No deja de ser irónico que el Black Metal, al cabo de los años, se haya revelado como uno de los estilos musicales más versátiles y permisivos a la hora de dejarse llevar por otros derroteros. Parece mentira que un género como éste, tan aparentemente cerrado y con unas directrices (tanto estéticas como musicales) tan marcadas, pueda coquetear con otras tendencias y no sólo no desentone sino que sea capaz de abrir la brecha a otros terrenos expresivos. Ihsahn, nuestro viejo amigo de Emperor, vuelve con Heidi S. Tveitan para dar por finalizada esa trilogía conformada por "angL" (2008) y "After" (2010) y confirmarse como uno de los genios del Metal contemporáneo porque, después de escuchar "Eremita", así es como le siente uno. Ihsahn no es un cualquiera, no es un chaval satánico que tuviese la suerte de verse involucrado en la escena Noruega y potenciase su imagen con violentas y sádicas actitudes más cercanas a la pantomima que otra cosa, tras sus diabólicos ojos claros (esos que a todos nos aterraron en una maravilla como "Empty") se esconde un músico de calidad capaz de sumergirse, con la ayuda de su pareja, en todo tipo de géneros, mezclarlos con entre sí y salir victorioso imprimándoles su propia personalidad. Si lo que estás esperando cuando pinches "Eremita" es un rabioso y satánico disco de Black Metal con una calidad paupérrima y lleno de "blast beats" siento decirte que te has equivocado de álbum. "Eremita" gustará a públicos muy diferentes pero siempre con unas característica en común; apertura de miras y buen gusto.
Acompañado de Tobias Ørnes (a la batería) y Jørgen Munkeby al saxofón (no te has equivocado al leer), Ihsahn nos noquea con sus guitarras de ocho cuerdas en "Arrival" (con Einar Solberg), más cerca del rock/metal progresivo más técnico que del Black o del Death, alternando los riffs más pesados y obsesivos junto con las voces guturales que pronto desembocan en un estribillo lleno de voces limpias y cristalinas pero "Eremita" llegará a su primera cima en "The Paranoid", un corte lleno de furia y rabia que cae como una cortina metálica sobre el oyente y a los pocos segundos se tiñe con guitarras acústicas para volver al ataque sónico que hace honor a su título, la angustia deja paso a uno de los mejores estribillos de Ihsahn y todo el Metal en general; "And the shame feeds the anger feeds the shame" Una maravilla que se deja ir con un saxofón que le confiere un final majestuoso.
"Introspection" engaña cuando despega, parece un tema nocturno y oscuro pero pronto experimenta dos cambios a cada cual más radical y rupturista, una constante no sólo en este tema sino en todo el disco. Pero si de sorpresas se llena este "Eremita" (de título muy propio para el asceta en el que parece haberse convertido Ihsahn) es porque alberga canciones como "The Eagle and the Snake" (con Devin Townsend), una maldad más cercana al Jazz o al Progresivo que al Rock o al Metal. Casi nueve minutos inaugurados con el saxo de Jørgen (un protagonista que se hace notar) y plagado de todo tipo de guitarras que encuentran su clímax al paso de los primeros cinco minutos, con un solo maravilloso pero es que, claro, Jeff Loomis está echando una mano y eso se nota. Sólo Ihsahn y Loomis podrían haber tocado una canción así, de esta forma.
"Catharsis" vuelve a contar con Jørgen y su comienzo onírico ya no debería sorprendernos cuando estalla con la ayuda del saxo convirtiéndose en toda una extraña catarsis. El Black más oscuro vuelve de la mano de "Something out there", uno de los mejores temas del disco que anda cabalgante entre el Thrash, el Black y el Rock Sinfónico. Produce cierta inseguridad decir que es una de las mejores canciones del álbum (que así es) después de haber escuchado "The Paranoid" o "The Eagle and the Snake" porque es casi imposible compararlas unas con otras, el único patrón que las une son los músicos que participan en ellas. "Grief" es un satánico interludio más propio de una película de terror que de este "Eremita", un entretenimiento que, sin embargo, ayuda en la transición desde "Something out there" a "The Grave" durante tres canciones en las que el jugueteo de Ihsahn en el sintetizador hace de canción-río uniéndolas. "The Grave" es la más inquietante del conjunto con el saxo de Jørgen de nuevo haciendo de las suyas, más cerca del Jazz (pero del Free Jazz) que de cualquier género metálico conocido.
"Departure" es una buena muestra del material del que se alimenta este "Eremita", tan progresiva como la que más, llena de las desbocadas notas al saxo de Jørgen y con voces totalmente cercanas al Black más negro y los ritmos jazzísticos de Tobias, con una sección central tan angelical que requiere un esfuerzo para los profanos en el progresivo más exagerado, una locura genial. Y, como extra, "Recollection" en la que ya estamos plenamente abandonados al jazz y, de nuevo, al progresivo más clásico, más cercano a King Crimson o Rush (e incluso los Pink Floyd más duros) que al estilo que hizo famoso a Ihsahn.
Esto es lo grande de la música, su capacidad de mestizaje, si hace veinte años Ihsahn no parecía de este mundo, ahora vuelve para confirmarlo pero por otros motivos; no lo es, su capacidad está por encima de todo estilo o encasillamiento, es uno de los genios de nuestra época y "Eremita" uno de los discos de este año que ya se despide, para perderse en sus surcos, desde luego que sí.
© 2012 Motherblacker