No puedes escribir sobre Lana Del Rey en una web de música, no es una artista seria -me decía una lectora. Pero tras "Born To Die" y escuchar insistentemente este "Ultraviolence" no puedo negarme ante la evidencia de que el mundo de Lana Del Rey me resulta enormemente atractivo y más que hacer una crítica sobre la producción de Dan Auerbach, la polémica entre Polydor e Interscope, un sesudo análisis sobre las letras de un artista que afirmaba que su coño sabía a Pepsi, ahondar en la polémica sobre si es un "hype" o una compositora a tener en cuenta, esbozar un retrato freudiano sobre la personalidad de alguien que no conozco o hablar de los supuestos "guitarrazos blackkeysanos", la reverberación en las canciones y mencionar a Kate Bush o, mejor aún, injustificadamente a Nina Simone, hacer cávalas sobre si ha sufrido maltrato o no para escribir canciones así, si se acostó con aquel profesor que la inició en la literatura beat, si es verdad que es la heredera de Leonard Cohen o la reencarnación de Cobain y la madre que parió a todos juntos, déjenme tener el atrevimiento de hacer algo más que aquella lectora -ahora perdida en las cibernéticas profundidades abisales de Internet, leyendo vorazmente otras páginas mientras su marido corta el césped del jardín- me aconsejó no hacer porque ni a ella ni a ninguno de nuestros miles y miles de lectores les importaría un comino y, como ella mismo me aseguró, esta crítica no la leerá nadie, escribiré sobre lo que Lana Del Rey y su "Ultraviolence" me parecen, me hacen sentir, porque para lo otro ya hay otras páginas infinitamente menos interesantes.
Suena "Cruel World" y cae la noche, es verano, hace calor, tanto que es imposible dormir pero entras en una extraña duermevela alumbrado por tu televisión encendida -pero en silencio- y la ves sin mirar o la miras sin ver. Concursos, teléfonos eróticos, miles de anuncios, haces zapping sin ganas mientras Del Rey canta desganada: "Compartí mi cuerpo y mi mente contigo, todo eso se terminó ahora, hice lo que tenía que hacer. De todos modos, ya encontré a otra persona" y entiendes que canta con despecho porque realmente no ha podido encontrar a nadie y lo sabes porque se esmera en justificarse: "Porque eres joven, eres salvaje, eres libre, estás bailando en círculos a mí alrededor". Los arreglos de cuerda de "Ultraviolence" acompañan la tintineante luz azulada del televisor en el suelo, la voz de Lana a veces es operística, otras rasgada, y la batería golpea abotargada mientras la guitarra parece tocar con el mástil la superficie de una piscina con sus acuosos efectos de Wah. El título de la canción y del disco te llevan a la obra de Burguess pero pronto sabes que la violencia de la que habla Lana es la que reside en lo cotidiano, bajo el césped del plano secuencia inicial de "Terciopelo azul" de Lynch y ni su voz pidiendo que la acostemos o su chapurreo en español son capaces de sacarnos de la ensoñación en la que nos sumerge "Shades Of Cool", un extraño cruce entre una película de Bond y Tarantino, y una suave brisa cálida entrando por la ventana mientras la canción despega entre susurros y caemos en la guitarra limpia y cristalina de "Brooklyn Baby".
La calmada violencia de la intranquilidad que exuda "West Coast" es contagiosa, Del Rey transmite todo el peligro de los noventa bañado con una suave capa vintage y su música transmite soledad, desesperación, deja sensación de vacío, enfría y aletarga, sosiega pero te mantiene en alerta en un amargo presentimiento constante. "Sad Girl" es buena muestra de ello, es de madrugada y dejar a atrás esa amargura cuesta si prestamos atención a las inflexiones en su voz o las fantasmagóricas voces dobladas como en "Pretty When You Cry" entenderemos la languidez en una canción en la que parece quebrarse y uno cree saber... Un disco sin un sólo éxito, sin un solo single radiable que rompa las listas o se te grabe como "Videogames", en el que Del Rey es capaz de elevar "Money Power Glory" a la categoría de himno sin despeinarse o lanzar un dardo envenenado en "Fucked My Way Up To the Top"
Diez canciones y en "Old Money" ya perdemos toda la esperanza de salir con cierta salud emocional de "Ultraviolence" en un estribillo que se clava. "The Other Woman" transmite tanta pena y soledad que nos hunde más aún y para cuando "Black Beauty" nos intenta rescatar ya es tarde porque, a pesar de las subidas de tensión, "Guns and Roses" o la brillante "Florida Kilos" nos rematan en el suelo tras varios cigarrillos y Del Rey, conocedora del estado en el que nos ha sumergido, nos abre la herida con "Is This Happiness" cargada de litio, ironía y los pies descalzos en el suelo.
