Llegados a este punto, creo que estoy tan harto de las críticas de los discos de Ihsahn como nuestro propio protagonista cada vez que le preguntan por la escena Black Metal noruega a primeros de los noventa. Para alguien que disfruta la música de Ihsahn y escucha a diario Metal, Progresivo y cualquier tipo de género buscando algo nuevo, es realmente descorazonador leer y releer una y otra vez los mismos argumentos cuando uno busca información sobre los últimos lanzamientos de Tveitan. Parece que todos esos críticos, aficionados o profesionales, que ensalzan cualquier trabajo suyo veinticuatro horas después de haber salido a la luz son incapaces de esforzarse un mínimo y aportar algo nuevo sobre unos discos que han sido elaborados con cariño, mimo y ganas de sorprender. Si Ihsahn invierte días, semanas, meses e incluso años en componer y grabar, ¿cómo es posible que nosotros no le dediquemos más que unos míseros minutos a desarmar de manera burda canciones como “NaCI”, “Pulse” o “M”, de verdad que no se merecen más de dos líneas y un par de escuchas, por lo menos? Tópico tras tópico se van diluyendo todas las críticas, repitiendo los mismos nombres, con los mismos adjetivos y las mismas referencias tomadas de Wikipedia. Pero, en realidad, ninguna aporta demasiado, poco más que los créditos del propio disco, mencionar la plantilla de músicos involucrados y hablar una y otra vez de King Crimson como recurso o las absurdas comparaciones entre la actual carrera de Ihsahn, Peccatum y Emperor o mentar, como aval, a Thou Shalt Suffer y así dar a entender que conocen en profundidad al músico más allá de su último disco o, los ahora venerados, Emperor.
Mencionar la quema de iglesias, el desvinculamiento de Ihsahn, el encarcelamiento de sus compañeros en Emperor, el satanismo, el inevitable Inner Circle e incluso a Vikernes como cóctel con el que refrescar el gaznate para la digestión de este “Das Seelenbrechen” no es más que un artificio y no seré yo quien dedique una línea más a estos Señores del Caos (por cierto, magnífico libro y bonita nueva edición traducida al castellano) en la crítica a un disco de Ihsahn pero, antes de hablar de las canciones y mis sentimientos hacia ellas (lo único que de verdad importa, cómo vivimos la música y no sí Einar Solberg es o no familia política de Tveitan), es conveniente aclarar una serie de cosas para aquellos lectores que lleguen a esta humilde crítica tras haber leído otras o, mejor aún, antes de leer ninguna. El título del disco no es en noruego sino alemán, “Das Seelenbrechen” viene a significar algo así como “La trituradora de almas” ya que no hay una traducción literal exacta y el álbum no es una continuación grabada a raíz del “supuesto éxito” de crítica y público de “Eremita” (2012) o como secuela ni tampoco ha sido grabado de manera apresurada no dejando pasar más tiempo entre uno y otro, supuestamente respetando el habitual intervalo de dos años entre disco y disco (en lo que pierden el tiempo algunos cuando buscan la discografía de un artista para elaborar su reseña), “Das Seelenbrechen” fue grabado hace ya tiempo, en las mismas sesiones y a continuación de “Eremita”, no como secuela e Ihsahn empleó el tiempo libre en su gira de presentación de éste en el 2013 (de la cual fuimos testigos en directo, por cierto) para dar los últimos retoques a “Das Seelenbrechen” tranquilamente en su estudio. ¿Podemos estar hablando de material sobrante de “Eremita”? Por supuesto que sí pero no en su totalidad, además la mera expresión podría hacernos temer todo lo contrario que confirmamos cuando escuchamos el disco porque los diez temas que componen el disco (dos más en su edición especial) no pueden ser descartes de ningún álbum, son tan especiales en sí mismos como para merecer su propio protagonismo en conjunto.
