SETLIST: Intro/ Johnny B. Goode (Chuck Berry)/ Good Morning Little Schoolgirl (Sonny Boy Williamson)/ Got My Mojo Working (Ann Cole)/ Blackjack (Ray Charles)/ Killing Floor (Howlin’ Wolf)/ Bony Moronie (Larry Williams)/ Jumpin' Jack Flash (The Rolling Stones)/ Lone Wolf/ Don't Take Advantage of Me/ Gimme Shelter (Lonnie Brooks)/ It's All Over Now (Bobby Womack)/ Dust My Broom (Robert Johnson)/ Highway 61 Revisited (Bob Dylan)/
Que Johnny Winter es un superviviente está fuera de toda duda pero a todos nos sorprendió en su noche madrileña la soltura con la que tomó el escenario para, poco después, sentarse con gran naturalidad -no exenta de cierta fragilidad- y acometer clásico tras clásico sin apenas inmutarse. Con un disco como "Roots" (2011) todavía caliente bajo su delgado y tatuado brazo, Winter se pasea por una gira Española en la que, sin embargo, se divierte tocando clásicos del Blues y el Rock ya registrados a lo largo y ancho de su discografía; desde Howlin' Wolf a Robert Johnson pasando por Bob Dylan o los Stones y es que, a pesar de su edad (rozando la setentena) Winter parece empeñado en superar sus problemas de salud y acabar colgando las botas sobre el escenario, como Dylan o B.B. King, recuerdo (gracias a un artículo de Diego Manrique, al cuál, por cierto, pude ver en el concierto de Winter) que a éste último, cuando le preguntaron el por qué de su gira europea del 2009 después de haber anunciado su retiro, alegó el más absurdo de los motivos para una persona corriente; "Le pregunté al médico si podía volver a la carretera. Me dijo que no. ¡Y aquí estoy!" pero el más común para un músico de blues, para esos bardos del siglo XIX, que no entienden otro final a su carrera que caer en el fragor de la batalla; armados con sus guitarras y sus canciones como munición. Así, Bob Dylan, desea acabar sus días girando, enfrascado en esa gira de nunca acabar y Johnny Winter igual, no entiende otra forma de vida que tocar cada noche. De esta manera; venciendo a la adversidad, llegaba Winter en una fría noche de Abril con una organización pésima por parte de la propia sala que no dudó en abrir las puertas a escasos veinticinco minutos antes de que Winter descargase su tormenta eléctrica albina de blues-rock tejano. El público a la entrada, de lo más variopinto, se desesperaba ante una sala llena a rebosar en la que, entre genuinos fans, puretas, periodistas y una Pilar Rubio haciendo las delicias de los más distraídos en el puesto de merchandising, resultaba casi del todo imposible acercarse a Winter o lograr un buen lugar del que disfrutar del concierto.
¡Qué bien que el blues, en esta década y con la que está cayendo, consiga congregar a tanto apasionado y llenar una sala como la Arena hasta arriba! Y es que, en poco menos de un mes, tendremos a Gerry McAvoy, en la misma rindiendo homenaje a su amigo Rory Gallagher y hace poco tuvimos la inmensa suerte de ver a Mick Taylor en la Sala Sol. ¿Acaso está de nuevo el blues de moda? En realidad, nunca se fue y ahora más que nunca, es fácil levantarte cada mañana y sentir el blues en estos tiempos que corren.
Acompañado de Paul Nelson e introducido en el escenario a la vieja escuela, se sentaba Johnny Winter y una sensación me recorrió la espalda como cuando pude ver a a James Brown en su última gira, a B.B. King o Waits y es que a Winter el tiempo le dará aún más la razón (si no se la ha dado ya lo suficiente) y estoy seguro de que sus giras por nuestro país serán recordadas como algo histórico. Verle armado con su guitarra Lazer (aunque siempre le imagine con su Gibson Firebird) dando las gracias y acometiendo una sucísima versión de "Johnny B. Goode", cantando y tocando por Chuck Berry, es algo más grande que la vida y así nos sentimos todos los allí presentes a pesar de que un recién llegado me preguntase qué canción era la que sonaba y si llevaba mucho tiempo tocando pero es que ese también es el signo de nuestros tiempos; hay gente que va a conciertos como el que va a ver un partido de fútbol o a tomarse una birra con los amigos y poco le importa quién es el que está sobre las tablas.
