Pongámonos en situación; mediados de los noventa, el rock alternativo ha muerto el 5 de abril de 1994 en Lake Washington Boulevard y todos nos sentimos artísticamente levemente huérfanos, el denominado Hair Metal, el Hard Rock, el Industrial o el futuro Brit Pop no consiguen satisfacernos al cien por cien a todos aquellos que vivimos la MTV cuando llevábamos pantalón corto. Los antiguos dioses del Olimpo rockero parecen cansados o caducos (nos recuerdan a nuestros padres) y somos los hermanos pequeños de la autodenominada Generación X, por no tener no tenemos ni denominación de origen. Pero ese mismo año se publica uno de los discos más grandes de la historia, llamado "Halo 8" por su creador, todos tenemos "Broken" de 1992 grabado en cinta o, los más afortunados, en original, todos lo hemos escuchado hasta la saciedad y nuestra fértil imaginación se llena de la malvada influencia de aquellos años; la muerte de Cobain, Twin Peaks, el jodido Zoo Tv, David Lynch, Easton Ellis, sobredosis, violencia y asesinos en serie. Era cuestión de tiempo que todos terminásemos volviendo la mirada al panteón mitológico del psicópata y nos deleitásemos con su leyenda e intrínseca maldad pero a la vez populismo. El gótico americano (no el de Grant Wood) era mucho más seductor que la pandilla de hooligans de los hermanos Gallagher y compañía que se nos vendría encima. Todos aquellos que éramos adolescentes en aquellos años y teníamos otro tipo de inquietudes perdimos la inocencia leyendo sobre John Wayne Gacy, Charles Manson, Henry Lee Lucas, Ramirez, Ted Bundy, Albert Fish o Ed Gein con devoción y todos nos vimos seducidos por frases tan demoledoramente deliciosas como "Cuando veo una chica guapa caminando por la calle pienso dos cosas; una parte de mí quiere llevarla a mi casa, ser amable con ella y tratarla bien. La otra quiere saber cómo se vería su cabeza clavada en una pica" (atribuida erróneamente a Gein por culpa de Ellis). ¿Quién no se ha sentido alguna vez poderoso blandiendo un Black And Decker?
Pero antes de sumergirnos en esta pequeña ensoñación a modo de tributo a todos esos animales carniceros que terminaron convirtiéndose en las auténticas estrellas mediáticas de la cultura pop siendo reivindicados en aquellos años noventa, me gustaría aclarar un par de cosas ante este Blogozarro; en ningún momento apoyamos ningún tipo de violencia o pretendemos hacer apología de ella y, por último, debemos diferenciar entre psicópata y psicótico de manera muy superficial pero necesaria. El psicótico es aquel que, en un acceso de rabia, de ira, de frustración, locura o "vayamos a saber qué", comete un acto puntual o aisladamente reiterado en el cual pierde todo contacto con la realidad y es capaz de hacer cualquier cosa. Un ejemplo, James Holmes, autor de la terrible matanza de Denver en el estreno de "El caballero oscuro: La leyenda renace" y que se presentó ante la policía como el auténtico Joker (ahora se supone que era víctima de cualquier sustancia). Y, otra muy distinta, es el psicópata, el asesino en serie que urde y desarrolla un meticuloso y elaborado plan con el que calmar su sed, justificarse y completar su proyecto personal, curiosear y explorar los límites del cuerpo humano o, simplemente, hacer lo que debe dentro de su propio trastorno pero siempre con unas pautas muy claras, por ejemplo, un asesino en serie del calibre de Ed Gein. Por supuesto que esto no es una definición médica, ni mucho menos, simplemente una orientación a este artículo.
En mi instituto había un periódico escolar en el cual, los alumnos publicábamos artículos, dibujos y todo aquello que se nos ocurriese, siempre supervisado por los profesores, claro. Ni que decir tiene que una primavera cualquiera, cuando se publicó un texto llamado "Quiero ser víctima de una asesino en serie" levantó ampollas en la asociación de padres y es que un alumno relataba la virtudes de estos psicópatas y defendía la descabellada teoría que no había más honra que terminar formando parte de su obra, de su intrincado plan. Por muy descabellado que sonase, todos lo entendimos y sonreímos ante la provocación pero, por el mismo motivo que siempre me han gustado y atraído las películas de terror, siempre preferí ser el que daba el susto, el que esperaba debajo de la cama a ser quien espera y no fui el único que también entendió el otro punto de vista y todo fue culpa del panteón de psycho-killers norteamericano, capaz de competir en popularidad y carisma con David Lee Roth, Gene Simmons, Kurt Cobain, Eddie Vedder, Angus Young, Coverdale, Dio, Bruce Dickinson, Bon Jovi o todos ellos juntos. Pinchemos "Killing Me Softly" de Roberta Flack o, mucho mejor, "Closer" o "Mr. Self Destruct" y abandonémonos suavemente por unos minutos en su fascinante mundo.
