"Servitude" de THE BLACK DAHLIA MURDER

La banda supera su luto y regresa con un gran disco como es "Servitude", que sirve como punto de inflexión

"Opera" de FLESHGOD APOCALYPSE, fusionando el death metal con la lírica

El regreso de Paoli nos trae un álbum tan excesivo como delicioso por parte de italianos

"Schizophrenia" de CAVALERA

Los hermanos siguen emulando, con éxito, a Taylor Swift con sus "Cavalera's Version"

Crítica: Bruce Springsteen "High Hopes"

Bruce es una de mis debilidades y es con él y unos pocos elegidos por quien me salto la precaución de emitir cualquier juicio sobre un disco suyo pocas horas después de haberlo escuchado. ¿Pero acaso es tanta la necesidad de nuevo material suyo? Aclarémoslo, es su décimo octavo álbum pero eso no quiere decir que sea la continuación al genial "Wrecking Ball" (2012) ni se trate de nuevas composiciones pero, sin embargo, parece que Bruce quiera aprovechar el tiempo al máximo y exprimir a sus musas ahora que vive una feliz madurez en la que el juicio de la gran mayoría de la crítica se une al desbordante fanatismo de unos seguidores que ya cuentan la asistencia a sus conciertos por medias docenas y son capaces de abarrotar estadios noche tras noche para ver, de verdad, a la última gran estrella del Rock. "High Hopes", aunque tenga coherencia y se deje escuchar como un LP más de su discografía, es un recopilatorio con todo tipo de canciones: descartes, sobrantes, versiones y revisiones ¿Pero quién soy yo para quejarme? Le he visto más de una decena de veces y he podido estrecharle la mano en cuatro ocasiones, soy uno más de esos que necesita a Bruce en su día a día ¿y acaso no es de agradecer que siga regalándonos canciones a este nivel? Además sirve como un alto en el camino hacia el próximo disco y recuperar una vez más a nuestro Clarence y al entrañable Danny Federici.

"Little Steve" grabando la noruego-americana serie de televisión "Lillyhammer" y Morello (guitarrista de Rage Against The Machine) le reemplaza en la E Street Band. El romance entre Tom y Bruce viene de lejos, desde que el neoyorkino grabase con su grupo aquella versión de "The Ghost Of Tom Joad" (la verdad es que de irreconocible les quedó hasta bien pero, claro, eran otros tiempos, cuando RATM tenían algo que aportar todavía al desangelado panorama noventero de finales de década) y parece que, tal y como indicó Bruce, encontró en la guitarra de Tom a su musa particular.

No vamos a negar que le entendamos, siempre he visto a la E Street Band como un colectivo de amigos, abierto a que cualquier músico solvente pueda entrar a tocar con ellos y lo refrescante que seguramente les resulte pero tampoco voy a mentir en que odio la forma de tocar de Morello, por mucho que se haya dicho lo contrario y debamos reconocer que su estilo es plenamente reconocible y tenga su mérito en ello, nunca me ha gustado como guitarrista, le reconozco más como un músico efectista, repleto de tics y con poca imaginación. Debemos de dejar de asociar conceptos como "moderno" o "vanguardista" con Morello porque lleva más de veinte años haciendo lo mismo. ¡Estoy harto de él y su puñetero Whammy! (para los que no lo sepan, un pedal que permite al guitarrista desplazar su afinación a octavas, por debajo y por arriba, muy característico junto al Wah del "sonido Morello")

Pero si a Bruce le gusta tenerle en su grupo habrá que respetarle y, por suerte, su presencia en "High Hopes" no deja de ser anecdótica dejándose ver menos que en otras ocasiones aunque más de lo que uno desearía (ocho canciones y una al micro), me parece mil veces mejor un músico como Nils Lofgren pero, claro, Morello tiene el encanto de lo nuevo, de no llevar media vida a su lado, además Nils se pone al servicio de la música, en fin... Así que, con estas, cuando menos intención tenían de volver a registrar material nuevo, se encontraron Bruce y la E Street Band grabando canciones a las que el tiempo o el estudio no habían hecho justicia en sus propias palabras.

"High Hopes" ya fue grabada por Bruce en 1996, en el EP "Blood Brothers", la canción pertenece a Tim Scott (Ledfoot) y aporta poco a la acústica grabada hace diecisiete años. La nueva versión tiene un sonido más moderno, el tempo es más acelerado y se nota la mano de Morello en los efectos que sobrevuelan a las acústicas. Lo que me gustaba de ella en "Blood Brothers" es que parecía ser tocada en un pub y sonaba más orgánica y divertida, casi dos décadas después suena como una fiesta gracias a los metales y la guitarra de Morello, la voz de Bruce es más grave y cobra más protagonismo en la mezcla además de ser más radiable en los tiempos que corren. ¿Con cuál me quedo? Complicado elegir, supongo que las dos tienen su momento y su "puntito". "Harry's Place" es un descarte de "The Rising" (2002) y me gusta por su letra, sus gángsters y la voz de Bruce, en su tono más grave, narrando, creando un pasaje sonoro en el que la música es tan sólo un acompañamiento.

"American Skin (41 Shots)" es una vieja conocida, ya registrada en directo en "Live In New York City" (2000) y siempre emociona, además de servir como homenaje a Trayvon Martin, aquel afroamericano de diecisiete año víctima de la brutalidad policial, ¿cuántas veces tendrá que cantar Bruce esta canción? "American Skin (41 Shots)" sigue cogiéndonos ese pellizquito y, de paso, hace que nadie se olvide ni de Trayvon y otros tantos como de Bruce todavía como cronista de la injusticia social. "Just Like Fire Would" de los australianos The Saints suena radiante y todo lo Pop que puede sonar siendo tocada por una "Big Band" pero, aún así, la prefiero al Power Punk-Pop de Chris Bailey y los suyos porque, en comparación, la de Bruce me hace vibrar y de nuevo esos metales en el puente son geniales y transmiten optimismo. ¡Es toda una inyección de vitalidad!

"Down in the Hole" es un descarte que podría encajar en el "Mule Variations" (1999) de Tom Waits y suena nocturna, como si nos llegase su eco a través de la radio de un coche sonando en mitad de una noche de verano, atención a los arreglos de cuerda, maravillosa. "Heaven's Wall" es vibrante gracias a la acústica y los coros góspel, con un ritmo directo y contagioso que pronto se electrifica y se deja acompañar por el violín de Soozie Tyrell. El final es una fiesta y Morello, aunque presente, se contiene y no, no hace ningún "scratch".

"Frankie Fell in Love" podría haber formado parte de cualquier disco de Bruce mientras que los aires folkies de "This is Your Sword" la entroncan a aquel "We Shall Overcome: The Seeger Sessions" (2006) aunque Bruce tenga la tendencia desde entonces de incluir algún que otro tema con esa influencia en cada uno de sus discos desde entonces. "Hunter of Invisible Game" es deliciosa, desde la emocionalidad de su comienzo hasta la calma que irradian las estrofas, tan íntima como sobresaliente. "The Ghost of Tom Joad", a pesar de estar Morello presente, se aleja de las coordenadas de la versión de RATM y, aunque electrificada, no dista demasiado de la original grabada por Bruce en 1995. Esta vez sí lo tengo claro, me quedo con la desolación que transmitía aquella gracias a esa armónica y a esa sensación de abandono en la guitarra acústica. A favor de esta nueva versión hay que defender que los solos son realmente intensos y los coros la engrandecen. Pero me reafirmo; a veces menos es más.

"The Wall" nos lleva al Bruce más intimista (basada en una idea de Joe Grushescky y tras la visita junto con Patti al monumento erigido a los veteranos) nos relata la historia de Walter Cichon, un músico de Jersey en el cual todos los chavales se veían reflejados y que nunca regresaría de la guerra de Vietnam, el acompañamiento es soberbio. Y llegamos al final de este viaje en el tiempo con "Dream Baby Dream", ¿cuántos de sus seguidores escucharían la original de Suicide si Bruce no la versionase? Hay que reconocer que la original es toda una experiencia y más si se escucha en el contexto de un álbum tan indigesto como genial pero la versión de Bruce, tal y como la escuchamos en directo durante la gira de "Devils & Dust" (2005), gana enteros y se convierte en una coda espectacular.

Según él, son sus mejores canciones inéditas de la última década en las que se dan la mano deferentes ideas, personas, historias, músicos y amigos cuyas voces siguen resonando en la cabeza de Bruce y él quiere darles su oportunidad sin que se pierdan en el tiempo, en caras b, en diferentes recopilatorios o en las bobinas de un estudio. Como decía antes, ¿quién soy yo para discutírselo si estoy escribiendo esta crítica en mitad de la madrugada escuchándolas como un adolescente? Que sea por muchos años, amigo mío...


