¿Cómo es posible que Mick Taylor pasase por Madrid y hubiese tan poquita repercusión? Estoy seguro de que, a poco que se mencionase su pasado en los Rolling Stones, habría sido capaz de congregar a unas pocas personas más como, por ejemplo, le ocurre a Bill Wyman. Me consuelo pensando que es el propio Taylor quien pide algo de discreción en promoción y que es su carácter reservado el que le lleva a gustar de actuar en salas de pequeño aforo, en las que es más sencillo capturar el intimismo del sabor del estilo muchas de sus canciones, muy alejado del escándalo mediático y el circo que suponen las giras de sus antiguos compañeros. Pero sé que no es así del todo y que la otra gran parte de culpa reside en el escaso interés que, fuera de le verbena, despierta en nuestro país la música de verdad y la poca dedicación de los medios de comunicación. Sirva como ejemplo, un periódico de tirada internacional que, en una breve reseña, anunciaba con gran secretismo la actuación de Brian Jones en España y, que yo sepa, no hay noticias de que la pobre alma descarriada de Brian haya vuelto del otro mundo para actuar en nuestro país pero todo puede ser ahora que quieren resucitar a Jimi Hendrix o Morrison mediante hologramas…
Aún así, resultó sorprendente el poder de convocatoria de Taylor y la Sala Sol se mostraba llena por todo tipo de seguidores, desde los más veteranos a los chavales que, vistiendo camiseta de Zara con el logo de la lengua más famosa del Rock, se agolpaban en las primeras filas para ver a un Stone de cerca. Tuve la inmensa suerte de aguantar la espera al lado de un músico, del cual no diré el nombre (entre otras cosas porque tampoco lo recuerdo), pero cuya intensa forma de tocar la batería me ha sorprendido siempre que le he podido ver en bares como el “Café Popular” o el “Vapor Blues” (hace muchísimos años y cuando merecía la pena dejarse caer por allí, cuando eran fijos Francisco Simón y Jeff Espinosa) también le sorprendía ver Taylor en una salita tan pequeña y comentaba con sus amigos la gran versión que éste se marcaba del clásico de culto de Bob Dylan, “Blind Willie McTell”, ajeno a que Taylor nos la reglaría minutos más tarde.
Bajo, batería, órgano, una Telecaster y una de sus Les Paul (no su mítica del 59 pero igual de espectacular) le bastaron al guitarrista para salir al pequeño escenario de la Sala Sol y comenzar un concierto, como se deben comenzar en una velada como la que se nos presentaba; afinando. Hay un “puntito gourmet” en ver durante esos segundos a un buen músico, lejos de las decenas de pruebas de sonido que hacen los técnicos en un concierto de estadio o pabellón, ver a Taylor comprobar la afinación para, seguidamente, interpretar “Secret Affair” fue un deleite para las primeras filas. Siguió con "Twisted Sister" y "Loosing My Faith" para dejarnos bien claro que, sin grandes esfuerzos, la noche sería suya.
Si el formato de su banda, a excepción del órgano, era muy básico, la disposición del equipo y el escenario también, más bien recordaba a un ensayo multitudinario o un concierto en un bar que al de uno de Rock, pronto se descolgó con la enorme versión de “Blind Willie McTell”, a modo de río, en la cual entraba y salía a su antojo; bien para atacar una estrofa más, para descolgarse con un solo, dar protagonismo al bajo, incluir “Layla” de Eric Clapton o la mismísima “All Along The Watchtower” y volver de nuevo a ese blues que nadie es capaz de cantar como Willie. La gran ventaja de ver a un músico de la talla de Mick Taylor a pie de escenario es verle dialogar con su instrumento, luchar con las cuerdas, guiar a la banda con la mirada y ver cómo cambia de púa, toca con las manos en un “fingerpicking” delicioso o se saca del bolsillo su slide, improvisa y, con la misma facilidad, vuelve a guardárselo.
“Can’t you hear me knockin” o “Fed Up With The Blues” remataron la jugada y unos bises, los cuales todos esperábamos pero ninguno podríamos asegurar que después de casi dos horas, el antiguo Stone y guitarrista de John Mayall, saliese de nuevo a interpretar “No expectations" o la joyita que es "You shook me" de Earl Hooker. El concierto acaba sin sobresaltos, Mick, impertérrito, se despide agradecido pero serio. El público se deja las manos aplaudiendo, algunos arrancan los posters de las paredes y unos pocos se amontonan alrededor del escenario para poder conseguir una púa, el repertorio o esperar al protagonista para que les firme “Let It Bleed” o “Sticky Fingers”.
¿Qué le aporto Mick Taylor a los Stones durante su corta pero intensa trayectoria? En una reciente entrevista a Charlie Watts con motivo del aniversario de “Some Girls”, éste decía que Taylor había dado a los Stones “clase y estilo” en su manera de tocar y el propio Taylor se sorprendió... Y es que la relaciones con sus antiguos compañeros (y más en concreto con Keith y Mick) quizá no sean todo lo amables que se les podría suponer a pesar de haber compartido escenario en los conciertos de Londres en lo que, a toro pasado, pareció ser un mero trámite. Durante años, el motivo oficial de la desbandada de Taylor de los Stones siempre fue el creciente abuso de drogas que éste experimentó cuando empezó a vivir el día a día de la carretera con el grupo, quería cortar por lo sano y recuperar su vida pero, recientemente, ha alegado que había otra serie de motivos que fueron los auténticos desencadenantes de su huída y para los que todavía no es el momento de hacerlos públicos. ¿Quizá la poca autoría reconocida en algunas de sus composiciones dentro del grupo en una época en la que, se supone que Ricards no estaba al cien por cien en todo momento y Jagger se apoyaba en Taylor para componer? ¿El premio de consolación que es únicamente adjudicarle “Ventilator Blues” dentro de “Exile On Main St”?
Igualmente, todos los allí presentes, en la Sala Sol, pudimos comprobar de primera mano esa misma “clase y estilo” en su forma de tocar y, al igual que hizo con su slide tras la última canción, se nos metió a todos y cada uno de nosotros en su bolsillo.
© 2013 Cauldfield