Empecemos en una calurosa noche de Agosto en el número 10050 de Cielo Drive (sí, allá donde veinticinco años más tarde, Trent Reznor grabase "The Downward Spiral") e imaginemos la siniestra estampa de la familia Manson entrando en la mansión y matando a Sharon Tate (mujer de Roman Polanski, el que acababa de rodar "La semilla del mal" en el 68, "Rosemary's Baby") embarazada de ocho meses del director que, después de recibir dieciséis puñaladas fue colgada del techo junto con el estilista Jay Sebring para morir ambos desangrados, el resto de invitados fueron apuñalados en el jardín de la casa. Con la sangre de Tate, Susan Atkins (fallecida en la cárcel en plena condena perpetua) escribió la palabra "Pig" (cerdo) pero la noche siguiente al horrible asesinato hubo más ya que, esta vez sí, fue el propio Manson quien entró en la casa del empresario LaBianca y dejó que sus seguidores apuñalasen al matrimonio, esta vez, aparte de escribir "Death To Pigs" también escribieron "Helter Skelter" (como la canción de los Beatles escrita por McCartney en el 68 y sin la cual no existiría el rock duro tal y como lo conocemos hoy en día) dándole una polémica e innecesaria publicidad a este tema del magnifico "White Album" del mismo año, el sueño hippy acababa de mala manera entre LSD y sangre, mucha sangre. Como dato curioso, podemos confirmar que Reznor, tras la grabación de su disco de 1994, aseguraba que aquella mansión tenía algo espiritualmente negativo en su interior que casi vuelve locos a todo el equipo (y seguramente se filtró por las grietas sonoras de su propio álbum) pero, no obstante, se llevó la puerta a modo de recuerdo para instalarla en su estudio, esa misma a la que aquella noche llamó la familia Manson cuchillos en mano.
¿A quién le gustan los payasos? Personalmente, siempre les he tenido manía cuando no miedo. Los payasos no son como los mimos (a los cuales odio profundamente) sino que, tras su maquillaje y sus "divertidos" trajes, no hay personaje que atemorice más que un payaso. Y si no que se lo digan a los treinta y tres jóvenes que cayeron en manos de John Wayne Gacy. Después de pasar tan sólo un año y medio en una prisión de Iowa de los diez que le habían caído por acosar a un joven, el bueno de John volvió a estudiar y se convirtió en un honrado empresario admirado por sus vecinos debido a su filantropía y servicios a la comunidad, sus fiestas eran recordadas y todo el mundo, incluso su segunda esposa que nada sospechaba, le tenía por una buena persona. Era gordito y de cara amable, además no dudaba en vestirse de payaso y divertir a los niños cada vez que la situación lo requería. Lo que nadie sabía era que aquel olor pútrido que salía de su casa y se extendía por todo el barrio eran las decenas de cadáveres que había bajo su casa.
John ofrecía trabajo y ayuda a jovencitos de buen ver que, una vez caían en sus redes, no dudaba en torturar con diversos juguetes sexuales durante toda la noche para darles muerte una vez se había aburrido de ellos o había satisfecho su apetito. Buen cristiano, trabajador, activista en toda asociación caritativa u obra social que podía, la única víctima que sobrevivió a una de aquellas infernales noches de tortura, Jeffrey Rignall, fue quién le delató e hizo que el juez tirase de la manta y se encontrase un auténtico cementerio bajo su jardín. Con el paso de los años, la leyenda del payaso asesino cobró especial fuerza y no fueron pocos los que incomprensiblemente se manifestaron a las puertas para que el reo no cumpliese condena y se salvase de su triste final. Desde la cárcel mantenía correspondencia con sus seguidores (entre los que se contaban personajes famosos, músicos, actores y artistas en general) pero además se hizo aún más celebre por sus famosos cuadros de, como no, payasos (como el denominado Pogo) y Blancanieves. Finalmente y tras una ajetreada vida social incluso desde el penal, John Wayne Gacy abandonaba este mundo en Mayo de 1994, sus últimas palabras; "Kiss my ass!" Genio y figura hasta la sepultura.