© 2013 Johnny 99

Crítica: Burzum "Filosofem"

No conozco a nadie cuyos gustos procedan del Metal o de cualquier género extremo que escuche este disco por casualidad, a "Filosofem" (1996) hay que llegar de manera premeditada, sabiendo a quién vamos a escuchar. Pero tampoco conozco a mucha gente que no haya salido escarmentada de la experiencia que supone y es que es un álbum diferente. Está claro que, de no ser Varg Vikernes su autor, seguramente, habría sido condenado al ostracismo y pocos habríamos llegado a descubrirlo pero es que estamos hablando de Varg "el lobo", del temible Conde Grishnak, del filósofo y pensador de un género tan controvertido como el Black Metal noruego pero también tan mestizo como para permitir el coqueteo con otro tipo de sonoridades, conceptos y un ingrediente tan exótico y cardinalmente diferente como la electrónica (lo que no deja de ser curioso en un álbum y un movimiento cuya ideología a veces roza con la yema de los dedos los ismos más radicales y segregacionistas o, por lo menos, en cuanto a estética y forma que no siempre fondo). 

Si el Punk tomó la esvástica como fetiche esteta con el que provocar y ridiculizar -cuando no cuestionar- el Black Metal bebe del paganismo y la eterna lucha contra el adocenamiento cristiano, la misantropía y la negación más absoluta recurriendo a refugios como la tradición o la oscuridad (esas mismas tinieblas que a veces son necesarias para que el exceso de luz no nos ciegue, como defiende nuestro protagonista). En definitiva, el Black Metal, aunque coherente como expresión artístico-estética, no deja de ser un batiburrillo de ideas adolescentes con muchas y diferentes salsas, eso sí, a cada cual más especiada; un poco de cristianismo por aquí, de Tolkien, paganismo, individualismo, Nietzsche, tradición y religión por allá, una mezcla que resulta tan atractiva como adictiva y fértil para la imaginación pero completamente frágil y desestructurada como receta según sus creadores fueron forjando las principales obras del género.


En la portada de "Filosofem" contemplamos la ilustración de Theodor Kittelsen "Op under Fjeldet toner en Lur"  (en inglés "Up In The Hills A Clarion Call Rings Out") de 1900, un artista puramente noruego (muy popular allí pero con escaso reconocimiento internacional) cuya inspiración era la naturaleza y los seres del mundo férico. Y ya desde que tomamos el vinilo en nuestras manos podemos darnos cuenta de que no es un disco de Black Metal en sí mismo pero también de que no habrá otro más representativo de la locura de un estilo como éste, Varg tomará más ilustraciones de Kittelsen para otras obras pero es en "Filosofem" donde más nos desconcierta con esa llamada desde las colinas noruegas. Y es que Varg, por mucho que se diga y él mismo ayudase con aquellas entrevistas en los noventa, en "Filosofem" no es el actual ermitaño que ha encontrado la calma en el placer de la suficiencia del autoabastecimiento y la vida familiar en una granja junto a su mujer e hijos sino el Conde Grishnak, aquel que quemó iglesias centenarias, mató con saña a Euronymous en pleno ataque psicótico temiendo por su propia vida y grabó "Filosofem" en 1993 aunque éste se publicase en 1996 con Varg ya en la cárcel.

Pero, entre fogata y fogata, entrevista y entrevista y puñalada y puñalada, Varg no era un Metalhead irracional ni tampoco el tan temible Conde sino un adolescente con una gran imaginación. Aunque torpe musicalmente hablando, es sumamente inteligente y desde la ilustración de Kittelsen hasta la pretendidamente tosca sonoridad de las canciones, pasando por sus títulos ("Oscuridad", "La muerte de Jesús", "Contemplando las hijas del firmamento", "Fragilidad/ Decrepitud" o "Caminando con el trascendental apoyo de uno mismo") "Filosofem" es un genial tratado de cómo firmar un disco en el que se barajan todo tipo de influencias musicales como la, anteriormente citada, Electrónica, el Metal e incluso el Ambient mezclado todo ellos con un etnocentrismo brutal, el folklore y la mitología, todo ello etiquetado con denominación de origen noruego y salpicado de grandes frases y un ensalzamiento del yo frente a los demás que pocas veces se han visto en la música pero -aunque sea todo una paradoja- a pesar de ser un disco con poco de "Black Metal" no hay mejor que lo represente. 

Para llegar a "Filosofem" hay que querer y llegar a su corazón requiere trabajo y es así porque lo que Vikernes logra en su disco, nunca sabremos si pretendiéndolo o no, es sumergirnos en un trance o estado anímico gracias a la intensidad de los constantes e incansables bucles de ritmos, largos desarrollos atmosféricos, texturas y repetición de patrones y riffs consiguiendo convertir las canciones en mantras en los que perdernos para, el disco toca a su fin, no saber siquiera dónde hemos estado. Un combinado sonoro atroz ideal para ser degustado a solas y sin ningún tipo de prejuicio.

"Burzum" ("Dunkelheit") se arranca con una guitarra saturadísima y una batería grabada a modo "low fi", los acordes son los mismos continuamente y el ritmo es hipnótico pero lo grande está por llegar y es que la electrónica se hace presente en los arreglos que sirven para marcar la melancolía del tema, tan sólo roto por la desgarradísima voz de Vikernes, sin grandes variaciones en su estructura -tan sólo un cambio en la escala, un puente y un socorrido solo de guitarra ejecutado con poca pericia, como debe ser- "Burzum" consigue transmitir y que hagamos las maletas en el mundo que es "Filosofem". "Jesu Død" ("Jesus' Tod") se abre con un oscuro riff "blackmetalero", oscuro como el sótano de Helvete (muy similar a lo que luego hará en "Fallen" (2011) hasta que entra una batería pasada de vueltas, como una caja de ritmos, que acelera el tono de la canción y eleva el Black Metal a las velocidades de infarto del Thrash.

"Beholding the Daughters of the Firmament" ("Erblicket die Tochter des Firmaments") es la más épica con un ritmo elegante y marcial pero lleno de la suciedad propia de la grabación, cambio de ritmo y se ralentiza entroncando con el mantra que era "Burzum" ("Dunkelheit") y el a veces inaudible, rugido de Varg. Tres canciones, más de veintidós minutos que acaban con una guitarra como si cortasen la grabación con el filo de sus cuerdas. "Decrepitude I" (Gebrechlichkeit I) comienza sin batería, con Vikernes utilizando su guitarra como base a su voz (entroncando con el Noise Rock más vanguardista) y unos arreglos similares a los utilizados en "Burzum" que dotan a la canción de la melancolía y emoción necesarias. Pero la absoluta confirmación de que estamos ante un álbum mayúsculo, no sólo en su discografía sino en la historia de la música en general, es la suite de más de veinticinco minutos (su "Shine On Your Crazy Diamond" particular" que es "Rundtgåing av den Transcendentale Egenhetens Støtte" (Rundgang um die transzendentale Saule der Singularitat) con un comienzo titubeante y cósmico que nos llevará de manera etérea al Ambient o el Chill Out (algo inaudito para el Black en general de aquellos años) hasta  "Decrepitude II" (Gebrechlichkeit II) que, en las mismas coordenadas de la primera parte, cierra "Filosofem" de manera más calmada pero con Varg arrancando la misma melodía, esta vez instrumental, con una guitarra que suena una cuchilla contra el metal.


© 2013 Mötherblacker

Crítica: Steve Vai "Sex & Religion"

Soy un defensor a ultranza del álbum “Sex & Religion” por muchos motivos pero ninguno objetivo. El principal es porque amo la música de Steve Vai y veo más cosas positivas en cada una de sus aventuras que negativas, creo firmemente que en todos sus discos hay momentos en los que Vai nos hace salirnos de esta dimensión y alcanza cotas de inspiración inigualables para la gran mayoría de artistas en mucha de la música moderna y prefiero concentrarme en esos momentos y disfrutarlos. Además, un álbum como “Sex & Religion” lo tenía muy difícil después del tremendo éxito de “Passion And Warfare”, seguro que Steve Vai tuvo más presión de la que nos creemos para hacer su continuación. Los primeros noventa fueron años complicados para la música, se navegaba en aguas turbulentas; por un lado veníamos de los ochenta, de los sintetizadores, la modernez mal entendida, del Hard Rock, de los grandes festivales benéficos, del Rock de estadio más épico, de los estertores de los grandes dinosaurios de los setenta y aquellos otros “nuevos grandes dinosaurios” de la década en curso que había emulado todos los clichés de los anteriores, por otro, del underground más recalcitrante que después de mezclarse con otros estilos terminaría por mutar en el Grunge más superventas y con él; la lógica limpia que supuso con el cambio de mentalidad. El Rock Progresivo no atravesaba sus mejores momentos de popularidad y, mucho menos aún, los “héroes de la guitarra” que venían de una época auténticamente dorada y veían como todo su esfuerzo se venía abajo a favor de la sencillez. Todos intentaron un acercamiento y Steve Vai mutó a únicamente Vai, pensó que la mejor continuación a “Passion And Warfare” sería salirse por la tangente y desmarcarse haciendo justo lo contrario a lo que se esperaba de él. Si en su anterior disco nos había dejado a todos embelesados gracias a sus solos y su desbordante creatividad, en el nuevo se refugiaría en un grupo de nuevo. El problema de “Sex & Religion” es que ese grupo era el suyo y los músicos no eran meros comparsas sino que, en teoría, aportaban su granito de arena. Un desconocido, por aquel entonces, Devin Townsend, T.M. Stevens Y Terry Bozzio (de la banda de Frank Zappa) se unieron para darle forma a un disco que levantó más polémica de la que debiera, sobre todo, por culpa de sus letras y el concepto del álbum en general.

