Después de despistar a propios y ajenos con un disco como “Sex & Religion” (1993), Vai volvería a cabalgar sobre su Ibanez con más fuerza que nunca en un EP como es “Alien Love Secrets” (1995) y es que, después de su aventura con Devin Townsend, se vio inmerso en la composición de su próximo disco, “Fire Coma” (posteriormente bautizado como “Fire Garden”), un álbum doble que, debido a sus constante retrasos, lo único que hizo fue acrecentar el hambre de sus fans por echarse a la boca material nuevo de Steve Vai y ahí es cuando llega este “Alien Love Secrets” que, a la larga, se ha confirmado como uno de los mejores trabajos del norteamericano. Ya no hay duda alguna acerca de la creatividad de un artista que tras un disco como “Sex & Religion” trabaja en un álbum doble y, para colmo, tiene suficiente tiempo como para materializar un EP de siete canciones a la misma altura que lo mejor de su producción.
Neil Zlozower es el encargado de fotografiar a Steve para la portada, sus enormes manos cubren su rostro como si fuese el famoso monstruo alienígena de Ridley Scott y el mismo título del disco nos transporta de nuevo a un mundo mucho menos terrenal que el de su anterior entrega. Se acompaña de Deen Castronovo y Tommy Mars para grabar los siete temas en pocas semanas, además de Desmond Child en el apartado artístico y Sergio Buss en la masterización.
Una de las cosas que más me gusta en un guitarrista es cuando establece una relación con su propia guitarra y ésta se convierte en parte de sí mismo, cuando no sólo hablamos de un instrumento y un músico sino de una relación. De sobra es conocida la afición de Vai por las guitarras (no necesariamente “vintage” sino por cualquiera que le llame la atención, le guste estéticamente o por sonido y tacto) y su querencia por las más habituales a las que incluso bautiza y lo mejor de todo es que cada una parece poseer su propia personalidad. Y, aunque sea una característica común en todos los discos de Vai su forma de hacerlas hablar, es en este “Alien Love Secrets” en donde las hace relinchar, resoplar, dar coces y patear el suelo. No estoy exagerando, basta escuchar “Bad Horsie” para entender esto. Una de las canciones más duras y pesadas de toda la discografía de Vai, en “Bad Horsie” el sonido es “gordo”, lleno de graves y, con un pesado riff (que ya tocó en “Cruce de caminos”) gracias a esas séptima cuerda, que se alterna con esa forma de imitar el sonido del relincho de un caballo y lo logra; la guitarra de Steve parece un potro salvaje y, durante todo el tema, no dará tregua alguna. Sencillamente espectacular, deja sin aliento.
La enérgica “Juice” dará el contrapunto perfecto al denso groove de “Bad Horsie” y se muestra cuajada de solos, a cada cual mejor, y rápidos fraseos que convierten el tema en un torbellino. “Die To Live” intenta calmar los ánimos de un EP que, hasta el momento, no ha dejado un segundo para la reflexión o el momento místico que toda grabación de Vai posee, una canción mucho más limpia y cristalina, ideal para afrontar la que se nos viene encima con la “zappiana” “The Boy From Seattle”, experimental y llena de arreglos y desarrollos, a medio hervir entre el Rock, el Progresivo y la fusión de todo tipo de estilos para lo que parece un ejercicio.
“Ya-yo Gakk” es quizá la más divertida de todo el EP gracias a la participación de su propio hijo que “canta” la canción mientras su padre le sigue con la guitarra e intenta imitar la vocalización de palabras del niño con las cuerdas de su Ibanez, puede parecer un tema prescindible pero es toda una exhibición de técnica e inventiva en lo que es claramente un intento por parte de Steve de romper los límites entre las cuerdas vocales de un ser humano y los de su instrumento. “Kill the guy with the ball” siempre ha sido la más injustamente criticada del conjunto, quizá porque tiene la desgracia de convivir con canciones como “Bad Horsie”, “Juice”, “Die To Live” o la simpática “Ya-yo Gakk”, aún así me gusta “Kill the guy with the ball” –y, en ocasiones, Vai la recupera en directo- por la fuerza y la energía del tema en cuestión, el único inconveniente podría su duración, siete minutos de atronadores riffs que dejan exhausto a los oídos más extremos para caer en “The God Eaters” y sus sonidos de otra dimensión.
Y, para acabar, la auténtica joya del disco (con permiso de las anteriores y, en especial, de “Bad Horsie” que, por cierto, da también nombre a un pedal “Vai signature” de Morley gracias al timbre en el “wah” que logramos con él) que es “Tender Surrender”, una canción llena de sentimiento e intensidad que nos hace llegar al clímax gracias al magnífico solo y el sonido que logra exprimirle a su guitarra, una obra maestra que cierra el EP con un broche de oro.
Algo que siempre me sorprenderá de Vai es su capacidad creativa y, en particular, este “Alien Love Secrets” me parece un auténtico regalo aún cuando estaba plenamente envuelto en la aventura de “Fire Garden”. Como detalle curioso mencionar la imposible conexión entre el suicidio de Cobain y el disco de Vai. De todos es sabido la admiración que profesaba Steve por Kurt como guitarrista ya que, si bien sus estilos y talentos no podían ser más equidistantes, le gustaba su estilo y las melodías que éste era capaz de arrancar a su Fender Jaguar a pesar de su escasa técnica. Sorprenden títulos como “The Boy From Seattle” (en realidad, dedicado a Hendrix) o “Die To Live” pero, por mucho que nos esforcemos en buscar otro tipo de conexiones más “hendrixianas” o ajenas a Cobain, por la época, todas las pistas nos llevan al final del malogrado artista de Seattle. Vai no es de este mundo y con este pequeño “tour de forcé” y lo que tendría que llegar tan sólo nos lo confirmaba.
© 2013 Jim Tonic