No conozco a nadie cuyos gustos procedan del Metal o de cualquier género extremo que escuche este disco por casualidad, a "Filosofem" (1996) hay que llegar de manera premeditada, sabiendo a quién vamos a escuchar. Pero tampoco conozco a mucha gente que no haya salido escarmentada de la experiencia que supone y es que es un álbum diferente. Está claro que, de no ser Varg Vikernes su autor, seguramente, habría sido condenado al ostracismo y pocos habríamos llegado a descubrirlo pero es que estamos hablando de Varg "el lobo", del temible Conde Grishnak, del filósofo y pensador de un género tan controvertido como el Black Metal noruego pero también tan mestizo como para permitir el coqueteo con otro tipo de sonoridades, conceptos y un ingrediente tan exótico y cardinalmente diferente como la electrónica (lo que no deja de ser curioso en un álbum y un movimiento cuya ideología a veces roza con la yema de los dedos los ismos más radicales y segregacionistas o, por lo menos, en cuanto a estética y forma que no siempre fondo).
Si el Punk tomó la esvástica como fetiche esteta con el que provocar y ridiculizar -cuando no cuestionar- el Black Metal bebe del paganismo y la eterna lucha contra el adocenamiento cristiano, la misantropía y la negación más absoluta recurriendo a refugios como la tradición o la oscuridad (esas mismas tinieblas que a veces son necesarias para que el exceso de luz no nos ciegue, como defiende nuestro protagonista). En definitiva, el Black Metal, aunque coherente como expresión artístico-estética, no deja de ser un batiburrillo de ideas adolescentes con muchas y diferentes salsas, eso sí, a cada cual más especiada; un poco de cristianismo por aquí, de Tolkien, paganismo, individualismo, Nietzsche, tradición y religión por allá, una mezcla que resulta tan atractiva como adictiva y fértil para la imaginación pero completamente frágil y desestructurada como receta según sus creadores fueron forjando las principales obras del género.
Si el Punk tomó la esvástica como fetiche esteta con el que provocar y ridiculizar -cuando no cuestionar- el Black Metal bebe del paganismo y la eterna lucha contra el adocenamiento cristiano, la misantropía y la negación más absoluta recurriendo a refugios como la tradición o la oscuridad (esas mismas tinieblas que a veces son necesarias para que el exceso de luz no nos ciegue, como defiende nuestro protagonista). En definitiva, el Black Metal, aunque coherente como expresión artístico-estética, no deja de ser un batiburrillo de ideas adolescentes con muchas y diferentes salsas, eso sí, a cada cual más especiada; un poco de cristianismo por aquí, de Tolkien, paganismo, individualismo, Nietzsche, tradición y religión por allá, una mezcla que resulta tan atractiva como adictiva y fértil para la imaginación pero completamente frágil y desestructurada como receta según sus creadores fueron forjando las principales obras del género.
En la portada de "Filosofem" contemplamos la ilustración de Theodor Kittelsen "Op under Fjeldet toner en Lur" (en inglés "Up In The Hills A Clarion Call Rings Out") de 1900, un artista puramente noruego (muy popular allí pero con escaso reconocimiento internacional) cuya inspiración era la naturaleza y los seres del mundo férico. Y ya desde que tomamos el vinilo en nuestras manos podemos darnos cuenta de que no es un disco de Black Metal en sí mismo pero también de que no habrá otro más representativo de la locura de un estilo como éste, Varg tomará más ilustraciones de Kittelsen para otras obras pero es en "Filosofem" donde más nos desconcierta con esa llamada desde las colinas noruegas. Y es que Varg, por mucho que se diga y él mismo ayudase con aquellas entrevistas en los noventa, en "Filosofem" no es el actual ermitaño que ha encontrado la calma en el placer de la suficiencia del autoabastecimiento y la vida familiar en una granja junto a su mujer e hijos sino el Conde Grishnak, aquel que quemó iglesias centenarias, mató con saña a Euronymous en pleno ataque psicótico temiendo por su propia vida y grabó "Filosofem" en 1993 aunque éste se publicase en 1996 con Varg ya en la cárcel.
Pero, entre fogata y fogata, entrevista y entrevista y puñalada y puñalada, Varg no era un Metalhead irracional ni tampoco el tan temible Conde sino un adolescente con una gran imaginación. Aunque torpe musicalmente hablando, es sumamente inteligente y desde la ilustración de Kittelsen hasta la pretendidamente tosca sonoridad de las canciones, pasando por sus títulos ("Oscuridad", "La muerte de Jesús", "Contemplando las hijas del firmamento", "Fragilidad/ Decrepitud" o "Caminando con el trascendental apoyo de uno mismo") "Filosofem" es un genial tratado de cómo firmar un disco en el que se barajan todo tipo de influencias musicales como la, anteriormente citada, Electrónica, el Metal e incluso el Ambient mezclado todo ellos con un etnocentrismo brutal, el folklore y la mitología, todo ello etiquetado con denominación de origen noruego y salpicado de grandes frases y un ensalzamiento del yo frente a los demás que pocas veces se han visto en la música pero -aunque sea todo una paradoja- a pesar de ser un disco con poco de "Black Metal" no hay mejor que lo represente.