Y lo cierto es que “Sex & Religion”, a pesar del elenco de artistas, fracasa estrepitosamente. A toro pasado es fácil verle los defectos; las letras no poseen la calidad suficiente como para abordar una relación tan “inabordable”, valga la redundancia, como es la de dos conceptos como el sexo o la religión tan íntimamente relacionados pero moralmente distanciados, además las imágenes en muchos momentos carecen del gusto y la sutilidad que el resto de la obra de Vai posee, dando igual si es puramente instrumental y hablamos de las sensaciones que su guitarra transmite como si tiene partes vocales. Además, el mero hecho de yuxtaponer el sexo y la religión es una auténtica locura si el discurso no es claro y en este disco no lo es por lo que, sin tener la información suficiente (¡e increíblemente muchos años después seguimos sin tenerla!), “Sex & Religion” no parece otra cosa que un título y un concepto vacío con tan sólo la intención de provocar ya desde su portada y ese homenaje al martirio de San Esteban (tan utilizado frecuentemente en la imaginería homosexual), las referencia y el “artwork” interno del disco tampoco ayudan a la comprensión del mensaje en lo que parece un collage pretendidamente oscuro o contradictorio de muchos elementos y creencias. Para colmo, aunque la guitarra de Vai está ahí, en la mayoría de las canciones está en un segundo plano siempre al servicio de las composiciones y será en pocas ocasiones en la que la veamos brillar con luz propia, como en el resto de su obra.

Pero también tiene aciertos, claro que sí. Vai supo ver el talento en Devin Townsend cuando todavía éste apenas era un recién llegado. ¿Críticas a su voz? Teniendo en cuenta que no estaba en su madurez como artista puede que sí que sea verdad que en algunos momentos se le vea más forzado y que, para colmo de males, sólo sea cuando precisamente la fuerza en exceso de su voz logre transmitir y aporte realmente a las canciones. Por lo demás, T.M. Stevens y el gran Terry Bozzio aportan una base rítmica sólida; a Stevens se le siente por todo el disco gracias a su vibrante forma de tocar el bajo y es inevitable concederle gran parte del mérito al resultado final de muchas canciones a Bozzio y su ritmo. Las canciones son, por lo general, notables en cuanto a composición y poseen gran variedad, suficiente para haber conformado un gran disco y, sin ser demasiado fundamentalista de la música de Vai, son muy disfrutables e incluso han envejecido con buen sabor.

Harina de otro costal podrían ser las sesiones de grabación del disco en lo que parece que fue el infierno en la tierra y ninguno de los implicados suelte prenda. Steve Vai, resulta demasiado caballeroso y abstracto en sus observaciones sobre éstas y elude precisar, siempre es un “quizás” y echarse la culpa a sí mismo del fracaso, según Vai;  "Por aquel entonces no estaba preparado para tener mi propia banda. Se supone que la idea de formar un grupo es para reunirse con otras personas que puedan aportar ideas y su talento pero siempre de manera positiva y, aunque pueda parecer injusto para los demás, sentía que no había una idea clara sobre el camino que debía seguir nuestra música. Terry Bozzio, Stevens y Devin Townsend  son músicos realmente maravillosos con su propia personalidad y con los que debe haber una aceptación incondicional de su contribución y yo no estaba preparado para ese tipo de compromiso por mi parte, soy un fanático del control, quiero que las cosas se hagan de una determinada manera cuando ellos tan sólo necesitaban algo de libertad que no fui capaz de darles, por lo tanto, debéis echarme la culpa a mí de que este proyecto no vuelva a existir” Pero, a pesar del acto de humildad y sinceridad que es reconocerse como parte del problema, es indudable que en el estudio había más músicos y que la espantada posterior en la gira tan sólo confirmaba que, en efecto, aquello acabó mal y antes de tiempo. Tan sólo Townsend acompañó a Vai de manera regular en las labores promocionales, siendo interpretadas las canciones por diferentes bajistas y baterías. Y, aunque parezca ciertamente tan profético como desafortunado, que Vai barajase bautizar a este proyecto como “Light Without Heat” no deja de ser irónico por el paralelismo.

"An Earth Dweller's Return" nos introduce en el mágico mundo de "Sex & Religion" en lo que pudiese parece un álbum 100% Steve Vai hasta que "Here & Now" rompe cualquier esperanza gracias al "slap" de  un bajo acompañado de un órgano en una canción de casi cinco minutos en cuyo comienzo roza el progresivo más moderado, Townsend está magnífico y la guitarra de Vai pasa a un segundo plano, en tu cabeza resuenan las siguientes palabras "I'm not a savior, I'm not a king, there's only the voice in your head" o "Courage, sacrifice, victory, freedom!" cuando la guitarra de Vai incendia la canción por completo. "In My Dreams With You" es pura fantasía, cinco minutos exactos en los que se atrapan dos décadas -el final de los ochenta y principios de los noventa-, una canción genial, pegadiza y una auténtica "barbaridad Pop" llena de grandes melodías con dos monstruos como son Vai y Townsend dándose la mano; uno con la guitarra y el otro con su poderosa garganta.

"Still My Bleeding Heart" es infinitamente más directa que las anteriores, llena de groove, con mucho funk y unos coros magníficos (ahora que lo pienso, viendo una de las actuaciones de aquella época -en el programa de Jay Leno- creo que no estábamos preparados para la mezcla de Townsend y Vai, era demasiado, estaban muy adelantados para nosotros), el estribillo vuelve a ser una maravilla y el solo de Vai… ¿qué decir? ¡Me encanta, puro Vai! La guitarra de "Sex & Religion" rompe y rasga pero es la voz de Townsend la que vuelve a devorar la canción con su fraseo (¿no os recuerda a Mike Patton en algunas ocasiones?), "Dirty Black Hole" es fusión y a veces me recuerda a Zappa en la locura de sus estructuras, sucia y agresiva, como su solo que oscila entre el Hard Rock, el Metal o el Free Jazz pero pasado de distorsión.

"Touching Tongues" es un pequeño bajón anímico tras seis temas que entran como un elefante en una cacharrería, toques orientales y electrónicos en una canción casi instrumental (de no ser porque Townsend entra magníficamente casi al final, exudando libertad) que se acerca a lo que Vai hará años más tarde y, aunque la interpretación del maestro es auténticamente deliciosa, le falta gancho a la composición.

"State Of Grace" sí que suena oriental, un interludio instrumental que nos deja "afinados" para lo que supondrá "Survive", una locura étnica -esta vez con influencia africana e incluso árabe- mezclada, de nuevo, con Funk y Rock. "Pig" es la más rápida del conjunto y Townsend cambia del gruñido a la voz operística en cuestión de décimas de segundo, el solo de Vai es desquiciado y frenético para una canción que parece llevarnos al desenfreno mientras la Ibanez frena como una moto para volver a acelerar.

"The Road to Mt. Calvary" desentona en "Sex & Religion" y realmente no aporta nada al conjunto, dos minutos y medio de efectos sonoros y lamentos en lo que se supone que es la subida al Calvario. Menos mal que "Down Deep Into The Pain" nos devuelve al disco -aunque también incluya desquiciados gritos en su introducción- pero vuelve de nuevo a las coordenadas de "Pig", cuando llega la estrofa se ralentiza levemente para volver a despegar en el puente y de ahí a un estribillo puramente ochentero con Vai ayudando a Devin en los coros. "Rescue Me or Bury Me" es un final acústico lleno de armónicos que nos hacen tocar la tierra, una balada llena de emoción que, sin embargo, falla en el blanco debido a su desarrollo -a veces demasiado experimental o abierto a lo que parece la improvisación- y, por supuesto, su duración. En la edición japonesa se incluye "Just Cartilage" (con unas voces que nos recordarán a la futura "Whookam" de "Fire Garden", 1996), voces programadas, samplers y posibles descartes llenos de efectos e improvisaciones de Vai, como un collage sonoro...

Cada vez que pincho este disco me doy cuenta de muchas cosas: grandes canciones, grandes ideas repletas de ansias de experimentación y muchas ganas de demostrar pero lamentablemente no hubo química entre los músicos y eso parece calar a veces en un álbum que, según avanza, va perdiendo el rumbo. No es que nosotros no estuviésemos preparados para una propuesta así -que seguro que también-, es que ni ellos mismos estaban preparados para lo que habían creado. No es una obra maestra pero bien merece la pena volver a "Sex & Religion" de vez en cuando o, por lo menos, a su primera cara.

