Como amante de la música cada vez entiendo menos que algunos grupos busquen innovar. Lo siento, quizá sea la edad y me esté haciendo mayor pero cada día aprecio más a esa clase de artistas en los que uno se siente reconfortado cuando ve que no abandonan su sello característico. ¿Por qué cambiar? Creo que ha llegado un momento en el que se ha malinterpretado la llamada “evolución” y no siempre que se muta hay una evolución bien entendida. He presenciado y vivido giros excepcionales, claro que sí, como el que aconteció en el universo de los irlandeses cuando publicaron “Achtung Baby” (1991) y abandonaron el desierto norteamericano para embutirse en pantalones de cuero, peinarse con gomina, llevar gafas de mosca y ser bendecidos por Manchester o Berlín y su influjo pero también he presenciado cambios aborrecibles y forzados ante el agotamiento creativo. Me explico, giros radicales pero naturales, gloriosos e inspirados como los de Bowie y sus piruetas sin red, he visto pocos, cambios de grupos que sienten que su fórmula se agota o se obsesionan por dar una vuelta de tuerca sin sentido en cada disco, muchos. Pero es que lo más difícil de un grupo, a veces, es encontrar la identidad, la marca o el sello y vivimos tiempos en los que a los grupos no se les deja crecer de manera natural, sin presión. Editors nos deslumbraron con “The Back Room” (2005) y les disfrutamos en directo en la gira de “An End Has a Start” (2007). Es cierto que sonaban demasiado Joy Division (pero de tercera), que formaron escena con -los ahora agonizantes- Interpol y parecía que su propuesta era finita y con fecha de caducidad pero tenían grandes temas como “Munich”, "Smokers outside the Hospital doors" y "The Racing Rats, ¿por qué forzar el cambio y no afincarse en su estilo mientras seguían componiendo canciones así?
No debía pensar lo mismo Tom Smith y vaya si lo forzó, “In This Light and On This Evening” no tenía ninguna canción a la altura de las anteriores. Me da igual lo que estés pensando a estas alturas, no la tenía y punto, lo sabemos todos. No había ni un solo single que levantase a la gente en directo y la mezcla de sus canciones de “synth-pop” inofensivo con guitarras más ochenteras como “The Racing Rats” en vivo y la reacción de su público les debía haber dado una idea de por dónde deberían ir los tiros para su próximo disco pero Smith anunció más sintetizadores y todos nos temimos una prematura defunción de Editors con la llegada de “The Weight Of Your Love”. Sólo les quedaría la grabación de un directo, un recopilatorio y a morir.
Pues no, no ha sido así pero antes de intentar describir las canciones seamos sinceros y hablemos del álbum. ¿Es lo que esperábamos de Editors? No, particularmente esperaba una vuelta a las guitarras más crudas, a canciones más directas o rápidas. En ningún momento se me ocurrió que después de “In This Light and On This Evening”, a pesar de lo que los críticos dijesen en su momento ensalzando la labor del grupo, volviesen a repetir con Flood. ¿Y después de haberlo escuchado una y otra, una y otra vez, es mejor o peor?
“The Weight Of Your Love” es claramente superior a su anterior entrega, las canciones son literalmente perfectas pero acusa una falta de fuerza en general, aún siendo uno de los discos más bonitos en lo que va de año, le falta cafeína, algún tema en el que saltemos, que divida el disco, que le haga cambiar de tercio, que le resucite antes del final. Y ése, precisamente, es el gran defecto del álbum: aún teniendo grandes canciones, Editors, en su intento de desmarcarse y salirse por la tangente, lo que han hecho –sin querer- ha sido “apaisajarse” al resto. En “The Weight Of Your Love” encontramos demasiado de Echo & The Bunnymen, demasiado de los más exitosos Coldplay, demasiado condimento de U2, melancolía de Radiohead, melodías más propias de los The Cure más taciturnos y si me apuran de clásicos recientes como The National, los desaparecidos The Doves o los fugaces y ahora olvidados Hope Of The States (¡qué canciones hacía este grupo, por favor!). Así, el que conozca y haya mamado los discos de estos grupos, no encontrará sorpresa alguna en el nuevo álbum de Editors, mientras que el neófito se sorprenderá y maravillará de aquello que lleva años inventado, comercializado y explotado hasta la saciedad. Lo que de verdad diferencia a este disco de otros son las canciones, no el envoltorio, vamos a por ellas….
