¡Abracadabra, pata de Kadavar y la luz se hizo! Pero no seamos tampoco cínicos y tildemos a Kadavar de genuinos hijos de la dorada década de los setenta o salvadores del rock porque, a pesar de lo que muchos digan, tienen de kraut sólo la denominación de orígen, de King Crimson las ganas o directamente nada, de Hawkind la pretensión y de Amon Düül II el sonido en algunas -sólo algunas- de sus composiciones (menos mal, por otro lado), lo que ocurre es que a muchos críticos se nos llena la boca mentando a Faust y metiendo a Can con calzador en la crítica de un grupo de alemán a los que, eso sí hay que decirlo bien alto, hay que agradecerles el esfuerzo por desmarcarse de la berlinesa capital mundial de la música electrónica (o así era hace casi veinte años) y ser capaces de poner en boca de veinteañeros y treintañeros, palabras y palabros como krautrock o psicodelia lisérgica aunque no sepan ni ellos mismos ni a lo que se refieren. El mérito es suyo, por supuesto, tanto como el de generar cierto culto y magnetismo a su alrededor y de cuidar su descuidada, valga la paradoja, imagen en las fotografías de sus portadas, obra de Joe Dilworth, antiguo batería de Stereolab. Desde ZZ Top creo que no ha habido un solo grupo que, en los últimos años, contagie su look "barbilargo" entre la juventud con tanto éxito. ¿Es que acaso estamos deseando recuperar la magia de una década en la que todo parecía más auténtico ahora que han pasado los años? ¿Por qué nos atrae tanto lo retro, por qué es capaz de cautivarnos un grupo que suena como lo hacían otros hace más de cuarenta años y creernos que es la cuadratura del círculo cuando lo que deberíamos pedirles es que diesen pasos en vez de regresar sobre los que ya dieron nuestros padres hace mucho? En el Rock, como en casi todo, ya está todo inventado y mirar atrás sólo tiene una lectura; intentar mejorar lo presente. Kadavar, en ese sentido fracasa de algún modo en este "Abra Kadavar", ya que, a pesar de ser capaces de capturar esa magia, no aportan nada de su cosecha y "ni cuecen ni enriquecen", sólo recalientan el plato en el microondas. Por otro lado, es innegable que "Abra Kadavar" suena bien, muy bien, orgánico (bajo, guitarra, batería y a volar), vibrante, crudo y directo pero con la dosis justita de psicodelia pero no todo lo lisérgica que muchos quieren ver. Kadavar no son Hawkind, ni Guru Guru y tampoco les hace falta con una audiencia que sólo conocerá a estos grupos a través de Wikipedia.
Ni Fripp, ni Black Sabbath, ni mucho menos Led Zeppelin, no seamos pretenciosos, Kadavar abren su álbum con "Come Back Life" y suena tan bien que uno cree volver en el tiempo a lomos de un DeLorean con el viento agitando nuestras barbas y melenas pero ni puto rastro de Zeppelin o Sabbath. "Come Back Life" es afilada en sus guitarras, suena musculosa gracias al bajo de Mammut y se encabrita en el estribillo gracias a la voz de Christoph "Lupus" Lindemann para pronto tornarse machacona con un riff a medio camino entre el Rock de los setenta y el rock Alternativo más light. Un gran tema antes de una de las grandes protagonistas del álbum, "Doomsday Machine", que es pura adrenalina y, aunque sigue la estela de "Come Back Life", se crece en el estribillo, a pesar de ser un trío, sonando sólida incluso cuando la guitarra de "Lupus" se entrega en el solo.
"Eye of the Storm" suena más desnuda que las anteriores pero es el single más claro, es maravillosa y la guitarra es capaz de compartir protagonismo con la voz, se suceden los riffs plagados de cambios de ritmo con un batería como Tiger que parece no agotarse nunca y un estribillo de esos que se alojan en tu cabeza, de los que es complicado despegarte. El comienzo sinuoso de "Black Snake" evoca precisamente a eso; una gran serpiente negra abriéndose paso lentamente y pronto se transformará en un Blues Rock en el que todo parece encajar y la pesadez del riff devora por completo la estructura clásica con la que había comenzado.
El sabor añejo de "Dust" es innegable y de nuevo el trabajo de Tiger es sobresaliente y es justo en estas canciones donde el traqueteante ritmo de Kadavar nos hace creer en la honestidad de su propuesta ya que es en canciones como ésta o "Fire" en donde se les siente más cómodos o, por lo menos, engrasados. Precisamente esta última y su galopar, su riff y su comienzo, suenan a clásico por los cuatro costados. "Liquid Dream" y sus arreglos la hacen subir la nota media de "Abra Kadavar" y transportarnos de nuevo a otra década, suena retro, marciana y diferente, precisamente un ejemplo de lo que antes echaba en falta en el trío alemán, la innovación no siempre es sinónimo de mejora, es verdad que a veces sobreestimamos el poder de dejarnos sorprender para luego darnos cuenta de que sólo eran fuegos artificiales pero lo que yo les pido a Kadavar no es que me hagan un disco fresco y de vanguardia con los ingredientes que tienen sino que le den una pequeña vuelta de tuerca a esas influencias que no se sonrojan en demostrar. Sí lo hacen en "Liquid Dream" o "Rythm for Endless Minds" en donde, por mucho que se empeñen en sonar más Kraut que el propio Krautrock, sí que uno siente que está yendo hacia algún sitio y no precisamente al pasado.
"Abra Kadabra" es un conjuro, un exorcismo con un Wah que le sienta tan bien que uno podría imaginarse en el desierto bailando toda la madrugada alrededor de una hoguera, un ejercicio magnífico en clave de Jam que puede llevarles lejos sobre las tablas y a nosotros en directo acompañándoles. De regalo, la edición incluye la sólida "The Man I Shot" que suena como si una gran piedra se desplomase provocando un estruendo de más de siete minutos de duración después de la fiesta hippie que acabamos de vivir con "Abra Kadabra".
Agradezco que "Abra Kadavar" sea deslumbrante pero no llegue a cegarnos porque quizá ahí esté el secreto de estos alemanes y así su carrera podrá seguir construyéndose piedra a piedra, con la solidez de este álbum y sin que un debut plagado de singles nos hubiese privado de verles crecer en un segundo o tercer disco en los que seguro lo mejor está por llegar o no...
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