Si hay algún síntoma del éxito de cualquier expresión artística, o cualquier otro fenómeno, es cuando se desvincula de su origen y trasciende sus propias fronteras; si hablamos de Black Metal, éste nos lleva a helados parajes noruegos con una música fría y cortante, gélida, pagana y afilada. ¿Pero es propiedad exclusiva de los países nórdicos? Thy Light (traducido como “tu luz”) es el proyecto de Paolo Bruno, un brasileño que ha visto como, poco a poco, su trabajo ha ido traspasando fronteras y prejuicios para asentarse como una de las grandes propuestas del estilo. A primera vista puede resultar chocante que un brasileño haga Black Metal, tal y como explicaban aquellos músicos negros callejeros a mediados del siglo pasado sobre su música; es imposible que un blanco haga Blues porque nunca sentirá “el blues”, la pena natural de un negro que sabe lo que es vivir por y para el trabajo en pésimas condiciones y exorcizar su tristeza con letras sobre su vida cotidiana a modo de mantra como único consuelo, mientras que para ellos es como un bálsamo, para un blanco es sólo entretenimiento.
Por lo mismo, un artista de Brasil no tendría porque siquiera esforzarse en intentar emular un género tan radical y aparentemente fundamentalista como el Black Metal; su pueblo nunca ha intentado ser cristianizado bajo una resistencia tradicional y pagana, su clima es cálido y el frío no cala hasta los huesos, su situación económica y el estado de bienestar noruego queda muy lejos de la economía de contrastes brasileña, no hay necesidad de quemar iglesias y dudo mucho que el “corpsepaint”, la contracultura de los setenta, el Rock de Venom y Celtic Frost les llegaran en su momento haciendo crecer la escena de sus raíces sino que Paolo ha llegado al género de manera forzada, artificial y sin una evolución lógica. Por lo tanto, todo lo que vemos en Thy Light es impostado, forzado y buscado a conciencia bajo unas pautas estéticas definidas dos décadas antes. Valga como ejemplo, lo incomprensiblemente recortada de la edición limitada de su primera demo (“Suici.De.pression del 2007”) y la incongruencia de su formato (un “casette” o cinta en esta época en la que comprar y grabar un vulgar cd son apenas céntimos de euro o dólar). Pero, si sorprendente es su origen, más su estilo…
Hablar de Black Metal Depresivo (Depressive Black Metal) ya es rizar el rizo en sí mismo pero que su propio creador, Paolo, lo defina como “música suicida, ideal para personas suicidas”, el logotipo del grupo sean la soga de dos horcas a cada lado de su, cómo no, enrevesada tipografía y presuma de música misántropa y autodestructiva, nos mete de lleno en un cúmulo de dudas existenciales de primer orden: filosóficamente hablando, con esos ingredientes, Paolo debería ser cabal con su propuesta y acabar descerrajándose un tiro o ahorcándose del árbol más alto de Copacabana, unos temas tan misántropos llevados a última estancia desembocan en la autodestrucción, además hacer apología del suicidio e idear canciones para entrar en ese ánimo o servir de banda sonora parece toda una temeridad. Es quizá el subgénero con más detractores dentro de su propia comunidad y no es por casualidad, algunos menosprecian lo forzado de la temática, ni siquiera lo consideran, a otros les da reparo como si lo que fuesen a ver reflejado sea una parte de sí mismos que no termina de gustarles y los últimos lo desprecian directamente por su mal gusto (curioso que así sea dentro de un género que comenzó con quema de iglesias y asesinatos allá por los noventa).
Pero, por mucho que Paolo se empeñe darnos muestras de un arte basado en el aspecto más lúgubre de la existencia humana como es el último recurso de todos aquellos desesperados, lo que logra es casi el efecto contrario y es música con una sensibilidad tan exquisita y de calidad que lo que produce son ganas de vivir y disfrutar cada segundo que duran sus canciones. Después de “Suici.De.pression”, demo grabada junto a Alex Witchfinder (que se encargó de las letras), llega por fin “No Morrow Shall Drawn” (2013), la prueba definitiva de que el proyecto del de Limeira (São Paulo) tiene continuidad y muchas posibilidades de salir adelante.
La primera canción es "Suici.De.spair", una composición que sirve como introducción, con un bello piano sonando muy por encima de unos arreglos evocadores, francamente triste, melancólica, desgarradora pero también irradiando belleza, calma y tranquilidad. "Wanderer of Solitude" y su guitarra acústica es una delicia e incluso cuando entra el doble bombo (curiosa su utilización porque si bien no es a ráfagas como en el Death, tampoco pertenece al Black más puro) y la guitarra eléctrica sigue conservando toda su grandeza, la voz es desgarradora (como no podía ser de otra forma) y los constantes cambios de ritmo se suceden hasta un puente acústico, voces pregrabadas sobre ecos y reverberaciones exageradas ayudan a crear una textura dramática para recuperar nervio y abandonar todo rastro de Black Metal acabando de manera intensa y emocional. "No Morrow Sall Dawn" (con Tim Yatras) vuelve a los sintetizadores de manera etérea y mágica pero es sólo un espejismo hasta que es rasgada con la virulencia de la batería y la agresividad de la voz de Paolo. es quizá la canción más "blacker" de todo el conjunto con un ritmo constante sazonado por los alaridos del brasileño, para acabar, de nuevo, con esa melancolía con la que empezó el disco.
"Corredor seco" es la más intrigante gracias a ese comienzo tétrico, con efectos de gotas cayendo, como si estuviésemos en la última cloaca del mundo conocido y la guitarra -más clásica que nunca- sonando al fondo de un largo pasillo mientras que "The Bridge" es puro expresionismo abstracto sonoro, acordes sucísimos y lo que parece el estallido de una tormenta para, después de un largo medio tiempo, acabar con toda la fuerza "blackmetalera" de Paolo.
Hay que vencer el miedo a lo que Thy Light pueda parecer y, a solas, relajarse, coger tus mejores cascos y escuchar “No Morrow Shall Drawn” de noche y de un tirón para conseguir cierto estado de ánimo. La clara demostración que se puede hacer Black Metal desde Brasil y terminar conmoviendo, un auténtico lujo para paladares refinados y sin complejos.
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