© 2013 Jim Tonic

Crítica: Alter Bridge "Fortress"

Mi principal problema con Alter Bridge eran y siguen siendo, en realidad, dos: Mark y Tremonti, porque nunca presté demasiada atención a un disco como "One Day Remains" (2004) por la consiguiente losa que suponían Creed y es que, cualquiera que viviese los noventa con algo de pasión por la música, sabe de lo que hablo cuando menciono al grupo de Tremonti y el insoportable Stapp, un grupo post-grunge, alternativos pero de diseño, que se aprovecharon del tirón de esos grupos del norte de Estados Unidos que enarbolaron la angustia adolescente hasta el mainstream. Creed eran unos petardos, un subproducto abominable que murió en "Weathered"  (2001) para volver de manera innecesaria en "Full Circle" (2009) mientras Stapp se sigue arrastrando por los escenarios y programas de televisión luciendo lo que le queda de palmito y eructando con olor a alcohol, intentando hacernos creer que posee algo de carisma y originalidad en su forma de cantar. De aquella necesaria defunción nacieron Alter Bridge con Tremonti a la cabeza y, poco a poco y gracias al altísimo, Myles ha ido ganando más y más protagonismo hasta dejar a Tremonti y la historia de Creed, Marshall y Phillips, como algo anecdótico. "Blackbird" (2007) no convenció a los redactores más duros de nuestra web que no veían con buenos ojos esa agresividad cada vez más moderada, más FM y con "AB III" (2010) nos largamos a Suiza a verles porque -aunque Alter Bridge, no eran lo más jugoso de un festival con Judas Priest, Maiden, Slipknot, Mastodon, In Flames, Bizkit o Whitesnake- tampoco podíamos perder la oportunidad de verles y Myles defendió su dura posición en el festival, en una hora totalmente antipática con los primeros calores de la tarde, con un buen repertorio y mucha entrega y todos en la redacción rescatamos "AB III" con cariño tras aquel concierto.

De la aventura de Myles con Slash poco diré porque no me gustó, su concierto en Madrid fue deslavazado y, aunque ahí estaban las canciones de los Guns, Slash y Myles, aquello se quedó cojo. Honestamente, Myles me cae bien pero, aunque tenga carisma, no puede competir con la enorme sombra de Axl y verle cantar temas como "Civil War" o "Sweet Child O' Mine" e imitar el tono nasal de Rose convirtió la experiencia de un concierto a un karaoke. Que nadie me malinterprete pero quiero ver a Myles cantando su propio material, no emulando a Axl o Weiland y no, tampoco al inmortal Robert Plant. No tengo ningún problema con Kennedy, es un tipo agradable, guapete para ellas y con buena voz para nosotros pero todo en su sitio y justa medida.  Después de aquello, un disco más con Slash, el sobrevaloradísimo "Apocalyptic Love" del 2012 y "All I Was" de Tremonti en el mismo año y del que no diré nada por no envenenarme…

Y, por fin, en el 2013, se descuelgan con "Fortress", dejándose de rumores y más y más tentativas a estar en "revivals" de otras bandas legendarias o a la sombra de Slash ahora que éste parece estar descansando. Llevamos dos largos meses dándole al disco, hincándole el diente, buscándole pegas y disfrutando de sus canciones y podemos confirmar que nos parece el mejor hasta la fecha. Myles y Tremonti han conseguido darnos en la cara con el álbum que ninguno esperábamos tras, el a veces demasiado autocomplaciente, "AB III" y así dar un paso de gigante. 

El comienzo de "Cry of Achillies" es sorprendente con esa guitarra de aires clásicos y el "in crescendo", así como su estribillo suenan épicos en los más de seis minutos que dura el torbellino en el que se convierte. No hay que perder de vista a Phillips y Marshall con una base rítmica que quita el hipo pero es eclipsada por la voz de Myles que, aunque me recuerda demasiado a la de Kotzen o Cornell, parece que poco a poco ha ido ganando en personalidad. El puente es maravilloso y sirve a Tremonti para hacer un solo muy alejado de su estilo, un diez por esa búsqueda y no haberse abandonado como parecía haber hecho. "Addicted To Pain" vuelve a los Bridge de la casa pero gana en solidez en el estribillo y la urgencia del riff principal, de nuevo un puente de lujo en el que parece que la tensión va a romper la canción y, esta vez sí, un solo más clásico de Tremonti que, a pesar de su dinamismo, rompe un poco la crudeza de la canción.

"Bleed It Dry" comienza de manera poderosa, como un zarpazo, pero pronto pierde fuelle en la estrofa y debemos dar gracias de nuevo a Myles porque él es quien la eleva por encima del machacón riff de guitarra. El primer bajón del disco viene con "Lover", un calco de los Alice In Chains más "desenchufados" y es que, por momentos, parece "Brother" o bien "No Excuses" comenzando con la misma nota y ritmo. De aire ensoñador, desmerece los tres primeros cañonazos del disco. Menos mal que recuperamos músculo con "The Uninvited" que por momentos roza el Metal más actual gracias a un opresivo riff, gana en emocionalidad en los estribillos y a un ritmo endiablado nos vamos a "Peace Is Broken", una buena descarga de electricidad pero que también me pone en sobreaviso, ¿por qué Alter Bridge suaviza tanto sus estrofas? 

"Calm The Fire", con un comienzo etéreo es engañosa porque, con el mismo ingrediente de "Cry Of Achillies", pronto se convierte en una canción épica y llena de melodía, con diferentes cambios de ritmo y aunando lo mejor del grupo. "Water Rising" es puro relleno, no es posible tener a un cantante como Myles y relegarle a hacer los coros de Tremonti y esto se evidencia en el estribillo, ya que el guitarrista de Creed es jodidamente incapaz de alcanzar el tono quedándose corto ante un Myles que le devora. "Cry A River " vuelve a dejar las cosas claras y sube de nuevo la tensión del disco pero, aunque es un gran tema, parece que la triada con la que abren este "Fortress" es difícil de superar y eso se confirma en "Farther Than The Sun" en la que la voz de Myles surfea sobre los riffs de Tremonti buscando la "canción perfecta" hasta llegar a la balada que es "All Ends Well" (ésta sí, una buena canción lenta, acústica y lejos de la "nadería" en la que se queda "Lover") y con "Fortress" nos demuestran que, a veces, lo mejor se hace de rogar, regalándonos una de las mejores de todo el disco con sus estrofas repletas de sentimiento y juegos de guitarras.

Su mejor disco hasta la fecha pero soy de los que quieren creer que lo mejor de Alter Bridge está por llegar, "Fortress" les lleva en la buena dirección pero todavía hay cositas que pulir aquí y allá. ¿Algo más? Sí, la portada de Dani Tremonti es indigna de un álbum así y, por favor, presten atención a las letras, no tienen desperdicio.

© 2013 Jack Ermeister

Concierto: Black Sabbath (París) 02.12.2013

SETLIST: War Pigs/ Into the Void/ Under the Sun/ Every Day Comes and Goes/ Snowblind/ Age of Reason/ Black Sabbath/ Behind the Wall of Sleep/ N.I.B./ End of the Beginning/ Fairies Wear Boots/ Rat Salad/ Solo de Tommy Clufetos / Iron Man/ God Is Dead?/ Dirty Women/ Children of the Grave/ Sabbath Bloody Sabbath-Paranoid/ Zeitgeist (altavoces)/

Casi cuatro meses atrás nos enteramos de que cubriríamos el concierto de Black Sabbath en el Palais Omnisports de Paris-Bercy y los nervios nos pudieron. No sólo creo que esta gira es una oportunidad, quizá única, de ver sobre los escenarios a Ozzy, Geezer y Tony sino que creo que el grupo está viviendo una buena época tras todos los sinsabores del pasado, peleas y disputas, desgracias personales y, a pesar de no contar con Ward, tanto la gira como su último disco de estudio dan la medida de lo que son actualmente Black Sabbath. Además, ver a Ozzy siempre es un placer y más si se acompaña de Geezer y el gran Iommi. ¿Y por qué no decirlo? París era una fecha más que apetecible de su gira europea, no sólo por la cercanía sino por ser un día antes del sesenta y cinco cumpleaños de Ozzy y ser una de las últimas citas del 2013 en el cual presentan precisamente “13”.

Meses más tarde y habiendo reposado su último disco, debemos ser sinceros y admitir que cualquier crítica -por muy apresurada que fuese- basada en la euforia de tener en las manos material nuevo de los de Birmingham era totalmente justificada. El nuevo álbum crece por momentos y sus composiciones resultan sólidas y aguantan el envite de lidiar con otros clásicos en directo, incluso la denostada “Zeitgeist” (por ser demasiado parecida a “Planet Caravan” ) suena lúgubre y majestuosa en la voz de Ozzy resonando en un recinto.  La gran sorpresa para muchos ha sido la desestimación de Brad Wilk para la gira y la incorporación de Tommy Clufetos. De este último no se pueden decir más que alabanzas, es un gran batería que conoce de primera mano los temas de Sabbath pero el debate que se plantea no es la ausencia de Wilk (al que, aunque considero buen batería, me da completamente igual verle o no en directo otra vez más) sino por qué Clufetos no grabó “13”

