, que aquí se carga con el trabajo de productor, además de las mezclas y ayuda en la percusión, y publicado bajo Rubyworks y la todopoderosa Island, "Hozier" suena orgánico; una instrumentación básica con una guitarra de cuerpo hueco (una Epiphone Sheraton) reverberante y con un puntito de saturación muy cálida, mucho apoyo en la percusión y, sobre todo, las voces en primer plano lo que hace que parece que nos acerquemos a un disco coral, de góspel en algunos momentos. "Hozier" es la mezcla perfecto entre pop, rock, folk y góspel con un sabor bluesy. "Angel of Small Death & the Codeine Scene" recuerda inevitablemente a KT Tunstall y su "Black Horse and the Cherry Tree" pero dónde ella llevaba las raíces a lo más comercial, Hozier las hunde en la celebración más tradicional y la canción estalla con un coro en el que tan sólo nos queda soltar un "Hallelujah!".
Pero no todo iba a ser densidad y profundidad porque con "Hozier" también puedes pasear, celebrar, montar en bici y tomarte una cerveza con tus amigos, pasear en primavera y cantar sus canciones en la playa y así pasa con "Jackie and Wilson", un tema feliz y despreocupado a pesar de su letra, ligero y pegadizo, magníficamente pop pero con estilo. Buen gusto es lo que derrocha "Someone New", con un envoltorio mínimo pero emocionante en su comienzo y, de nuevo, convirtiéndose en un trallazo de pop sin parangón en el último año según avanza con esos arreglos de cuerda y una batería crudísima, llena de vida.
"To Be Alone" es blues y en su acompañamiento podemos sentir a Wolf y a Waits, sublime. "From Eden", sin embargo, derrocha gusto irlandés por sus cuatro costados sino fuese porque sus arreglos de cuerda son plenamente orientales y las palmas la sitúan en el mediterráneo. ¡Qué inteligente por parte de Hozier saber mezclar varias culturas de manera coherente en apenas cinco minutos y sin que se sienta forzado! A dueto con Karen Cowley se marca "In a Week"en la que sus raíces le traicionan porque a pesar de la guitarra y las palmas, la voz de Cowley les acerca a lo que podría ser Clannad, la unión de sus voces es soberbia. "Sedated" es quizá una de la más intensas junto con "Take Me To The Church" gracias a la percusión y su piano, la voz de Hozier en ocasiones parece rasgarse para volver a apoyarse en un coro e incluso, a veces y de manee a muy breve, juega con un falsete en el que se acerca a esas voces como Simone o Antony con la diferencia de que a Hozier se le quiebra y torna masculina cuando entona el estribillo; "Sedated we're nursing on a poison that never stung. Our teeth and lungs are lined with the scum of it. Somewhere for this, death and guns. We are deaf, we are numb. Free and young and we can feel none of it".
Vuelven esas voces que le apoyan como un colchón pero también susurra y aúna en "Work Song", pura canción de iglesia en la que se sobrecargan las tintas con las voces, los arreglos, las aullantes guitarras llenas de feedback y las palmas marcando el ritmo. "Like Real People Do" podría haber sido interpretada por Cat Stevens hace treinta años y resulta deliciosa, suave y desnuda con la voz de Hozier doblada. Ahora sí, nos hundimos en el blues con un resonador, un slide y una guitarra acústica en "It Will Come Back". De manera épica comienza "Foreigner's God" y, poco a poco, irá creciendo hasta estallar en el estribillo y seguir manteniendo esa emoción del principio. "Cherry Wine" que, según el propio Hozier explicó en una entrevista, fue grabada en plena noche en un hotel abandonado, suena íntima y nocturna, sencilla pero poderosa y nos demuestra que el irlandés no necesita de toda esa fastuosa producción de la que ha hecho gala en su primer disco para grabar una canción bonita y emotiva.
"In the Woods Somewhere" vuelve a derrochar tensión que resuelve con guitarrazos de electricidad en una canción que podría haber firmado perfectamente U2 hace muchos años de no ser por la guitarra de Hozier que, aún tan sólo acompañando su voz, derrocha blues. "Run" le acerca a Jeff Buckley (a pesar de que su voz comparta más tono con su padre, Tim), en ella navegará entre el falsete, ecos y fantasmagóricos coros basados en la repetición. "Arsonist's Lullabye" recuerda levemente a "Take Me To The Church" pero con un piano mucho más juguetón y la despedida con el blues "My Love Will Never Die" a solas es de sobresaliente a pesar del saqueo al gusto tradicional en la melodía.
Una auténtica sorpresa que nos ha cogido a todos con el paso cambiado cuando creíamos que el año ya estaba cerrado y sentenciado. Hozier supone un aire fresco utilizando pinceles y colores del pasado pero mezclados con talento, buen gusto y una voz absolutamente magnífica. Ojalá este debut no sea un espejismo y esa gente que dice que hay que dejar crecer a los artistas, de verdad le dejen crecer. Notable es poco.
© 2014 Jim Tonic