SETLIST: Candles/ Rashida/ Barbara/ April Fools/ The One You Love/ Grey Gardens/ Saratoga Summer Song (de Kate McGarrigle por Teddy Thompson) / I Don't Know (de Kate McGarrigle por Krystle Warren) / Respectable Dive/ Cigarettes and Chocolate Milk/ Out of the Game/ Jericho/ Perfect Man/ Sometimes You Need/ One Man Guy (Loudon Wainwright III)/ Everybody Knows (Leonard Cohen)/ The Art Teacher/ Going to a Town/ Montauk/ 14th Street Encore/ Old Whore's Diet/ Bitter Tears/ Gay Messiah/
Tercera vez que puedo disfrutar de Rufus Wainwright en directo y tercera vez que salgo de su concierto plenamente convencido de que he estado dos horas frente a uno de los grandes genios de la música contemporánea. La verdad es que sus directos no son para todos los gustos y no es extraño encontrarse a ese tipo de público medio que acude con seriedad y expresión circunspecta a una cita con olor a rancio de un músico que es capaz de componer ópera, cantar sonetos shakesperianos y por Judy Garland para rasgarse las vestiduras cuando el joven sobre el escenario es también capaz de ser crucificado durante una canción tan sensible como "Gay Messiah" o salir vestido de colegial o tirolés, maquillado como una fulana y bailar entre su público haciendo uso y abuso de una pluma exagerada para desesperación de esos que todavía no saben quién es Rufus Wainwright y son capaces de disfrutarle en disco pero no conocen cómo se las gasta en vivo. Ver a Rufus es toda una experiencia y, siempre, siempre, enriquecedora a mínimo que uno tenga cierta sensibilidad y tenga ese puntito de genialidad, de libertad artística en su corazón. Es quizá por esa falta, cada vez más latente, o por la maldita crisis y la cercanía a las Navidades, que Rufus tuvo que conformarse con llenar La Riviera (y su ya mítica mala acústica y palmera central) y no el Teatro Circo Price o una sala con mayor aforo como realmente le corresponde. Y no es precisamente culpa de su carrera (siempre en clara línea ascendente) o de sus puestas de largo (cada vez mejores, sin importarle si actúa ante miles, cientos o unos pocos), Rufus está condenado (en el mejor sentido de la palabra) a ser uno de los grandes, a convertirse en referencia ineludible de la música y el buen gusto de los próximos diez, veinte o treinta años. Tiempo al tiempo.
Unas chicas guardan la vez durante todo el día a las puertas de La Riviera. ¿Por qué? Porque van a escuchar "14th Street", "Cigarettes and Chocolate Milk", "The One You Love" o "Gay Messiah" y no quieren perder ni ripio de lo que ocurra en el escenario. Para hacer la velada aún más especial, Adam Cohen (sí, hijo de Leonard y tío del vástago de Rufus) abrirá la noche. La entrada de la sala se muestra raquítica pero, poco a poco, irá cogiendo cuerpo hasta llenar por completo la pista de La Riviera y Adam Cohen se encargará de calentar los ánimos presentando "Like A Man" (2011) con su habitual verborrea y castellano con acento de Méjico. Lo poco que pude ver de su actuación me recordó a lo que ya vi el año pasado y, aún con toda la veneración, admiración y devoción que siento por su padre y las sensaciones casi místicas que alcanzo en sus conciertos, últimamente (y muy a mi pesar) percibo a Adam Cohen como un charlatán de feria, pagado de sí mismo y su ascendencia, más interesado en pasárselo bien y vivir de las rentas cantando una y otra vez "So long, Marianne" o "Everybody Knows" y ligotear entre el público una vez que ha acabado su espectáculo (en muchas ocasiones más cercano a un monólogo) que a construir su propia carrera en solitario a pesar de que siempre que graba un nuevo álbum da buenas muestras del talento con el que en ocasiones llega a deslumbrar. Mientras que la actitud de Rufus es la de un genio hedonista que disfruta de su arte, la de Adam es la de un vividor.
Abrir con "Candles" es valiente pero alcanza cotas de belleza difícilmente imaginables, su silueta mientras, a capella, va cautivándonos a todos con su voz. ¡Vaya voz, qué maravilla! Y es que así, con tan solo su garganta, sin ningún instrumento que le acompañe, suena magistral y brillante. Lo mismo que "Rashida" en la que ya sí podemos disfrutar del escenario totalmente iluminado y la actitud simpática y llena de desparpajo de Rufus como ocurre con la poppie "Barbara" y su delicada melodía sobre la magnífica base de la banda (magnífico Wah-wah). Nos saluda, nos promete que será una noche de Sábado verdaderamente loca y nos dice que nos vamos un poco al rock con "The One You Love" (una de mis favoritas) y, con toda La Riviera iluminada, se ve la cara de felicidad de todos los asistentes. Vuelta, de nuevo, a la delicadeza hiriente en la que Rufus sabe manejarse mejor que nadie, "Grey Gardens" nos deja hechizados y es cuando éste aprovecha y nos deja con dos canciones de su madre, Kate McGarrigle, ("Saratoga Summer Song" y "I Don't Know") cantadas por Teddy Thompson (qué bonito y qué bien la cantó) y Krystle Warren con gran maestría. ¿Pero, dónde está Rufus?
Rufus en Madrid (Foto de CLAUDIO ÁLVAREZ) |
Volvió para deleite con "Respectable Dive", rescató "Cigarettes and Chocolate Milk" y levantó de nuevo los ánimos con "Out of the Game", "Jericho", " Perfect Man" (ambas sobresalientes) y "Sometimes You Need". Para todo aquel no iniciado o ajeno al universo de Rufus, tan sólo decir que a excepción de la maravillosa "Cigarettes and Chocolate Milk" de su "Poses" (2001) el resto pertenecen a su último disco "Out Of The Game" (publicado con la todopoderosa Deca). ¿Cuántos artistas son capaces de tocar casi entero su último disco sin que su concierto se resienta (diez canciones de un total de doce)? En efecto, ninguno.
Presentó "One Man Guy" de su padre, Loudon Wainwright III, y llamó al escenario a Adam Cohen para cantar "Everybody Knows" de Leonard Cohen (en la que sobró la actitud del hijo de éste) con mucho sabor y compartiendo con la banda. "The Art Teacher" y la épica "Going to a Town" dieron por cerrado el concierto no sin despedirse con "14th Street Encore" antes de desatar la auténtica locura en los bises con "Old Whore's Diet" y una opereta con tintes kitsch en la cual fue coronado como "Rufus Apolo" por un Cupido de aire homosexual (que hizo suspirar a ellas y a ellos) y una banda bajada del Olimpo que tuvo el detalle de narrar la inverosímil y simpática historieta en nuestro idioma y convertir La Riviera en una discoteca petarda (con todo el cariño) y Rufus (con peluca rubia y semidesnudo) cantando "Bitter Tears" entre la gente en lo que, de verdad de la buena, parecía una celebración de la vida invitando a las primeras filas a subir al escenario y simular la muerte para renacer convertido durante "Gay Messiah" y dejar que un bocadillo de gomaespuma cantase la canción. ¿Suena como si fuese una gran locura, verdad? Fue mejor, fue arte, fue una fiesta; es Rufus Wainwright.
© 2012 Conde Draco