Tras su enigmática pero icónica portada, lo primero que nos llama la atención en “Das Seelenbrechen” es la ausencia de Jorgen Mukeby, responsable de tocar el saxofón en “Eremita”, un aporte que en teoría resulta chocante pero que, además de ser un elemento diferenciador, dotaba de más y más sabores a canciones como “The Paranoid” y el excepcional trabajo de Tobias Ørnes Andersen a la batería (por cierto, grabada aparte y en otros estudios como viene siendo costumbre en los discos de Ihsahn), mientras la mayoría del disco fue grabada en su propio estudio (Mnemosyne Studio), la aportación de Ørnes Andersen se registró en los Juke Joint y es especialmente significativo su trabajo tras los parches por su genialidad y versatilidad siempre al servicio de cada tema, por su manera de entender los cambios de ritmo y su originalidad a la hora de interpretar los riffs de guitarra. ¿Además, por qué no decirlo? ¡La batería suena precisa, cristalina pero a la vez contundente y llena de fuerza! Pero, claro, si hablamos de producción es hablar también de Ihsahn porque ha madurado como productor no teniendo que envidiar nada a ningún otro, sus canciones suenan potentes pero repletas de matices, en cada una de ellas se puede percibir cada elemento e incluso cuando el caos y la agresividad se apoderan de las composiciones, la mezcla resulta limpia y equilibrada.
Y si en “Eremita” era característico el saxo de Jorgen Mukeby, en “Das Seelenbrechen” es la electrónica la que toma las riendas y se erige, junto con la batería de Ørnes Andersen, como la gran protagonista del disco. Pero sería injusto no mencionar las guitarras ya que siguen siendo las que llevan el peso en canciones como “Hiber” o “NaCI”. Pero, sin duda, es la tendencia melancólica y, a veces, pausada la que marca todo este “Das Seelenbrechen” porque entre riff y riff se cuelan temas más intimistas e introspectivos que sirven como contrapunto perfecto a aquellos más fuertes y característicos, como si se hubiese mezclado definitivamente el universo de los discos en solitario de Ihsahn y los de Peccatum.
“Hiber” no es más que una continuación de “Eremita” allá donde quedó éste por lo que la transición entre un disco y otro no es tan traumática como muchos opinan. “Hiber” es Metal Progresivo con la voz de Tveitan como único rastro “blacker”, esa misma que Einar Solberg (cantante de Leprous) elogia diciendo que “es una las pocas que consigue transmitir diferentes emociones en un tono puramente Black” a diferencia de otros vocalistas del género cuyos desgarradores y chirriantes berridos únicamente parecen transmitir alienación, desesperación o parecer el conjuro de una bruja. Pero también es cierto que Ihsahn parte con ventaja ya que en ese mestizaje es capaz de interpretar partes desgarradoras pero también melódicas y salir airoso sin perder fuelle en su propuesta. La canción transmite fuerza pero también rabia y frustración, constantes cambios de ritmo y una tensión que parece que va a partir la canción en dos. Pero es con “Regen” en donde “Das Seelenbrechen” mata realmente a “Eremita” y empieza a crecer ya como álbum, un magnífico piano acompañado de una delicada sección rítmica envuelven al oyente en un “in crescendo” que llega a su clímax cuando entran la guitarra y una coral auténticamente magistral, dotando de epicidad a la composición. Pero no todo iba a ser delicadeza y si “Regen” nos ha dejado en guardia en ese estallido litúrgico en el que sabe convertirse es con “NaCI” en donde la guitarra bebe de los clásicos progresivos de los setenta y con un riff lleno de groove descorcha un disco que hace tres canciones que ha arrancado y cuya genialidad no parece tener fin. “Pulse”, como ocurría con “Regen”, nos sumerge en un estado de calma, no sólo generado por el acompañamiento musical (más cercano al Chill Out que a la electrónica actual) creando texturas gracias al teclado y los sintetizadores interpretados por el propio Ihsahn, es que nos encontramos con una de esas canciones sensibles y minimalistas tan propias de su autor; “Too proud Too ashamed, Incompatible With myself, Cold, invincible Siamese twin, By every dawn New nights begin” canta en “Pulse” pero el clímax no llega en esos versos que se graban a fuego en la memoria sino en un comienzo tan sincero como apabullante, existencialista y lleno de incertidumbre cuando Ihsahn parece recitar: “I don't know what I fear the most… What I am Or what I'm not” (No sé qué es lo que me da más miedo, si lo que soy o lo que no) y cierra junto con “Tacit II” una primera cara auténticamente gloriosa, que no acaba sin descerrajarnos un tiro con precisión el cual, según Ihsahn, le dijo un amigo (podemos imaginarnos quién) sintió lo mismo con “Tacit II” que cuando escuchó Burzum por primera vez. Olvidándonos de las exageraciones y absurdas comparaciones, “Tacit II” es brutal y descorazonadora como pocas, agresiva y tosca a pesar de beber del Progresivo. Una batería casi en bucle, frenazos y una guitarra muy cruda marcan la canción junto a la desgarrada voz de Ihsahn bramando: "Raising another tower, crumbling in the shadows of the forming idea, too tired for pride" nos hacen llegar a "Tacit I" que parece llegar a un clímax en el que "Tacit 2" era su introducción.
