Que, conforme van pasando los años, las nuevas generaciones tengan menos y menos interés en la música que se hizo antes de que naciesen pero, sin embargo, presuman de sí saberlo es un hecho constatado y es que a los seguidores de los ingleses se les llenan las orejas de piropos con el grupo de sus desvelos y después también la boca con referencias que, por mucho que nos queramos empeñar, resultan del todo insondables e increíbles en la música de Turner y compañía.
Con “AM” se repite la vieja historia de siempre; el grupo que “pega el pelotazo” en el primer disco y, a excepción de algunos aciertos (como es el caso de “Humbug” en el 2009) el resto de su discografía se debate entre el bostezo y temas grandiosos que salvan en la reválida a álbumes generalmente mediocres que no llegarían a ningún sitio de otro modo.
Sí, mediocres, porque ya está bien de ensalzar aquello que, sin estar mal, no llega allá donde los críticos quieren auparlo. Está claro que Alex Turner tiene capacidad, es un buen letrista y compositor, no seré yo quien le ataque más cuando sus discos siguen gustándome y le defiendo como uno de los grandes músicos de nuestra época pero tampoco voy a engañarme a mí mismo y mucho menos a los que me estáis leyendo: Arctic Monkeys no son The Jam, Turner no es Paul Weller, tampoco son The Kinks o The Who, mucho menos The Clash y no voy a engañar a nadie, “AM” no bebe del Blues, del Soul ni de los setenta o de la psicodelia, no tiene nada de R&B, ni el Stoner (aunque el ex-Kyuss se haya hecho inseparable de Alex) y digo todo esto porque en apenas unas semanas he leído y escuchado todo tipo de sandeces sobre “AM” cuando es únicamente Rock con algún momento Pop sazonado, eso sí, con buen gusto pero cuya digestión es anormalmente ligera no dejando poso o interés alguno por más escuchas en un disco con tales pretensiones.
Turner, por lo menos, intenta destapar el tarro de las esencias y si bien apunta que ha tomado la influencia –cuando no masacrado- directamente a The Velvet Underground no es del todo sincero ya que en su nuevo disco hay plagios velados para todos y, por mucho que me duela, Josh Homme también exagera cuando dice que el nuevo disco de los monos del ártico es un gran álbum y ni mucho menos sexy, como ha declarado. Pero sí que tengo que darle la razón en una cosa, “AM” sí que retrata perfectamente el paso de la medianoche, es más; refleja fielmente el momento de retorno a casa, con las luces de la madrugada y la sensación frustrante de haber bebido para no llegar a ningún sitio.
No tengo duda alguna de que para su quinto disco se han esforzado y han querido desmarcarse continuando la, ya mencionada, senda iniciada en “Humbug” y revestida de Rock clásico en “Suck It And See” (2011) pero hay una parte de mí que intuye que el cuarteto de Sheffield se está moviendo con inteligencia para enmascarar su propia incapacidad de repetir un “Whatever People Say I Am, That's What I'm Not” (2006) -que, por otro lado, tampoco tendría mucho sentido que hiciesen ahora siete años después- y si en el primer disco saltaban y hacían mover el esqueleto a su público con una frescura inusitada en los últimos diez años y en “Favourite Worst Nightmare” (2007) intentaba la pirueta sin éxito, desde “Humbug” nos han hecho creer a todos que están en pleno viaje hacia una supuesta madurez, ansiada por parte de la crítica y que, con cada disco, están a un pasito de completar su obra maestra definitiva. ¿No me digan que no es una jugada maestra?
Si siempre nos estamos quejando de que a los grupos de ahora no les dejamos crecer, con The Arctic Monkeys estamos haciendo justo lo contrario; dejándoles más, más y más espacio para seguir grabando discos y probar fortuna con la mera excusa de ser un grupo que está madurando cuando a otros ya les habríamos defenestrado al tercer disco. Desde luego que sí, Alex Turner es inteligente, se sabe rodear, sabe elegir en qué discos colaborar y nos sabe vender la moto como ningún otro.
Para “AM” cuentan con Homme a los coros en “One For The Road” y “Knee Sock” pero indudablemente también como gurú (como viene ocurriendo desde “Humbug”), además se refuerzan con Ryder-Jones a las guitarras en “Fireside”, Pete Thomas a los parches en “Mad Sounds” y James Ford a la producción.
Y hay que reconocer que "Do I Wanna Know?"es irresistible, quizá la mejor de todo el disco por mucho que a algunos pueda joderles el que malgasten su cartucho para abrir "AM" y luego todo se diluya. El fraseo de Turner es brillante y las guitarras una maravilla pero también quizá por la batería de Matt y esos coros en falsete. Una gran canción con muy buenas intenciones, que apunta alto y cuyo bajo es demoledor en su rotundidad. Lo que no puedo decir "R U Mine?" y eso que las opiniones de los internautas fueron bastante favorables, una buena base rítmica, sólida y con músculo pero, a pesar de mi empeño por ver ese supuesto salto a la pista de baile, no imagino una canción como "R U Mine?" - más cercana al medio tiempo que otra cosa- como una auténtica "rompepistas", nota alta para los coros -de nuevo en falsete- pero los "licks" de las guitarras suenan francamente ridículos cuando se ven desprovistos de todo acompañamiento a menos de un minuto para acabar (Turner y Cook no son precisamente virtuosos con las seis cuerdas). Me resultan muy exagerados los elogios dedicados a esta canción, completamente fuera de lugar.
