Empiezo a estar un poquito cansado de que Alex Kapranos muestre tanto aparente hermetismo con cada uno de los lanzamientos de Franz Ferdinand y sea tan celoso a la filtración de canciones, adelantos de éstas en directo y todo el supuesto secretismo para lanzar, una y otra vez, el mismo disco desde el 2005. Su homónimo debut supuso un soplo de aire fresco en el 2004, sus conciertos en aquella época eran de órdago, se mostraban frenéticos y sabían cómo excitar al público. No había grupo más divertido y vitalista sobre la faz de la tierra, eran como un Red Bull bien frío. “You Could Have It So Much Better” era un aceptable segundo álbum en su más amplia definición; no se reinventaban, no había grandes canciones como en “Franz Ferdinand”, tiraban de la inspiración de los años de haber compuesto el primero pero les ayudaba a continuar presentando en directo una vez más las canciones de “Franz Ferdinand”, rellenar los huecos en el repertorio de sus propios conciertos y seguir aprovechando el tirón pero ya empezaban a dar muestras de que su fórmula era finita, algo que confirmaron con “Tonight: Franz Ferdinand” y “Blood: Franz Ferdinand” en el 2009 (vamos, no jodas, ¿influencias étnicas, cómo es posible que nos la colasen de esa manera?) , quizá la demostración más palpable de que cualquier comparación con Talking Heads siempre fue gratuita y verdaderamente absurda, de que Franz Ferdinand habían muerto como tal tras su primer disco.
Es verdad que muchas veces nos quejamos de que a los grupos jóvenes no se les deja crecer pero, en el caso de Franz Ferdinand, la crítica y el público les ha mimado para ello, parafraseando una canción de U2 en los noventa: “les dimos todo lo que siempre habían querido pero no era lo que querían”. A Franz Ferdinand no les ha matado su, ahora escasa, inspiración, sus poco acertados discos tras el descorche del primero, a Franz Ferdinand les ha matado el éxito y su puñetera autocomplacencia. Un grupo que es capaz de componer grandes temas como “Jacqueline”, la excelente “The Dark of the Matinée” o, la radiada hasta la saciedad, “Take Me Out” no es posible que nos haga conformarnos con medianías absurdas como “Do You Want To” (que era tan cansina y repetitiva como infantil) o una parodia de sí mismos como es “Ulysses”.
Y empiezo a creer que incluso los estertores del grupo en estudio han llegado a extenderse al directo. Creo que verles tres veces son demasiadas y durante la gira que precedió “Tonight: Franz Ferdinand” me largué de uno de sus conciertos. Me explico, asistí a un festival de cuyo nombre no quiero acordarme tan sólo por ver a Bob Dylan, logré conseguir la primera fila y entre la puñetera tirolina, la carpa dance sonando de fondo y las hordas de niñatas gritando cada vez que Alex Kapranos pasaba por delante de la valla de seguridad para escuchar algunas canciones del de Minnesota, firmar autógrafos y hacerse fotos en el foso luciendo flequillo y Ray Ban Wayfarer con chavalas que podrían ser sus hijas mientras un artista de la talla de Bob Dylan tocaba canciones que en él en su puta vida soñará siquiera con componer, me asqueó tanto que, cuando Nick McCarthy y él salieron al escenario como si se hubiesen metido una raya, me largué sin ganas de verles. Muchas veces es complicado explicar decisiones aparentemente irracionales en algo tan pasional como es la música pero lo repito; para mí Franz Ferdinand murieron en el 2005.
No contento con eso y como debo ser masoca, les di una inmerecida oportunidad más y pude verles ya inmersos en la gira de presentación de “Tonight: Franz Ferdinand” en el Palacio de Deportes de Madrid, salí avergonzado de aquel concierto, creo que pocas veces he visto algo tan mediocre revestido de tanto esnobismo y tanto niñato entre el público (miento, mis experiencias con los Arctic Monkeys me dicen que el esfuerzo publicitario y la juventud del artista es inversamente proporcional a la inteligencia y el criterio de su audiencia). Desde aquel momento me juré y perjuré a mí mismo no volver a malgastar mi tiempo viendo de nuevo a los escoceses haciendo de banda tributo con versiones de sí mismos y, de ahora en adelante, también me plantearé volver a escuchar un nuevo disco suyo.
Si de algo puede presumir “Right Thoughts, Right Words, Right Action” es de ligereza. Si querían frescura la han conseguido gracias a la intranscendencia; el nuevo álbum de Franz Ferdinand es tan pretendidamente fresco que, cuando uno termina de escucharlo, no recuerda ninguna canción excepto acordes y ritmos pueriles, grititos absurdos, estribillos ramplones y la voz de Kapranos que ha pasado de ser una de las más atractivas y sugerentes del pop actual para terminar en un tono monocorde en el que todo lo que cante tendrá la misma inaparente gracia. Escuchar una canción suya es entretenido, escucharse un disco entero puede llegar a empachar.
"Right Action" puede llegar a convencer en sus primeras notas, es muy dinámica y la verdad es que es pegadiza pero, aunque el cambio de ritmo es interesante, pronto la monotonía se hace con el tema y son tres minutos repetitivos. "Evil Eye" vuelve a las coordenadas de la música de Ferdinand y lo que más me gusta de ella son los coros, los diálogos que establecen y el ritmo con ese semitono tan interesante, pero el ritmo la hace perder gancho. "Love Illumination", sin embargo, hace que nos mantengamos en vilo, un buen tema, rápido, a la yugular e interesante, el estribillo pierde algo de intensidad (una de esos extraños casos en los que las estrofas son sustancialmente mejores que la, supuestamente parte más pegadiza de la canción, curioso) mientras que "Stand On The Horizon" fusila la influencia de sus dos primeros discos sin éxito. El auto-plagio sobrevuela el disco a estas alturas y "Fresh Strawberries" confirma que estamos encarando el final de un álbum que no ha hecho más que empezar. ¿Cómo es posible?
Pero "Bullet" nos sorprende o, por lo menos, con ese comienzo tan enérgico, es un espejismo porque aunque la idea es buena, la canción no tiene gancho. "Treason! Animals." inaugura la parte más aburrida de esta segunda cara con "The Universe Expanded", que tarda demasiado en arrancar o, mejor dicho, parece no hacerlo nunca. "Brief Encounters" es puro relleno hasta que llegamos a la guitarra de "Goodbye Lovers & Friends" (como debería sonar el resto del disco) y tenemos la sensación de haber llegado a la joya del álbum si no fuese porque la idea se esfuma rápidamente de nuestra cabeza cuando nos damos cuenta de que Kapranos y los suyos deciden cerrar "Right Thoughts, Right Words, Right Action" con un experimento de poco más de tres minutos como es "Goodbye Lovers & Friends" que no, no funciona por mucho que se empeñen.
Y así acaba “Right Thoughts, Right Words, Right Action”, un álbum que sólo sirve como excusa para que el grupo salga otra vez más a la carretera y sea pasto de insulsos festivales con carteles sin sentido llenos de universitarios con muchas ganas de saltar como cabras locas y poca cabeza para pensar qué es lo que les están vendiendo un año tras otro. El nuevo disco demuestra que, en efecto, todo en la vida es cíclico y en Franz Ferdinand la escasez de ideas y la mediocridad nos visitan con cada nuevo lanzamiento.
© 2013 Piero Bambini