Según las malas lenguas; Ozzy, Iommi y Geezer contaban con Clufetos  para grabar el nuevo disco tras la incomprensible desbandada de Ward (otra vez más se largaba del grupo dejándoles en la estacada y alegando desavenencias contractuales respecto a los royalties) pero fue el orondo Rubin el que se negó a trabajar con Clufetos proponiendo a Wilk como sustituto para el nuevo disco de Sabbath. Los motivos de que Rubin preferiese a Wilk y no contemplase siquiera a Clufetos, mucho me temo que permanecerán ocultos hasta el fin de los días y lo único que el productor justificó es que Wilk tenía mucho más “groove”  (algo completamente absurdo cuando uno ve a Clufetos tras los parches  como si no hubiese mañana y es que es un músico infinitamente más completo y versátil que Wilk) pero lo que se rumorea es que, por suerte o por desgracia, Clufetos es relativamente desconocido y Wilk, sin embargo es y será el batería de RATM, con lo que con la polémica se añade algo más de publicidad innecesaria al lanzamiento de “13”Lo cierto es que, dejando atrás estas descabelladas teorías, la única que se me ocurre es la amistad entre Brad y Rubin y, por supuesto, el buen ojo para los negocios del productor (o como le llaman en diversos foros ingleses; “Rick Gurubin”, por su faceta de supuesto gurú). El trabajo de Wilk en el disco de Sabbath es bueno, correcto, olvida precisamente el “groove” de RATM y se reviste de la sobriedad de Ward pero pierde el dinamismo de éste con los timbales, justo lo que Clufetos justifica con su doble bombo y sus mil brazos en directo. El Palais Omnisports de Paris-Bercy está muy cerquita de nuestro hotel así que vamos dando un paseo, me sorprende el poco ambiente de concierto que hay y la tranquilidad que se respira alrededor, también es cierto que quizá yo esté un poquito sobreexcitado pero; ¡qué demonios, son Black Sabbath, como para no estar nervioso! Tras la consecuente visita al puesto de merchandising y compra obligada de una camiseta de la gira (qué grande imagen la del “Never Say Die!” del 78), accedemos al recinto y disfrutamos del ambiente.

¿Quién dijo que mirar al público no es un espectáculo en sí mismo? Está claro que no es igual de excitante y divertido ver al público de Avenged Sevenfold que al de Black Sabbath pero siempre es una buena forma de tomar el pulso de la popularidad de la formación, el interés despertado e incluso  vaticinar cómo será el concierto. El público de Sabbath es variopinto, abarca varias generaciones y todos, absolutamente todos, son amantes de la música en general. Todos celebran cuando suena AC/DC en los altavoces, cantan sus canciones y son capaces de disfrutar de Motörhead e incluso de Uncle Acid & the Deadbeats, los teloneros elegidos para la ocasión.

Venían presentando “Mind Control” y su Rock Psicodélico mezclado con Metal causó buena impresión en las primeras canciones para, posteriormente, ir aletargando a la audiencia. Lo que comenzó sonando como unos Crazy Horse distorsionados con influencias de los Thirteen Floor Elevators y todo el Krautrock alemán setentero mezclado con el Doom y el Metal de los últimos veinte años se convirtió en una maraña ininteligible de distorsión, como unos My Morning Jacket metálicos pero sin la melodía de éstos.

La espera se hace interminable y el escenario es cubierto por una enorme cortina que no deja ver lo que ocurre en él, a las nueve en punto y con todas las luces encendidas suena una risa que retumba en los altavoces del Palais Omnisports, la gente grita, parece la risa desquiciada de Ozzy pero todos dudamos durante algunos segundos, de repente se apagan las luces y… ¡Era el mismísimo Ozzy!

Una enorme luz morada tras la cortina, recorta su silueta mientras ríe con los brazos en cruz y comienza a sonar “War Pigs” (¡qué momento!) mientras se eleva la tela y nos deja ver a Geezer y a Tony en uno de los comienzos más espectaculares -a la vez que sencillos- que he podido ver en un concierto. Las cruces y el logo de Sabbath sobre las pantallas de los amplificadores, la batería con doble bombo de Clufetos presidiendo el concierto e imágenes de conflictos bélicos siendo proyectadas sobre las tres pantallas que ocupan el fondo del escenario. La gente canta “War Pigs” palabra por palabra hasta que irrumpe el seco riff de Iommi en “Into The Void” y todo Bercy se viene abajo, cruda y primitiva, como si estuviésemos en pleno 1971 y se hubiese publicado “Master of Reality” pero será en “Under The Sun” en donde me daré cuenta de que no hay un lugar mejor en el que pasar la noche del 2 de Diciembre en la faz de la tierra.

“Under The Sun” no es solamente una de mis canciones favoritas de “Vol. 4” sino un apisonadora en directo gracias a su aplastante riff y las adecuadas imágenes de las pantallas que convierten el concierto en toda una locura; cruces invertidas, exorcismos, poseídos, monjas masturbando cirios o en actitud erótica y violentos sacerdotes acompañan la canción. Ahora mismo Bercy está dividido; una parte está entregada en “Under The Sun” mientras la otra mitad no se acaba de creer lo que ve y es que Black Sabbath siguen resultando más provocadores, oscuros y atractivos que muchos grupos más modernetes a los que doblan en edad. Y, a propósito de esto, resaltar el buen estado en el que está Ozzy (no nos engañemos, aquellos que le critican por cómo se mueve parecen ajenos a que siempre se ha movido así y ahora, lógicamente, con sesenta y cinco años es fácil pensar que es culpa de la edad), su voz aguanta casi dos horas de concierto a un buen tono y volumen, mientras que Geezer y el recuperado y entrañable Iommi no pararán en todo el concierto.


En “Snowblind” dan un respiro rescatando de nuevo el polémico “Vol. 4” e imágenes con la cocaína como protagonista, siendo icónica la de Pacino en “Scarface”, el bajo de Geezer retumba y Ozzy ya ha empezado a meter la cabeza en los cubos de agua que le ponen en el escenario, la guitarra de Iommi suena tan agresiva que incluso “Age Of Reason” apabulla más que en “13” y llega el momento en el que Bercy se queda a oscuras y suena la lluvia, campanas y el estruendo de un trueno, es el momento de escuchar “Black Sabbath” en directo y por mi cabeza pasan las mil y una veces que he escuchado esta canción. Suena lúgubre, enigmática y sombría, la voz de Ozzy (obviamente más grave que en la grabación original, faltaría más) retumba entre las gradas y transmite la desesperación y el miedo de la composición, no faltan sus lamentos ni su diabólica risa justo cuando el tema se encabrita e Iommi es el principal protagonista gracias al cabalgante riff del que es autor, nunca creí llegar a escucharla en directo en sus propias manos y ahí estoy, disfrutando cada segundo.

“Behind the Wall of Sleep” aligera la tensión levemente para sacudirnos de nuevo con “N.I.B.” precedida por la introducción de Geezer, una de las mejores canciones de su álbum debut, quizá la más rockera y setentera junto con “The Wizard”, la guitarra es excepcional en el cambio de estrofa y se les ve disfrutar sobre el escenario cuando Ozzy sonríe a Iommi. ¿Cómo es posible que Tony genere tanto cariño entre la audiencia?

“End of the Beginning”, con los mismos ecos de “Black Sabbath”, nos arrolla a los dos minutos y medio con ese cambio de tercio salvaje y el desarrollo a modo de coda. Viendo a Sabbath en directo uno entiende que no son un mero grupo de Metal, ni siquiera de Rock porque a veces rozan lo progresivo en sus desarrollos. “Fairies Wear Boots” nos llena con lo “cyberpunk” de sus imágenes en las pantallas y la dureza de su guitarra, desconozco cuánta gente conocerá el motivo de la canción pero, aunque las imágenes queden muy lejos del mensaje original, suena de vicio y casan el video con su música. Tras la simpática inclusión de “Rat Salad” llega el momento del solo de batería de Tommy Clufetos, un auténtico escándalo, una maravilla que deja con la boca abierta a todos, ¿quién es Brad Wilk, quién le necesita aquí? Pienso para mis adentros.

Tras el descanso, Ozzy, Iommi y Geezer (“GZR” como le presentará Ozzy) salen de nuevo con un “Iron Man” que cae como un monolito sobre nuestras cabezas, “God Is Dead?” es la última que presentarán de “13” y suena muy, muy intensa (la grandeza de su último disco es estar lleno de grandes composiciones que no desentonen con su material más clásico y lo logran), “Dirty Women” es el aparente cierre lujurioso (debido a las explícitas imágenes que, una vez más, proyectan) de un concierto en el que Tony levantará a todas las gradas con el riff de “Children Of The Grave” en el cual, ahora sí, todo el mundo estalla: Ozzy está empapado, Geezer sonríe mientras Clufetos se desboca y se ilumina todo Bercy para ver a miles de personas de pie saltando. Suenan las notas de “Sabbath Bloody Sabbath” que se ven abruptamente interrumpidas por el inmortal fraseo de “Paranoid” con el que acaban un concierto de órdago. Se abrazan, sonríen, se despiden, se les ve plenos, saben lo grandes que son y cómo nos han hecho sentir durante las casi dos horas de concierto, se retiran y suena “Zeitgeist” por la megafonía, de camino al hotel no podemos sentirnos más que parte de la historia de los de Birmingham, en efecto: no había un lugar mejor en el que pasar la noche del 2 de Diciembre en la faz de la tierra.