Y si antes hablábamos de la mala organización a la entrada, ahora también podríamos acordarnos del mal sonido del que "disfrutamos" los asistentes al concierto de Winter. Ya no es que abriesen las puertas a la hora que les diese la gana, originando avalanchas de gente que corría por coger un buen sitio (algo me dice que algo tuvo que ver el evento para la "beautiful people" que hubo en el piso de arriba con la presencia del propio Winter), sino que el sonido fue, directamente y sin cortapisas; una mierda, con el que el bluesman de Tejas y Paul Nelson (su mano derecha) lucharon contra viento y marea por sacar adelante un concierto entre acoples, zumbidos y una gran masa de ruido en la cual no existían los matices y había que hacer todo un ejercicio de imaginación para adivinar los solos de Winter.
"Good Morning Little Schoolgirl" de Sonny Boy Williamson (en la cual, obviamente, se echaban en falta los metales de su primer disco del 69) sonó rabiosa y convirtió la Sala Arena en un bar de Tejas, sonó tan fuerte y eléctrica que parecía mentira que todo aquel sonido pudiese salir de, tan sólo, cuatro músicos. "Got My Mojo Working" sonó por Muddy Waters y recordó a "Rollin' And Thumblin'" mientras que el "Blackjack" de Ray Charles relajó los ánimos y convirtió el ambiente en una gran humareda resultante de cocer a fuego lento el mejor blues, jazz y soul con la guitarra de Winter (siempre apoyada por la figura de Nelson a la Stratocaster) y una voz bronca y cazallera.
El lobo aullando, el polvo del camino, la noche más oscura y calurosa, los dibujos de Crumb y el traqueteo nocturno de unos pernos chirriando bajo los ejes de un tren de mercancías llegó con "Killing Floor". Siempre me ha parecido insultante el que la gente viva este tipo de conciertos, tan íntimos, tan de culto y tan aparentemente minoritarios, con la distensión del que acude a un pub a charlar y reconozco que esa actitud, que me llega a joder en una reunión de veinteañeros, me parece de pena de muerte en una audiencia que debería mostrar más respeto y educación cuando tiene cumplida casi la sesentena. A pesar de ese barullo de fondo, ese ir y venir con sus empujones, "Killing Floor" de Howlin' Wolf y su magnífico solo me hechizó.
"Bony Moronie" me recordó su magnífico directo ("Captured Live!" de 1976) y "Jumpin' Jack Flash" sonó muy garajera mientras que "Don't Take Advantage of Me" volvió a entretejerse con "Gimme Shelter" como es habitual. Por supuesto, no hubo descuido y sí recuerdo para Robert Johnson con su "Dust My Brown" y, como broche final, homenaje a Dylan con una febril "Highway 61 Revisited" en una noche de una gira que, con el tiempo, se recordará como mágica, tiempo al tiempo... Gracias, Johnny.
Que Johnny Winter es un superviviente está fuera de toda duda pero a todos nos sorprendió en su noche madrileña la soltura con la que tomó el escenario para, poco después, sentarse con gran naturalidad -no exenta de cierta fragilidad- y acometer clásico tras clásico sin apenas inmutarse. Con un disco como "Roots" (2011) todavía caliente bajo su delgado y tatuado brazo, Winter se pasea por una gira Española en la que, sin embargo, se divierte tocando clásicos del Blues y el Rock ya registrados a lo largo y ancho de su discografía; desde Howlin' Wolf a Robert Johnson pasando por Bob Dylan o los Stones y es que, a pesar de su edad (rozando la setentena) Winter parece empeñado en superar sus problemas de salud y acabar colgando las botas sobre el escenario, como Dylan o B.B. King, recuerdo (gracias a un artículo de Diego Manrique, al cuál, por cierto, pude ver en el concierto de Winter) que a éste último, cuando le preguntaron el por qué de su gira europea del 2009 después de haber anunciado su retiro, alegó el más absurdo de los motivos para una persona corriente; "Le pregunté al médico si podía volver a la carretera. Me dijo que no. ¡Y aquí estoy!" pero el más común para un músico de blues, para esos bardos del siglo XIX, que no entienden otro final a su carrera que caer en el fragor de la batalla; armados con sus guitarras y sus canciones como munición. Así, Bob Dylan, desea acabar sus días girando, enfrascado en esa gira de nunca acabar y Johnny Winter igual, no entiende otra forma de vida que tocar cada noche. De esta manera; venciendo a la adversidad, llegaba Winter en una fría noche de Abril con una organización pésima por parte de la propia sala que no dudó en abrir las puertas a escasos veinticinco minutos antes de que Winter descargase su tormenta eléctrica albina de blues-rock tejano. El público a la entrada, de lo más variopinto, se desesperaba ante una sala llena a rebosar en la que, entre genuinos fans, puretas, periodistas y una Pilar Rubio haciendo las delicias de los más distraídos en el puesto de merchandising, resultaba casi del todo imposible acercarse a Winter o lograr un buen lugar del que disfrutar del concierto.
