Diez años después de presentar "Pájaros mojados" (2003) en el mismo marco, la Fnac de Callao, Quique González vuelve con "Delantera mítica", su último disco de estudio. La misma lluvia, el mismo frío pero todo muy distinto, si por aquel entonces se presentaba con un teclado y la ayuda de Carlos Raya, esta tarde lo hacía en compañía de su acústica Gibson y el simpático César Pop, su hermano musical en esta nueva aventura. En diez años hemos sido testigos de cómo Quique se la jugaba contra la industria y tomaba las riendas de su propia carrera, le echaba un par de huevos a la vida y se lanzaba a la carretera y al frenético ritmo de composición que llevó a grabar tres discos de estudio y el directo "Ajuste de cuentas" (2006) con Dro. Nueve discos para un artista que se balanceaba sobre la cuerda floja y superaba la incipiente crisis de la industria musical pagándose de su bolsillo un disco tan íntimo y arriesgado como "Kamikazes enamorados" (2003) en el que, por cierto, también llovía a cántaros en su presentación en Callao. Ahora que lo pienso, me siento increíblemente afortunado, descubrí su música en 1998 con aquel "Personal" que, cómo no, también iba a contracorriente y, desde entonces, tengo su música tan asociada a ciertos momentos de mi vida que, en muchas ocasiones, incluso me cuesta no creerme que con cada uno de sus discos no haya cierta conexión existencial con acontecimientos de mi propia vida. Pero al margen de cualquier paranoia egomaníaca, sí que es cierto que su música me llega, me toca la fibra y conecta conmigo de una manera excepcional.
Que la gente espere cuatro horas a las puertas de una centro comercial como la Fnac para escuchar sólo seis canciones e intercambiar un apretón de manos es poco menos que esclarecedor de que, en los tiempos que corremos, Quique se desmarca del resto. ¿Por qué hacéis cola, qué pasa dentro? -nos preguntaban algunos vejetes. Hay un concierto de Quique González, respondíamos. ¿Quique qué? Sorprende que haya tanta gente y, a pesar de eso, el gran público no sepa quién es, qué cara ponerle o cuáles son sus canciones pero, extrañamente, éstas floten en el éter. Suena cursi pero así es, hay una gran cantidad de personas que creen que Quique González es un jugador del Zaragoza pero se saben al dedillo "Aunque tú no lo sepas" o "Vidas cruzadas" y así nuestro protagonista, entra por la puerta de la Fnac a su propio concierto, la presentación de su último disco, como un treinteañero más de los muchos que, al otro lado del edificio, aguantan la espera con paciencia y leen las letras de "Delantera mítica" intentando hacerse a la idea cómo sonarán en un álbum que han comprado casi a ciegas y, para colmo, en vinilo en plena época digital. Pero no creo que a Quique le importe gozar de ese anonimato que, a su vez, le da tanta libertad, porque comparte virtud con gente como Jeff Tweedy o Nels Cline, Steve Earle o Lucinda Williams, capaces de pasear por Callao sin que nadie se les acerque. Son artesanos de la canción, poco importa su nombre o su cara pero sí su trabajo.
A las siete pasan en tropel decenas de seguidores y, tras un poco de jazz como música ambiente, sale Quique, se cuelga su Gibson y ataca "Las chicas son magníficas". No le importa parar para afinar, titubea al presentarla, se le nota tan emocionado como contrariado por la cantidad de gente que ha venido a verle, sonríe entre dientes y murmura sobre lo parecido que es el Fórum de la FNAC a un campamento de verano con todos los allí presentes sentados en el suelo, no cabe ni un alfiler, hay gente fuera que, después de llevar esperando horas, tendrá que conformarse con escucharlo desde fuera. "Las chicas son magníficas" es un homenaje a esas que nos dan cama y lumbre, una canción que fuera de bromas resulta en directo, vaya si resulta, con un estribillo marca de la casa (muy del estilo de Quique) y un acompañamiento sencillo pero efectista con la acústica. Aunque está presentando "Delantera mítica" no tiene intención de tocar todo el disco y acepta peticiones, "Alhajita" grita un chaval pero a Quique parece no convencerle y prefiere "Rompeolas" de "Salitre 48" (2001) y arranca los primeros suspiros de una tarde que, aunque breve, será intensa. Sorprende escuchar a un montón de veinteañeras cantar "Y ahora ya no puedo prestarte mis alas, ni subirte la falda, ni follarte con vicio, ahora da lo mismo reírse de todo que llorar por nada" porque cuando salió aquel disco éste no era lo que su compañía esperaba y, cómo no, Quique tuvo que irse a la carretera como pudo, fue el inicio de su amargo ajuste de cuentas con la industria pero estamos en pleno 2013 y ahora todo el mundo parece escucharle y saber sus canciones, me alegro por él, de verdad que sí.