En "One For The Road" tenemos a Homme como invitado en un registro bastante poco usual en él pero muy acertado, minimalista e igual de sólida que las anteriores en sus bases pero de ahí a llamar a la puerta de Dr.Dre o decir que esto es R&B hay un gran trecho. "One For The Road" es interesante pero en directo se perderá en el cuerpo central de sus conciertos, justo cuando los "indies más indies" aprovechen para ir a por cerveza o juguetear con sus smartphones. El que quiera vislumbrar un éxito o un momento cumbre en su puesta en escena está jodido, muy jodido. Con "Arabella" entramos en el anticlímax del disco, aquí no hay Rock ni R&B, tan sólo una canción con los graves saturados y un riff de dos notas, decir que es la joya de "AM" es pecar de pretencioso porque "Arabella" tan sólo continua la senda de las tres anteriores y, eso sí, nos adentra en el espíritu de su disco más irregular (y, por favor, atención al plagio en el sonido del solo, menos mal que tan sólo dura pocos segundos).
"I Want It All" no es Pop, es un medio tiempo cantado en falsete, bastante aburrida en su estructura y únicamente salvable en la parte vocal. Punto a favor para los Arctic Monkeys, la unión de sus voces ha mejorado y son capaces de lograr grandes momentos jugando con sus gargantas, punto en contra de "I Want It All" es la manera de acabar con un "fade out" rancio, sin imaginación, impropio de su supuesta madurez y ganas de experimentación, para cortarle las manos a James Ford. "No. 1 Party Anthem", sin embargo, es grande y es que no entiendo por qué de esa impostada actitud en las fotos, ese forzado cambio hacia terrenos más rockeros que no pega con la naturaleza del grupo, en "No. 1 Party Anthem" nos encontramos a un Turner cómodo en su registro "más submarine" que otra cosa, sonando grande, evolucionando sin tener que experimentar y hacer sonar sus guitarras como sólo ellos no saben hacerlas sonar. "Mad Sounds" falla en su intento, rompe el "puntito" alcanzado con "No. 1 Party Anthem" y nos muestra a un Alex Turner frágil en cuanto a registro, desnudo sin esos coros que tanto le favorecen, por ejemplo, en los puentes y estribillos.
"Fireside" sí que nos trae de vuelta a los Arctic Monkeys más melodiosos con una textura deliciosa gracias a Bill Ryder-Jones y el tono general de la canción. "Why'd You Only Call Me When You're High?" baraja una gran idea, suena a madrugada y apesta a alcohol y recuperamos al Turner de las grandes frases y los títulos largos, un tema en el que su voz se entrelaza con la melodía del bajo y los coros, que aún así pierde fuerza según avanza. Pero lo mejor de ella es su puente, esos pocos segundos sí que constituyen una de las grandes joyas de este disco. "Snap Out Of It" suena tremenda con ese piano y ese ritmo "andante" y jovial, tan inglés como el té, todo un single en potencia que espero que no se pierda. "Knee Socks"atufa a los peores Stones de los ochenta y hace descender la nota media del disco y sigo sin ver ese R&B que la gente cacarea por mucho que resalten las voces en el estribillo y compriman el bajo en la producción. Pero el dislate llega a su final con "I Wanna Be Yours" -y las miles de menciones por parte de sus fans que ahora dicen conocer a John Cooper Clarke (¡ja, me parto!)-, de la que sólo puedo destacar de ella sus guitarras y ese espíritu nocturno, a pesar de que logren cierta intensidad cuando repiten por enésima vez "I Wanna Be Yours" como un forzado mantra.
En definitiva, “AM” es un disco de transición con buenas ideas, algunos temas con gancho y una pequeña vuelta de tuerca a lo que ya nos mostraron en “Suck It And See” pero no es su obra maestra y, aunque ahonde en la búsqueda de esa fingida madurez, se queda a medio camino. No se les puede echar nada en cara si siguen firmando canciones como "Why'd You Only Call Me When You're High?" o "Do I Wanna Know?" a excepción de que abandonen ya esa impostura de estar constantemente creciendo y sean capaces de confirmar las expectativas volcadas en ellos. ¿Algo más? Sí, por favor, cuelguen del palo mayor a Matthew Cooper, la portada es horrenda y, háganme caso: huyan de las críticas que, para defender este disco, incluyan palabras como "R&B", "madurez", "bailable" y "sexy" porque les están engañando.
© 2013 Conde Draco