"Ultraviolence" debe ser administrado en dósis muy pequeñas, con receta médica y con precaución, quince canciones dolorosas, frágiles y demoledoras, violentas, en blanco y negro, con sabor agridulce y aterradoras, intensas, dolorosas y tras las que cuesta salir a flote. Aquella lectora que antes mencionaba no podía estar más equivocada, quizá nunca lea esta crítica, quizá nunca escuche este disco pero "Ultraviolence" contiene las mejores canciones del año y a mí sólo me queda decirle; jódete.
Suena "Cruel World" y cae la noche, es verano, hace calor, tanto que es imposible dormir pero entras en una extraña duermevela alumbrado por tu televisión encendida -pero en silencio- y la ves sin mirar o la miras sin ver. Concursos, teléfonos eróticos, miles de anuncios, haces zapping sin ganas mientras Del Rey canta desganada: "Compartí mi cuerpo y mi mente contigo, todo eso se terminó ahora, hice lo que tenía que hacer. De todos modos, ya encontré a otra persona" y entiendes que canta con despecho porque realmente no ha podido encontrar a nadie y lo sabes porque se esmera en justificarse: "Porque eres joven, eres salvaje, eres libre, estás bailando en círculos a mí alrededor". Los arreglos de cuerda de "Ultraviolence" acompañan la tintineante luz azulada del televisor en el suelo, la voz de Lana a veces es operística, otras rasgada, y la batería golpea abotargada mientras la guitarra parece tocar con el mástil la superficie de una piscina con sus acuosos efectos de Wah. El título de la canción y del disco te llevan a la obra de Burguess pero pronto sabes que la violencia de la que habla Lana es la que reside en lo cotidiano, bajo el césped del plano secuencia inicial de "Terciopelo azul" de Lynch y ni su voz pidiendo que la acostemos o su chapurreo en español son capaces de sacarnos de la ensoñación en la que nos sumerge "Shades Of Cool", un extraño cruce entre una película de Bond y Tarantino, y una suave brisa cálida entrando por la ventana mientras la canción despega entre susurros y caemos en la guitarra limpia y cristalina de "Brooklyn Baby".
La calmada violencia de la intranquilidad que exuda "West Coast" es contagiosa, Del Rey transmite todo el peligro de los noventa bañado con una suave capa vintage y su música transmite soledad, desesperación, deja sensación de vacío, enfría y aletarga, sosiega pero te mantiene en alerta en un amargo presentimiento constante. "Sad Girl" es buena muestra de ello, es de madrugada y dejar a atrás esa amargura cuesta si prestamos atención a las inflexiones en su voz o las fantasmagóricas voces dobladas como en "Pretty When You Cry" entenderemos la languidez en una canción en la que parece quebrarse y uno cree saber... Un disco sin un sólo éxito, sin un solo single radiable que rompa las listas o se te grabe como "Videogames", en el que Del Rey es capaz de elevar "Money Power Glory" a la categoría de himno sin despeinarse o lanzar un dardo envenenado en "Fucked My Way Up To the Top"
Diez canciones y en "Old Money" ya perdemos toda la esperanza de salir con cierta salud emocional de "Ultraviolence" en un estribillo que se clava. "The Other Woman" transmite tanta pena y soledad que nos hunde más aún y para cuando "Black Beauty" nos intenta rescatar ya es tarde porque, a pesar de las subidas de tensión, "Guns and Roses" o la brillante "Florida Kilos" nos rematan en el suelo tras varios cigarrillos y Del Rey, conocedora del estado en el que nos ha sumergido, nos abre la herida con "Is This Happiness" cargada de litio, ironía y los pies descalzos en el suelo.
"Ultraviolence" debe ser administrado en dósis muy pequeñas, con receta médica y con precaución, quince canciones dolorosas, frágiles y demoledoras, violentas, en blanco y negro, con sabor agridulce y aterradoras, intensas, dolorosas y tras las que cuesta salir a flote. Aquella lectora que antes mencionaba no podía estar más equivocada, quizá nunca lea esta crítica, quizá nunca escuche este disco pero "Ultraviolence" contiene las mejores canciones del año y a mí sólo me queda decirle; jódete.
© 2014 Jim Tonic