Le sigue "Pájaros mojados", un clásico en estas presentaciones, tan clásico como la lluvia o el frío que siempre nos acompañan. Aunque ha dicho que no va a interpretar sólo canciones de "Delantera mítica", invita a César Pop, al escenario y juntos interpretan "Dallas-Memphis" y "La fábrica". ¿Qué decir? Jodidamente mágico, el tándem que forman es comparable a la pareja González/Raya de hace unos años. Se despide y todos nos quedamos con ganas de más y conseguimos que salga de nuevo y acepta a tocar "una de Bob"; ¿Es tu amor en vano?" y "Vidas cruzadas" acabando en el filo del escenario, sin micro y con su acústica desenchufada, en comunión con el público, como si tocase en plena calle. Varios minutos de aplausos y empieza la firma de discos con sorpresa al ver la cantidad de gente que espera hacerse una foto con él o ver estampada su firma sobre su colección.
Y es aquí cuando llega nuestro momento y en un descuido, cuando nos acercamos a él le preguntamos si en su nueva gira va a interpretar algunas canciones de "Daiquiri Blues". Sí, claro, haremos alguna -nos responde mientras nos dedica "Delantera mítica". Ya, le digo, es que hay un tema "Un arma precisa" cuyos arreglos me recuerdan muchísimo a los del "Harvest" (1972) de Neil Young y es una gozada. Quique se para en seco, nos mira, entre estupefacto y sorprendido; vaya, muchas gracias, amigos, de verdad que muchas gracias, gracias por todo. Pero aquí no acaba nuestra interacción (algo muy propio de este equipo de redacción) y nos acercamos a César Pop que, simpático y paciente, accede a firmar también el disco de Quique (y es que él es en gran parte responsable de éste) y, cómo no, le preguntamos por esa desvencijada guitarra a la que no acabamos de verle la marca a causa de la cejilla y el afinador de la pala. ¿Es una Martin? Sí, sí -nos responde- es de Quique y suena genial, ¿muy bluesera, verdad? . Es preciosa, ¿de qué año es? Del 51 nos responden, las dos guitarras, tanto la Gibson como la Martin, son de Quique. Gracias, César, gracias, Quique, son tan sólo seis canciones pero qué canciones, qué tarde y cómo nos alegramos de haber formado parte de todo esto. A veces hacer buena música parece tan sencillo...
Que la gente espere cuatro horas a las puertas de una centro comercial como la Fnac para escuchar sólo seis canciones e intercambiar un apretón de manos es poco menos que esclarecedor de que, en los tiempos que corremos, Quique se desmarca del resto. ¿Por qué hacéis cola, qué pasa dentro? -nos preguntaban algunos vejetes. Hay un concierto de Quique González, respondíamos. ¿Quique qué? Sorprende que haya tanta gente y, a pesar de eso, el gran público no sepa quién es, qué cara ponerle o cuáles son sus canciones pero, extrañamente, éstas floten en el éter. Suena cursi pero así es, hay una gran cantidad de personas que creen que Quique González es un jugador del Zaragoza pero se saben al dedillo "Aunque tú no lo sepas" o "Vidas cruzadas" y así nuestro protagonista, entra por la puerta de la Fnac a su propio concierto, la presentación de su último disco, como un treinteañero más de los muchos que, al otro lado del edificio, aguantan la espera con paciencia y leen las letras de "Delantera mítica" intentando hacerse a la idea cómo sonarán en un álbum que han comprado casi a ciegas y, para colmo, en vinilo en plena época digital. Pero no creo que a Quique le importe gozar de ese anonimato que, a su vez, le da tanta libertad, porque comparte virtud con gente como Jeff Tweedy o Nels Cline, Steve Earle o Lucinda Williams, capaces de pasear por Callao sin que nadie se les acerque. Son artesanos de la canción, poco importa su nombre o su cara pero sí su trabajo.