¡Qué bien que el blues, en esta década y con la que está cayendo, consiga congregar a tanto apasionado y llenar una sala como la Arena hasta arriba! Y es que, en poco menos de un mes, tendremos a Gerry McAvoy, en la misma rindiendo homenaje a su amigo Rory Gallagher y hace poco tuvimos la inmensa suerte de ver a Mick Taylor en la Sala Sol. ¿Acaso está de nuevo el blues de moda? En realidad, nunca se fue y ahora más que nunca, es fácil levantarte cada mañana y sentir el blues en estos tiempos que corren.
Acompañado de Paul Nelson e introducido en el escenario a la vieja escuela, se sentaba Johnny Winter y una sensación me recorrió la espalda como cuando pude ver a a James Brown en su última gira, a B.B. King o Waits y es que a Winter el tiempo le dará aún más la razón (si no se la ha dado ya lo suficiente) y estoy seguro de que sus giras por nuestro país serán recordadas como algo histórico. Verle armado con su guitarra Lazer (aunque siempre le imagine con su Gibson Firebird) dando las gracias y acometiendo una sucísima versión de "Johnny B. Goode", cantando y tocando por Chuck Berry, es algo más grande que la vida y así nos sentimos todos los allí presentes a pesar de que un recién llegado me preguntase qué canción era la que sonaba y si llevaba mucho tiempo tocando pero es que ese también es el signo de nuestros tiempos; hay gente que va a conciertos como el que va a ver un partido de fútbol o a tomarse una birra con los amigos y poco le importa quién es el que está sobre las tablas.
Y si antes hablábamos de la mala organización a la entrada, ahora también podríamos acordarnos del mal sonido del que "disfrutamos" los asistentes al concierto de Winter. Ya no es que abriesen las puertas a la hora que les diese la gana, originando avalanchas de gente que corría por coger un buen sitio (algo me dice que algo tuvo que ver el evento para la "beautiful people" que hubo en el piso de arriba con la presencia del propio Winter), sino que el sonido fue, directamente y sin cortapisas; una mierda, con el que el bluesman de Tejas y Paul Nelson (su mano derecha) lucharon contra viento y marea por sacar adelante un concierto entre acoples, zumbidos y una gran masa de ruido en la cual no existían los matices y había que hacer todo un ejercicio de imaginación para adivinar los solos de Winter.
"Good Morning Little Schoolgirl" de Sonny Boy Williamson (en la cual, obviamente, se echaban en falta los metales de su primer disco del 69) sonó rabiosa y convirtió la Sala Arena en un bar de Tejas, sonó tan fuerte y eléctrica que parecía mentira que todo aquel sonido pudiese salir de, tan sólo, cuatro músicos. "Got My Mojo Working" sonó por Muddy Waters y recordó a "Rollin' And Thumblin'" mientras que el "Blackjack" de Ray Charles relajó los ánimos y convirtió el ambiente en una gran humareda resultante de cocer a fuego lento el mejor blues, jazz y soul con la guitarra de Winter (siempre apoyada por la figura de Nelson a la Stratocaster) y una voz bronca y cazallera.
El lobo aullando, el polvo del camino, la noche más oscura y calurosa, los dibujos de Crumb y el traqueteo nocturno de unos pernos chirriando bajo los ejes de un tren de mercancías llegó con "Killing Floor". Siempre me ha parecido insultante el que la gente viva este tipo de conciertos, tan íntimos, tan de culto y tan aparentemente minoritarios, con la distensión del que acude a un pub a charlar y reconozco que esa actitud, que me llega a joder en una reunión de veinteañeros, me parece de pena de muerte en una audiencia que debería mostrar más respeto y educación cuando tiene cumplida casi la sesentena. A pesar de ese barullo de fondo, ese ir y venir con sus empujones, "Killing Floor" de Howlin' Wolf y su magnífico solo me hechizó.
"Bony Moronie" me recordó su magnífico directo ("Captured Live!" de 1976) y "Jumpin' Jack Flash" sonó muy garajera mientras que "Don't Take Advantage of Me" volvió a entretejerse con "Gimme Shelter" como es habitual. Por supuesto, no hubo descuido y sí recuerdo para Robert Johnson con su "Dust My Brown" y, como broche final, homenaje a Dylan con una febril "Highway 61 Revisited" en una noche de una gira que, con el tiempo, se recordará como mágica, tiempo al tiempo... Gracias, Johnny.
© 2013 Jack Ermeister