© 2013  Conde Draco
(Fotos de Rockerparis.blogspot.fr y M.Pat)

Crítica: Paul McCartney "New"

El nuevo disco de Paul McCartney empieza con un gran tema como "Save Us" y acaba con "Get Me Out Of Here", una cancioncilla acústica que lo cierra de manera sencilla y elegante (escondiendo un sentimental y duro "Scared") pero, entre medias, hay de todo; retazos de genialidad, evocadoras imágenes del pasado beatle ("Early Days"), honrosos homenajes ("New") y osados arreglos como en "Looking At Her" pasando por grandes momentos de rock moderado y pop de altura pero lo que ha llamado poderosamente la atención de los medios y la crítica en general es la famosa frase contenida en "Early Days", ¿qué tiene que demostrar McCartney a estas alturas? La losa beatle pesa demasiado para cualquiera y Macca la sobrelleva con maestría después de más de cuarenta años de carrera en solitario, ¿cuarenta años? Sí, porque el ex-beatle lleva más de una vida consagrado a su propia música y, aunque haya tenido los lógicos descalabros que toda larga trayectoria suele tener, sus aciertos compensan con creces esos momentos. 

Así, los últimos discos de Paul (como nos gusta llamarle aquellos que le sentimos más cercano) son auténticamente sobresalientes, desde que comenzase mileno con "Driving Rain" (2001), continuase por esa senda oscureciendo los colores de su paleta gracias a Nigel Goldrich en "Chaos And Creation In The Backyard" (2005) y se volviese más sintético en "Memory Almost Full" (2007) porque "Kisses On The Bottom" (2012) estamos todos de acuerdo en que fue un entretenimiento, una golosina más orientada a su propia satisfacción que a la de un público sediento de nuevo material, por un lado, y una crítica ansiosa por hincarle el colmillo y hacer sangre con el nuevo disco de Paul. Para dejar las cosas claras, en menos de un año, publica este "New" en el que, tras dudar acerca del productor, el beatle se decanta por trabajar con -nada más y nada menos- cuatro productores: Mark Ronson, Ethan Johns, Paul Epworth y Giles Martin (hijo de George Martin) y el resultado, aunque podría haber acabado siendo un collage caótico, adquiere forma y se ve enriquecido porque, careciendo de unidad en sus composiciones y arreglos, posee una multidimensionalidad inusual (y siento utilizar una palabra así pero es lo que me hace sentir cada uno de los cortes de "New")

Con una portada maravillosa e icónica, basada en el trabajo de Dan Flavin, el primer adelanto de "New" se presentó en iTunes y pronto causó revuelo. Gran canción, acelerada, melódica y con un envoltorio sintético, plástico e inevitablemente moderno (nos recuerda al tipo de sonido alcanzado en "Memory Almost Full" pero más comprimido) y Paul, con setenta años, dando conciertos para presentarlo, respondiendo a todos sus fans a través de Twitter, concediendo decenas de entrevistas… ¿Sabéis? No sé dónde estaré con setenta años pero estoy seguro de que no tendré la energía, ni transmitiré la misma vitalidad y buen rollo del que Paul es capaz. Volviendo a "New", la canción, el puente es brillante con un increscendo auténticamente escandaloso que nos lleva a agitar nuestra imaginaria "melena beatle" y los coros en el estribillo elevan la canción a modo de góspel. ¡Genial!

Para "Alligator", Paul comienza con un "ok" que nos hace sentir que estamos en pleno ensayo y de nuevo el puente (pero ésta vez de camino al estribillo) es de órdago cuando canta; "Everybody else busy doing better than me And I can see why it is They've got someone setting them free, someone breaking the chains, someone letting them be" uno siente que la canción es enorme en sí misma. En "On My Way To Work" rememora su pasado antes de llegar a ser famoso y dedicarse por entero a la música en un medio tiempo acústico magnífico.

Y llegamos a "Queenie Eye", uno de los singles, promocionado con un curioso video en el cual Paul baja a ensayar y tocar la canción, a solas en su piano, cuando en la sala comienzan a aparece rostros conocidos como el mismísimo Johnny Depp o Meryl Streep, Jude Law, Kate Moss, Sean Penn, Alice Eve, Kate Moss y Jeremy Irons. No es un video magnífico (como a los que nos tiene acostumbrados) pero sí entronca con los realizados en su última época en los cuales tan sólo basta él y su estudio para representar sus canciones. "Queenie Eye" es pop fácil, en el mejor de los sentidos, ¿quién es capaz de hacer estas canciones cuando ya no esté Paul entre nosotros? Parece fácil pero no lo es, hay que tener esa chispa. 

Con "Early Days" llega la polémica, con la dichosa frase: "Now everybody seems to have there own opinion Who did this and who did that But as for me I don't see how the can remember When they weren't where it was at" Pero es cierto, después de décadas de aguantar reproches por parte de la prensa y estúpidas teorías como; "el cerebro de los beatles era John, era el Rock, John hizo esto y aquello", Paul -con mucha elegancia- se despacha diciendo: ¿Cómo es posible que digan quién hizo una cosa u otra si ninguno de ellos estuvo allí? Y es verdad, muchos de los críticos que actualmente osan a criticar al beatle, no tienen más de cuarenta años y ni siquiera estaban en este mundo cuando Paul y John habían dado por zanjada la historia de su propio grupo. ¿Qué coño sabrán ellos? Pero ni siquiera los que comparten edad con Paul y John estuvieron con ellos componiendo, no saben qué frase es de uno y cual del otro... "Early Days" es acústica y evocadora, bonita y sencilla, sin más arreglos que Paul y su acústica, recordándonos lo bien que funciona esa fórmula y alcanzando la emoción con sólo esos poquitos ingredientes.

"New" fue saludada como la nueva "Penny Lane", sólo por su compás y es cierto que las palmas y los arreglos la acercan al tema original pero, si es un homenaje, es una maravilla. "Appreciate" funciona bien como "chill out", es la típica jam a la que a veces nos ha acostumbrado Macca en sus conciertos (como aquel último que dio en Madrid) y sirve para relajarnos hasta "Everybody Out There" (que podría haber estado en el magnífico "Flaming Pie" de 1997), de ella se puede resaltar su energía gracias a sus coros y sus estupendas acústicas. En "Hosana" se abandona en la melancolía, más cercano a la languidez de Radiohead o Coldplay que del resto de material que compone "New", bonita y relajada pero quizá rompe el ritmo de la segunda cara del disco.

"I Can Bet" podría ser de Franz Ferdinand (cuando tenían gracia e inspiración, claro) con un estribillo pegadizo, un medio tiempo de Rock con acústicas y en "Looking At Her" llegamos al clímax de "New", con estrofas minimalistas que se encrespan según se acercan al estribillo coronado por un sintetizador tras ése "I'm losing my mind…", una delicia que puede servir de ejemplo lo que es el nuevo disco de Paul. Pero todavía queda "Road", una carrera llena de emoción y sentimiento hasta "Turned Out" (puro Macca al 100%) con sus eléctricas y falsete incluído, "Get Me Out Of Here" que suena como un blues de hace sesenta años o la desoladora "Scared" para cerrar un disco lleno de matices, recovecos, bocetos, ideas, canciones redondas y melodías que te acompañan allá donde quiera que vas. ¿Quién da más por tan poco? Paul no es grande, es enorme y, por suerte, sigue componiendo para nosotros, qué maravilla...

 © 2013 Conde Draco

 

Concierto: Satyricon (Madrid) 20.11.2013

SETLIST: Voice Of Shadows/ Hvite Krists Død/ Now, Diabolical/ Black Crow on a Tombstone/ Our World, It Rumbles Tonight/ Nekrohaven/ Repined Bastard Nation/ Tro og Kraft/ The Infinity of Time and Space/ Forhekset/ To the Mountains/ The Pentagram Burns/ Mother North/ Fuel for Hatred/ K.I.N.G.

El Black metal tiene algo que le hace diferente y especial, muchas veces hemos dicho que engancha ya que es difícil de definir lo que puedes llegar a sentir cuando te pones un disco de Mayhem, de Emperor o de Inmortal. No es algo fácil de expresar con palabras, multitud de sentimientos se apoderan a la vez de tu cuerpo en los escasos cuarenta minutos que por término medio suele durar un disco de black. El Black Metal (al igual que el death metal) se ha ido remodelando con el paso de los años, se ha ido puliendo y aburguesando, lo que le hace ser más competitivo y a la vez más perceptible para los menos acostumbrados a tratar con la música del diablo. Nos guste más o nos guste menos lo que es evidente es que Inmortal no suena igual ahora que en los 90, no suena igual "Battle North" que "All Shall Fall" (y evidentemente no me refiero a nivel de producción o de mezcla); de igual modo que no suena igual "Nemesis Divina" que "Now, Diabolical" de Satyricon. Hay grupos de música extrema que el cambio y el giro hacia una sonido más cercano al populismo general lo han hecho de manera más suave y pausada, de tal forma que no te das cuenta de dicho cambio, mientras que otros como Satyricon, que no se andan con medias tintas, han decidido hacerlo de golpe y sin anastesia. Quien sigua la carrera de Satyricon sabe que hubo un disco que marcó el cambio y el rumbo de la banda; "Volcano" se convirtió en un revulsivo (para su vieja guardia de fans, una bofetada en la cara) y en una nueva forma de ver y de entender el black metal desde un punto de vista más serio y maduro. "Now, Diabolical" y "The Age Of Nero" siguieron, e incluso acentuaron en mayor medida  la estampa y el camino marcado por "Volcano", mientras que "Satyricon", un disco que contiene todo el sabor y toda la mala baba del black metal, lleva en su seno un sonido mucho más mainstream y mucho más rockero, lo que le convierte en un auténtica joya y en uno de los mejores trabajos de black metal de este 2013…