A las siete pasan en tropel decenas de seguidores y, tras un poco de jazz como música ambiente, sale Quique, se cuelga su Gibson y ataca "Las chicas son magníficas". No le importa parar para afinar, titubea al presentarla, se le nota tan emocionado como contrariado por la cantidad de gente que ha venido a verle, sonríe entre dientes y murmura sobre lo parecido que es el Fórum de la FNAC a un campamento de verano con todos los allí presentes sentados en el suelo, no cabe ni un alfiler, hay gente fuera que, después de llevar esperando horas, tendrá que conformarse con escucharlo desde fuera. "Las chicas son magníficas" es un homenaje a esas que nos dan cama y lumbre, una canción que fuera de bromas resulta en directo, vaya si resulta, con un estribillo marca de la casa (muy del estilo de Quique) y un acompañamiento sencillo pero efectista con la acústica. Aunque está presentando "Delantera mítica" no tiene intención de tocar todo el disco y acepta peticiones, "Alhajita" grita un chaval pero a Quique parece no convencerle y prefiere "Rompeolas" de "Salitre 48" (2001) y arranca los primeros suspiros de una tarde que, aunque breve, será intensa. Sorprende escuchar a un montón de veinteañeras cantar "Y ahora ya no puedo prestarte mis alas, ni subirte la falda, ni follarte con vicio, ahora da lo mismo reírse de todo que llorar por nada" porque cuando salió aquel disco éste no era lo que su compañía esperaba y, cómo no, Quique tuvo que irse a la carretera como pudo, fue el inicio de su amargo ajuste de cuentas con la industria pero estamos en pleno 2013 y ahora todo el mundo parece escucharle y saber sus canciones, me alegro por él, de verdad que sí.
Le sigue "Pájaros mojados", un clásico en estas presentaciones, tan clásico como la lluvia o el frío que siempre nos acompañan. Aunque ha dicho que no va a interpretar sólo canciones de "Delantera mítica", invita a César Pop, al escenario y juntos interpretan "Dallas-Memphis" y "La fábrica". ¿Qué decir? Jodidamente mágico, el tándem que forman es comparable a la pareja González/Raya de hace unos años. Se despide y todos nos quedamos con ganas de más y conseguimos que salga de nuevo y acepta a tocar "una de Bob"; ¿Es tu amor en vano?" y "Vidas cruzadas" acabando en el filo del escenario, sin micro y con su acústica desenchufada, en comunión con el público, como si tocase en plena calle. Varios minutos de aplausos y empieza la firma de discos con sorpresa al ver la cantidad de gente que espera hacerse una foto con él o ver estampada su firma sobre su colección.
Y es aquí cuando llega nuestro momento y en un descuido, cuando nos acercamos a él le preguntamos si en su nueva gira va a interpretar algunas canciones de "Daiquiri Blues". Sí, claro, haremos alguna -nos responde mientras nos dedica "Delantera mítica". Ya, le digo, es que hay un tema "Un arma precisa" cuyos arreglos me recuerdan muchísimo a los del "Harvest" (1972) de Neil Young y es una gozada. Quique se para en seco, nos mira, entre estupefacto y sorprendido; vaya, muchas gracias, amigos, de verdad que muchas gracias, gracias por todo. Pero aquí no acaba nuestra interacción (algo muy propio de este equipo de redacción) y nos acercamos a César Pop que, simpático y paciente, accede a firmar también el disco de Quique (y es que él es en gran parte responsable de éste) y, cómo no, le preguntamos por esa desvencijada guitarra a la que no acabamos de verle la marca a causa de la cejilla y el afinador de la pala. ¿Es una Martin? Sí, sí -nos responde- es de Quique y suena genial, ¿muy bluesera, verdad? . Es preciosa, ¿de qué año es? Del 51 nos responden, las dos guitarras, tanto la Gibson como la Martin, son de Quique. Gracias, César, gracias, Quique, son tan sólo seis canciones pero qué canciones, qué tarde y cómo nos alegramos de haber formado parte de todo esto. A veces hacer buena música parece tan sencillo...
© 2013 Conde Draco