"The Weight" es perfecta para comenzar un disco, arranca como una sirena y al poco se convierte en un blues arrastrado y denso, ¿Blues e Indie juntos? Sí, Editors lo logran y la voz de Smith suena muy bien en un estribillo dramático y tenso, buen comienzo para "The Weight Of Your Love". Lo mejor de "Sugar" es el músculo del bajo mezclado con la batería, la guitarra es simplemente un colchón sobre el que despega la voz. Quizá la mayor crítica a estas alturas es el tono reposado de Tom Smith a medio camino entre Curtis y el intimismo hablado de Matt Berninger de The National. En "A Ton Of Love" el comienzo con toque oriental le favorece y, aunque en la estrofa, se calme, el estribillo es de lo mejor del disco a pesar de que beba directamente del legado de U2 y la "emocionalidad" de algunos de sus mejores temas (es que, hasta en el videoclip, Tom se mueve como Bono, ¡qué descaro!). Y es que siempre he pensado que este tipo de grupos son para aquellos que son tan esnobs como para ser incapaces de amar a los irlandeses y, sin embargo, volcarse en todos esos grupos que beben directamente de ellos.
Y llegamos al clímax, "What is this thing called love" (no la de Cole Porter, obviamente) que es una pieza magnífica, con un falsete con un tono similar al de Michael Stipe y que se eleva a los cielos en su estribillo. Magnífica, soberbia, simplemente preciosa. Pero aquí no acaba la cosa porque con "Honesty" suben aún más la nota en una de las mejores canciones del año y un puente con unos coros para el recuerdo, por no hablar de sus arreglos. Es por estas canciones por las que el disco acaricia el notable, deliciosa.
La intensidad continúa con la minimalista "Nothing" en la que los arreglos de cuerda juegan un papel importantísimo en el "in crescendo" del tema. "Formaldehyde" sube el ritmo con un bajo heredero de Joy Division y unas guitarras que recuerdan a los Smiths, funciona porque es el contrapunto perfecto a las últimas tres joyas de la primera cara. Igual que "Hyena" que rompe el disco en dos mitades claramente diferenciadas pero se agradece un corte más crudo, una canción más directa como es ésta. "Two Hearted Spider" patina, sin embargo, porque simplemente no llega a la altura de las primeras y aunque el estribillo golpea como es debido en nuestro interior no llega a las cotas de intensidad de "Honesty" o "What is this thing called love".
Y llegamos a "The Phone Book", otra joyita que, aunque baja el ritmo del disco, suena bonita y desoladora como solo los Editors saben sonar cuando quieren mientras "Bird Of Prey" cierra el disco a martillazos, con una batería que retumba y reverbera mientras Smith parece sermonear en un tono más sobrio. Letras de desamor, abandono, historias sensibles e intensas pero todas bonitas y a la vez crudas y desoladoras.
En definitiva, grandes temas para escuchar una y otra vez de un grupo que, en su búsqueda del constante cambio, parece encontrar de nuevo el equilibrio en tierra de otros, justo donde no deberían estar buscando. Hemos salido del callejón de Joy División y el fantasma de Curtis para entrar en el de los irlandeses e ingleses vivos más ricos del Pop/ Rock de las últimas décadas. Mala elección, Tom Smith debería preocuparse más de seguir componiendo como lo está haciendo y olvidarse de sintetizadores y productores que fueron novedosos hace veinte años. Aún así, lo dicho, grandes canciones.
© 2013 Conde Draco