Satyr o de Frost son dos musicazos como la copa de un pino, cualquiera que sea mínimamente conocedor de la discografía de los noruegos sabe que son una de las parejas más productivas dentro del género junto con la formada por Fenriz y Nocturno Culto de Darkthrone. Y si alguien tiene serias dudas de que esto sea así le recomendamos asistir a un concierto suyo, allí se le disipara cualquier tipo de duda acerca de una de las bandas de black metal que mejor directo pueden desplegar en este momento...Para esta gira europea Satyricon deciden venir acompañados por los taiwaneses Chtonic, una banda que sinceramente no aporta nada nuevo al sobrecargado mundo musical a excepción de una guapa bajista  (por cierto muy simpática Doris Yeh, firmando y haciéndose fotos con todo el mundo) que es la que tira un poco del carro y de la banda. Me recuerda mucho el caso de Chtonic al de Sonic Syndicate, donde también otra guapísima bajista (Karin Axelsson) es la que marca el ritmo y la pauta de un grupo que vive única y exclusivamente de la imagen de uno de sus miembros (en este caso miembra). Del resto del grupo poco que decir; un cantante que a la segunda canción se queda sin voz, un batería con una pegada un tanto ridícula y un guitarrista un tanto fullero...eso sí, como hemos dicho, ella divina!

A eso de las nueve y media de la noche, y tras el clásico apagado de luces de la sala, vemos aparecer a Frost por el escenario dirigiéndose con paso lento y firme a su enorme batería. Poco tarda el resto de grupo en aparecer en escena, siendo Satyr el último aparecer colocándose con guitarra en mano (primera sorpresa) en el alzado de la batería de Frost. Me hizo mucha gracia ver como el resto de grupos tenían cierto parecido razonable con otros tres grandes de la música. Por un lado su principal guitarrista tenía un deje físico muy parecido a Victor Smolski, mientras que el segundo guitarrista (sobre todo por su pelo) era un calco de Marty Friedman. El bajista por su parte tenía una forma de tocar un tanto  parecida a la que aposentaba el bueno de Paul Grey (DEP) con la cabeza siempre gacha y con ese típico movimiento circular. Anécdotas a parte...la primera en sonar es "Voice Of Shadows", una maravilla en forma de pieza instrumental que abre su último y homónimo disco y que ya es un clásico de la banda. Fantástica como suena en directo, increíble cómo estas sencillas notas te van embriagando y te van poniendo en situación de alerta ante lo que presupones que se te viene encima a continuación. La extensa y por otro lado apabullante "Hvite Krists Død" revive a los Satyricon más crudos y viscerales, a los Satyricon de los 90 cuando las pinturas de guerra y las voces gritonas eran la pauta y  la nota de los adolescentes noruegos de la época. Un gran tema que nos pone en nuestro sitio y te hace ver la grandeza de un grupo humilde. Nos ha llamado mucho la atención la buena voz que tiene Satyr en directo, tiene una voz muy potente y muy fuerte, realmente sorprendente; y al contrario que el cantante de Chtonic no se quedó sin voz a la segunda canción… vamos, ni a la última.

Satyr lanza el nombre de Frost a la sala y el formidable batería empieza con un fantástico solo el inicio de "Now, Diabolical". A nivel personal tengo que decir que junto con "Black Crow on a Tombstone" fue el tema que más me gustó del setlist que llevaban aquella noche. Ambos temas sonaron enormes, grandiosos, con la gente coreando a todo volumen sus sibilinas estrofas y sus contundentes estribillos, conjurando uno de esos momentos que convierte en épico un concierto y que te es imposible de olvidar... Tras una breve presentación de Satyr diciéndonos que están de gira presentando su nuevo álbum "Satyricon", cae "Our World, It Rumbles Tonight", una de las canciones más representativas de su último trabajo y que en directo suena fenomenalmente bien. Nada está fuera de sitio, la batería y las guitarras suenan a la perfección, y si te dejas llevar por ellas ves como logran crear una atmósfera altamente cruda y oscura. La sala (con una muy buena entrada) no cesa en su empeño por animar y cantar junto con la banda, así caen una ultra-rápida "Nekrohaven" y una putada "Tro og Kraft" con uno de esos riffs lentos y angostos que te envuelven y aprietan hasta dejarte exhausto. Las cervicales sufren de lo lindo en la parte intermedia del concierto, pero de sobremanera se recargan con las brutales "To The Montains" y "The Pentagram Burns"; dos temas que dejan en muy buena posición su disco "Now, Diabolical" y del cual tocaron nada más y nada menos que cuatro canciones. Al fin y al cabo estamos hablando de la etapa más creativa de Satyr y Frost.

Tras unos breves minutos de descanso la banda vuelve a escena con la que es para muchos la mejor canción de black metal jamás escrita. "Mother North" de su "Nemesis Divina" tiene un comienzo aplastante, Satyr logra ponernos a todos a tararear el riff inicial de esta obra maestra. Fantástico el sonido de Frost en la batería haciendo enloquecer a la sala con una pegada solo apta para los más grandes del Rock. "Fuel For Hatred" siempre me ha parecido una canción formidable, un tema que se aleja mucho del black metal (musicalmente hablando) y que se acerca más a sonidos más punkorros y clásicos. El cierre de la noche corre a cargo de uno de sus singles más conocidos..."K.I.N.G. ", con una sala entregada en cuerpo y alma marca el adiós y el punto final de una gran actuación de un grupo que más nos ha enamorado y que más nos ha conquistado con el paso de los años. Ya estamos desando volver a verles encima de un escenario. A partir de ahora serán otros de los fijos en nuestra apretada agenda...


© 2013 Lord Of Metal

Crítica: Deicide "In The Minds Of Evil"

Vuelve a la carga uno de los iconos del death metal mundial tan solo dos años después de su último trabajo "To Hell With God". La verdad que da gusto ver hoy en día que todavía existen bandas (cada vez menos) que conservan la esencia y las raíces de lo que les vio nacer y con lo que se hicieron grandes y fuertes. Todos sabemos de la baja popularidad de la que goza el death metal, un género que a excepción de su vertiente melódica se muestra complicado y difícil de digerir (somos los primeros en entenderlo). El death siempre ha pugnado codo con codo con el black para convertirse en el patito feo del metal, nunca ha sido un grupo bien visto, nunca ha gozado de buena presencia incluso por otros grupos y otras bandas. En este sentido leía recientemente en una entrevista a Jeremy Wagner (Broken Hope) contar que hace una serie de años les tocó compartir cartel con Gwar, y como la banda de thrash-horror al escuchar las primeras canciones Broken Hope se negó a que siguieran tocando en un cartel en el que ellos eran los headliners y los peces gordos de la noche. A nivel personal me parece lamentable que existan este tipo de comportamientos, y más aún si los mismos se dan entre compañeros de profesión. Puedo entender que a Gwar se la pele el death metal y que Oderus no tenga la menor idea quien es Jeremy Wagner, pero si un grupo está tocando contigo tenle un mínimo de respeto.

La historia de Jeremy y Broken Hope es digno de estudio (o al menos de comentario) y algún día rescataremos alguno de sus clásicos en esta página. Broken Hope fueron uno de los pioneros y uno de los grandes exponentes del death metal en los 90, junto con otros gigantes como Cannibal Corpse , Morbid Angel, Death o los mágicos Deicide. Aún recuerdo cuando en plena adolescencia mi habitación estaba empapelada con multitud de pósters que rescataba de las revistas de heavy metal de la época. Allí había fotos de Black Sabbath, Maiden, Metallica, Kreator... y entre todas ellas destacaba (por su considerable tamaño) una de Deicide. La recuerdo como si fuera ayer, Glen al lado de Steve y éste a la vera de los hermanos Hoffman. Era mi póster favorito, sin saber muy bien por qué  le tenía un cariño especial. A la gente le acojonaba ver a Benton con una cruz invertida en la frente y con los ojos en blanco, pero a mí me hacía gracia; la foto tenía mal rollo, daba malas vibraciones y poseía un mal aura difícil de describir. Pero así y todo no podía quitarlo, mi subconsciente decía que lo primero que tenía que ver cuando me levantara por la mañana era cuatro putos locos dándome los buenos días...

Hablar de la época dorada del death metal, es hablar de Tampa (Florida), es hablar de Death, de los Corpse o de Deicide. Desde mi humilde punto de vista Deicide ha sabido madurar y crecer mejor que el resto de bandas de la época dorada del death. Su evolución ha sido más consistente y su adaptación a los nuevos tiempos y sonidos ha ido "in crescendo" con el paso de los discos y de los años. Pocos conocedores del buen death no sabrán de la existencias de obras como "Legion" o como "Deicide", dos discos que marcaron un antes y un después en la forma de entender el metal. Veinticinco años después de su génesis Deicide siguen grabando y siguen editando grandes y poderosos discos,  de auténtica rabia y auténtica maldad. Century Media ha sabido echarles el guante en uno de sus mejores momentos, si la banda de Glen ya nos dio un gran regalo con "To Hell With God", con "In The Minds Of Evil" nos dan un regalazo mayúsculo.