Para llegar a "Filosofem" hay que querer y llegar a su corazón requiere trabajo y es así porque lo que Vikernes logra en su disco, nunca sabremos si pretendiéndolo o no, es sumergirnos en un trance o estado anímico gracias a la intensidad de los constantes e incansables bucles de ritmos, largos desarrollos atmosféricos, texturas y repetición de patrones y riffs consiguiendo convertir las canciones en mantras en los que perdernos para, el disco toca a su fin, no saber siquiera dónde hemos estado. Un combinado sonoro atroz ideal para ser degustado a solas y sin ningún tipo de prejuicio.
"Burzum" ("Dunkelheit") se arranca con una guitarra saturadísima y una batería grabada a modo "low fi", los acordes son los mismos continuamente y el ritmo es hipnótico pero lo grande está por llegar y es que la electrónica se hace presente en los arreglos que sirven para marcar la melancolía del tema, tan sólo roto por la desgarradísima voz de Vikernes, sin grandes variaciones en su estructura -tan sólo un cambio en la escala, un puente y un socorrido solo de guitarra ejecutado con poca pericia, como debe ser- "Burzum" consigue transmitir y que hagamos las maletas en el mundo que es "Filosofem". "Jesu Død" ("Jesus' Tod") se abre con un oscuro riff "blackmetalero", oscuro como el sótano de Helvete (muy similar a lo que luego hará en "Fallen" (2011) hasta que entra una batería pasada de vueltas, como una caja de ritmos, que acelera el tono de la canción y eleva el Black Metal a las velocidades de infarto del Thrash.
"Beholding the Daughters of the Firmament" ("Erblicket die Tochter des Firmaments") es la más épica con un ritmo elegante y marcial pero lleno de la suciedad propia de la grabación, cambio de ritmo y se ralentiza entroncando con el mantra que era "Burzum" ("Dunkelheit") y el a veces inaudible, rugido de Varg. Tres canciones, más de veintidós minutos que acaban con una guitarra como si cortasen la grabación con el filo de sus cuerdas. "Decrepitude I" (Gebrechlichkeit I) comienza sin batería, con Vikernes utilizando su guitarra como base a su voz (entroncando con el Noise Rock más vanguardista) y unos arreglos similares a los utilizados en "Burzum" que dotan a la canción de la melancolía y emoción necesarias. Pero la absoluta confirmación de que estamos ante un álbum mayúsculo, no sólo en su discografía sino en la historia de la música en general, es la suite de más de veinticinco minutos (su "Shine On Your Crazy Diamond" particular" que es "Rundtgåing av den Transcendentale Egenhetens Støtte" (Rundgang um die transzendentale Saule der Singularitat) con un comienzo titubeante y cósmico que nos llevará de manera etérea al Ambient o el Chill Out (algo inaudito para el Black en general de aquellos años) hasta "Decrepitude II" (Gebrechlichkeit II) que, en las mismas coordenadas de la primera parte, cierra "Filosofem" de manera más calmada pero con Varg arrancando la misma melodía, esta vez instrumental, con una guitarra que suena una cuchilla contra el metal.
"Burzum" ("Dunkelheit") se arranca con una guitarra saturadísima y una batería grabada a modo "low fi", los acordes son los mismos continuamente y el ritmo es hipnótico pero lo grande está por llegar y es que la electrónica se hace presente en los arreglos que sirven para marcar la melancolía del tema, tan sólo roto por la desgarradísima voz de Vikernes, sin grandes variaciones en su estructura -tan sólo un cambio en la escala, un puente y un socorrido solo de guitarra ejecutado con poca pericia, como debe ser- "Burzum" consigue transmitir y que hagamos las maletas en el mundo que es "Filosofem". "Jesu Død" ("Jesus' Tod") se abre con un oscuro riff "blackmetalero", oscuro como el sótano de Helvete (muy similar a lo que luego hará en "Fallen" (2011) hasta que entra una batería pasada de vueltas, como una caja de ritmos, que acelera el tono de la canción y eleva el Black Metal a las velocidades de infarto del Thrash.
"Beholding the Daughters of the Firmament" ("Erblicket die Tochter des Firmaments") es la más épica con un ritmo elegante y marcial pero lleno de la suciedad propia de la grabación, cambio de ritmo y se ralentiza entroncando con el mantra que era "Burzum" ("Dunkelheit") y el a veces inaudible, rugido de Varg. Tres canciones, más de veintidós minutos que acaban con una guitarra como si cortasen la grabación con el filo de sus cuerdas. "Decrepitude I" (Gebrechlichkeit I) comienza sin batería, con Vikernes utilizando su guitarra como base a su voz (entroncando con el Noise Rock más vanguardista) y unos arreglos similares a los utilizados en "Burzum" que dotan a la canción de la melancolía y emoción necesarias. Pero la absoluta confirmación de que estamos ante un álbum mayúsculo, no sólo en su discografía sino en la historia de la música en general, es la suite de más de veinticinco minutos (su "Shine On Your Crazy Diamond" particular" que es "Rundtgåing av den Transcendentale Egenhetens Støtte" (Rundgang um die transzendentale Saule der Singularitat) con un comienzo titubeante y cósmico que nos llevará de manera etérea al Ambient o el Chill Out (algo inaudito para el Black en general de aquellos años) hasta "Decrepitude II" (Gebrechlichkeit II) que, en las mismas coordenadas de la primera parte, cierra "Filosofem" de manera más calmada pero con Varg arrancando la misma melodía, esta vez instrumental, con una guitarra que suena una cuchilla contra el metal.
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