"Tacit I" lo tiene casi todo, voz rasgadas y agresivas, desarrollos épicos y un cambio brutal con arreglos y los metales de "Eremita" para cerrarla como una tormenta, igual que empezaba "Tacit I" y esos "To feel!" llenos de énfasis y expresividad en los cuales Ihsahn parece vomitar. "Rec" es todo lo contrario, comienza de manera suave -voz y guitarra- para ir marcando los riffs e irse envolviendo, de nuevo, con esos ritmos sincopados -más cercanos a un sampler- mientras los arreglos electrónicos le van añadiendo densidad. "M" es la gran incomprendida, ¿seríamos capaces de decir que "Mule Variations" (1999) de Tom Waits es un mal disco porque contiene "What's He Building in There?" y estropea el resultado final? "M" comienza de manera marciana para descubrirse como una auténtica maravilla más cercana a Pink Floyd gracias los coros y la guitarra que a cualquier otro estilo cercano a Ihsahn. La mejor guitarra, la más elegante, sorprendente y refinada de todo "Das Seelenbrechen" está aquí.
"Sub Alter" vuelve a sumergirnos en la melancolía con acordes disonantes, una batería perdida en el eco, arreglos inquietantes y su arrastrado tempo, mientras que "See" tan sólo es entendible como una "coda", un pastiche con el que acabar el disco y volver a sumergirte de nuevo en "Hilber", como si fuese un viaje al alma de Ihsahn. "Entropie" y "Hel" son los temas extra de "Das Seelenbrechen", siendo "Entropie" el ganador por el último puesto y volviendo a evidenciar que, tras la experimentación, Ihsahn sigue siendo Ihsahn.
Hay opiniones para todos los gustos; aquellos que ven en "Das Seelenbrechen" la cuadratura del círculo y aquellos otros que creen que, a partir de "Tacit II" el disco pierde fuelle. Creo que cualquiera que haya llegado hasta aquí con Ihsahn debería entender que nunca hará discos con simples canciones sino que lo suyo es experimentar y, siempre, ha intentado jugar con texturas y piezas musicales que se alejan de la ortodoxia no sólo del Metal sino de la música en general. Pasajes sonoros llenos de ruido, arreglos y voces, tan sólo ideados para crear sensaciones en el oyente y ahí es donde reside el secreto de este "Das Seelenbrechen" con una primera cara más convencional y una segunda llena de piezas abiertas a la interpretación y la experimentación pero que nunca dejan indiferente.
Si alguien me preguntase por uno de los discos de este año tendría que hablarle de “Das Seelenbrechen” solo que fue publicado el año pasado e Ihsahn se ha adelantado a su tiempo. Un álbum para disfrutar descubriéndolo poco a poco, sin prejuicios, con una canción para cada estado de ánimo o para cada alma, quizá de ahí su título en el que nadie parece haber reparado a estas alturas. Y ahora sí, hablemos de Emperor y Black Metal de los noventa.
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