Es escuchar el susurro de la voz de Glen en la intro de "In The Minds Of Evil" y es sentir como la dopamina se empieza a disparar y a apoderar de tu cuerpo. Sabes que pocos son los segundos que te restan para que toda la fuerza y toda la energía de uno de los grupos más contundentes que existen recaiga toda sobre ti. Dicho y hecho, la batería de Steve empieza a repicar son su sonido sobrio y oscuro mientras los riffs de Jack (un acierto su fichaje tras la marcha de los Hoffman) y de Kevin hacen que te empequeñezcas hasta la última expresión. Me encanta como suena todo, la producción y la mezcla de Jason Suecof (Trivium, The Black Dhalia Muder...) es alucinante, la voz de Glen mejor que nunca y la pegada de Steve sobrenatural. "Thou Begone" tiene un rango deliciosamente melódico en las guitarras, mientras que la base rítmica no entiende de medias tintas y tanto el sonido que exprimen Steve como Glen es netamente "old-school". En este álbum la voz de Benton sigue sonando tan cavernosa y tan profunda como siempre, aunque gracias a su magnífica producción los guturales parecen alcanzar cotas realmente altas para un grupo de la vieja guardia del death metal. "Godkill" es un tiro a bocajarro, un disparo que entre ceja y ceja que te dice como se la gastan estos tipejos cuando se trata de ponernos a "bailar"; fantástico el solo de Owen en el interludio del tema; es lo que tiene ser un grande, que por mucho que lo intentes no pasas indiferente.

Me ha resultado especialmente curioso "Beyond Salvation" donde las guitarras suenan a una velocidad más corta y más melódica a la que estamos acostumbrados en un disco de Deicide. He de confesaros (y no me llaméis loco) que en ciertos pasajes del tema se me ha pasado por la cabeza que estaba escuchando la guitarra de Olbrich de los Guardian; oír para creer... "Misery Of One" y "Between The Flesh And The Void" (con un Steve magistral en ambas dos) son mucho más oscuras y crudas que las anteriores, es aquí donde la banda decide sacar de la trinchera su arsenal más pesado para bombardearnos de forma impiadosa con sus blasfemias y su sonido más atroz y ancestral.  Los solos de Jack y de Kevin (nuevamente ejecutados a la velocidad del rayo) son de los pocos momentos en los que se nos da un respiro ante tanta caña y tanta deflagración sónica. "Even The Gods Can Bleed", con su corto minutaje, está en tierra de nadie, mientras que "Trample The Cross" se posiciona claramente del lado más salvaje del metal, con un Glen muy activo que vuelve a desgarrar hasta límites insospechados las estrofas de forma despiadada y grotesca. "Fallen To Silence" y "Kill The Light Of Christ" son las dos que menos me gustan del álbum, se vuelven un tanto monótonas y aburridas, ya que su tempo estático y cansino nos inyectan un estancamiento y un hastío del que nos cuesta salir. 

Gran final el que se marcan con "End Of The Wrath Of God" donde Jack y Kevin deciden relajar su tono sacándose de la manga fantásticos ritmos y fantásticos solos que te harán palidecer y decir, "¡coño, qué grande es esta banda!". Ya sabemos que el death metal no está hecho para todos, que cuesta asimilarlo y más aún amarlo, pero una cosa es clara, una vez que caes en sus redes cuesta mucho safarse de él. Deicide son unos alumnos aventajados en esta disciplina y saben dejarse querer (siempre han sabido hacerlo). Con "In The Minds Of Evil" no hacen otra cosa que añadir otro fantástico capítulo a la historia del death metal. Gran disco!

© 2013 Lord Of Fuckin' Metal

Concierto: Pixies (Madrid) 07.11.2013

SETLIST: Cactus/ The Holiday Song/ Nimrod's Son/ Indie Cindy/ Vamos/ Here Comes Your Man/ La La Love You/ Subbacultcha/ Distance Equals Rate Times Time/ Another Toe in the Ocean/ Levitate Me/ Mr. Grieves/ Something Against You/ Is She Weird/ What Goes Boom/ Crackity Jones/ Isla de Encanta/ Tony's Theme/ U-Mass/ Velouria/ Havalina/ Bone Machine/ I've Been Tired/ Bagboy/ In Heaven (Lady in the Radiator Song)/ Andro Queen/ Where Is My Mind?/ Caribou/ Hey/ Gouge Away/ Planet of Sound/

Los Pixies llegaban a Madrid tras haber vendido en pocas horas todas las entradas de dos días consecutivos y es que, desde su desaparición, y la posterior explosión del Rock Alternativo, el grupo de Boston se erigió como "banda de culto" y referencia para aquellas emergentes en los noventa y todo un descubrimiento para Bowie y U2 poco antes de separarse en 1993. Tengo treinta y pico años, viví los noventa y crecí con los discos de Sebadoh, Nirvana, Melvins y, claro, Pixies pero, aunque reconozco su talento y me encantan sus canciones (de lo contrario no tendría sentido haber asistido a este concierto y dedicarle unas líneas), nunca entenderé los exagerados elogios a sus discos. Aunque extraigo grandes momentos de cada uno de ellos (y tengo grandes favoritos como "Dolittle" o "Trompe Le Monde" e incluso el "Come On Pilgrim" en el vinilo original) creo que a la crítica en general se le va de las manos las comparaciones de Black y los suyos con los Beatles o la trascendencia de su propuesta comparándola con Bowie porque en directo, muy a mi pesar, ocurre como en sus canciones (de estrofas calmadas y explosivos estribillos) y es que en un concierto de los Pixies hay verdaderos estallidos de euforia mezclados con momentos planos y farragosos en los que se alterna lo sublime y el tedio más absoluto. Por mucho que me gusten, seamos objetivos; cuatro discos a una media de tres minutos por canción, ¿de verdad creemos que hay en la faz de la tierra un grupo que, con ese repertorio, sea capaz de tocar una treintena de canciones en una hora y media sin que su concierto no se vea resentido? La primera la noche en La Riviera de Madrid, orbitó entre grandes canciones y canciones medianas, en una reunión sin Kim Deal y no, no tocaron "Debaser".

Llegar a la sala era como estar de vuelta en el instituto, con un público mayoritariamente treintañero, camisetas de Sonic Youth, Pixies o Nirvana y ganas de recuperar el tiempo perdido en poco más de hora y media, tres notas y la desquiciada voz de Black. Se apagan las luces, tan sólo resplandece el puesto de merchandising repleto de camisetas y recuerdos del grupo, el rumor y los silbidos llenan el ambiente con las ganas de un público que, ante el imprevisible presente y futuro del grupo, se derrite literalmente por verles. Salta Frank al escenario armado con una guitarra acústica y Joey Santiago con una Les Paul, comienza el espectáculo con "Cactus", "Nimrod's Song" o "Indie Cindy", se corean sus estribillos, las avalanchas de gente empujan las primeras filas y se desquician en "Vamos" para estallar de euforia en "Here Comes Your Man", para continuar con "Subbacultcha", "La La Love You" o una de mis favoritas, "Mr. Grieves".

Me resulta irónico haber salido, bailado, bebido y charlado con mis amigos mientras en los bares sonaban estas canciones y corría el año 95 pero lo que de verdad me sorprende es que lo que en aquellos años me parecía glorioso, con el paso del tiempo sus canciones han perdida cierta frescura y ahora me sorprende lo decepcionante que me resulta en directo Joey Santiago: no me gusta su forma de atacar las canciones, ni como suena su guitarra, ni lo alto de su volumen en los supuestos solos del grupo o los chirriantes acoples que nos regala un grupo tan alejado del "noise rock" como son los Pixies. La interacción de Black con su público es mínima, inexistente y, personalmente, echo de menos a Deal y la presencia de Kim Shattuck no me aporta nada con lo que me limito a disfrutar de Black Francis.

"Crackity Jones" y a disfrutar con la festiva "Isla de Encanta", "Velouria" nos quita las penas para perder fuelle con "In Heaven" (que me hace recordar el universo de Lynch) y tras "Andro Queen" y haber bajado considerablemente el nivel del concierto, Francis arranca de su acústica el rasgueo de la ya eterna "Where is my Mind?" que arranca de cuajo el techo de La Riviera aún sonando infinitamente más lenta que la original, a un tempo diferente.Se retiran antes de afrontar los bises, la espera se hace demasiado larga, todos esperamos "Debaser" o "Monkey Gone To Heaven" pero no, la elegida es "Caribou" con su estribillo lleno de calma, surf y rock, "Gouge Away" y acaban con "Planet Of Sound", Francis se despide de manera parca con la mano, como si le costase un esfuerzo, esboza una sonrisa en la que parece morderse los labios y con rictus serio abandona el escenario. ¿Esto es todo? Con todo mi respeto por los buenos ratos escuchando su música pero benditos los Smiths que no vuelven ni por todo el oro del mundo...

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(Fotos de  Ignacio Sánchez)