Ted Bundy era el yerno que toda madre querría tener. Guapo, inteligente, sensible, buena persona y con una personalidad que exudaba seguridad y un porte que llenaba de confianza a todas las chicas a las que violó y mató. Ted había sufrido mucho durante su infancia y, para colmo, había sido abandonado por su amor, Stephanie Brooks por, entre otras muchas cosas, una clara falta de objetivos en su vida. Ted, ni corto ni perezoso se matriculó en Derecho y se convirtió en un alumno brillante llegando a tener una relación muy estrecha con el Partido Republicano. Volvió a encontrarse con Stephanie, la había vuelto a conquistar y sólo por eso ahora era él que la dejaba, había conseguido recuperarla y ahora la despreciaba, así consiguió vengarse de ella o quizá no, quizá la dejó porque no le satisfacía, porque necesitaba más. Su primer asesinato tuvo lugar en 1974, mató a una universitaria de dieciocho años violándola con la pata de la cama de su dormitorio, el camino al infierno de Bundy no había hecho más que comenzar, nadie sabe a ciencia cierta a cuántas inocentes asesinó pero se habla de más de cien. Solía rondar los campus universitarios y pedirle ayuda a las chicas fingiendo estar impedido o cargado, las golpeaba y metía en su coche para, posteriormente, violarlas, morderlas y acabar con sus vidas. En Enero de 1989 moría electrocutado tras negarse a tomar su última comida y llevar años evitando su destino a fuerza de ayudar a los investigadores, revelar los paraderos de sus víctimas, facilitarles los restos de algunas (como sus cabezas), defenderse a sí mismo y conceder un sin fin de entrevistas. Ted Bundy, aquel que había dado a muerte a tantas pobres chicas, aunque no mostró nunca ningún arrepentimiento y presenta el claro perfil de un psicópata, parece ser que no estaba dispuesto, o no entraba en sus planes, abandonar tan pronto este mundo. Poco menos que curioso para alguien que tenía tan poco respeto a la vida.
Sin que se le pueda llegar a considerar un asesino en serie de manual, Ed Gein, vivía en un pueblecito de Wisconsin (Plainfield) y tan sólo mató a dos mujeres; Mary y Bernice. ¿Entonces por qué incluirle en este siniestro panteón? Ed no era un ciudadano modelo como Gacy, no prestaba servicio alguno a la comunidad y era poco o nada estimado por sus vecinos. No era guapo e inteligente como Bundy ni tan siquiera era un gurú o líder como Manson. Ed era un paleto de pueblo al que la gente consideraba con pocas luces, su madre había fallecido y él había permanecido a su lado todo el tiempo (su figura sirvió para inspirar al personaje de Norman de "Psicosis") y, aunque habilidoso con sus manos, sólo se prodigaba con alguna que otra chapuza ocasional pero, aunque tan sólo mató a dos lugareñas, cuando el libro de contabilidad de la ferretería, en la que trabajaba Bernice, desveló que el último cliente había sido Gein (comprando anticongelante) la policía tan sólo tuvo que literalmente seguir el rastro de sangre hasta su granja. Pero nunca, ni en sus peores pesadillas, podían imaginar lo que allí se iban a encontrar. Gein, aunque no respondía al clásico patrón de asesino en serie, era un enfermo que profanaba tumbas y se apropiaba de los cadáveres para decorar su casa. Cuatro calaveras presidían su cama, lámparas y mesas hechas con restos humanos cuando no esculturas y "collages" artísticos con huesos, máscaras humanas colgaban de las paredes y aunque nunca profanó aquellos restos sí que desecaba sus pieles y deseó convertirse en mujer durante un tiempo (vemos como "El silencio de los corderos" se inspiró en él y en el "modus operandi" de Bundy). El cadáver de su última víctima colgaba de un gancho abierto en canal y los dos agentes pidieron refuerzos, Bundy no negó; se limitaba a asentir, era un enfermo mental con un fortísimo complejo de Edipo que le hizo negarse a cualquier mujer y terminar odiándolas. Acabó sus días en un centró y falleció ya septuagenario siendo enterrado junto a su madre en su pueblo.
Empecemos en una calurosa noche de Agosto en el número 10050 de Cielo Drive (sí, allá donde veinticinco años más tarde, Trent Reznor grabase "The Downward Spiral") e imaginemos la siniestra estampa de la familia Manson entrando en la mansión y matando a Sharon Tate (mujer de Roman Polanski, el que acababa de rodar "La semilla del mal" en el 68, "Rosemary's Baby") embarazada de ocho meses del director que, después de recibir dieciséis puñaladas fue colgada del techo junto con el estilista Jay Sebring para morir ambos desangrados, el resto de invitados fueron apuñalados en el jardín de la casa. Con la sangre de Tate, Susan Atkins (fallecida en la cárcel en plena condena perpetua) escribió la palabra "Pig" (cerdo) pero la noche siguiente al horrible asesinato hubo más ya que, esta vez sí, fue el propio Manson quien entró en la casa del empresario LaBianca y dejó que sus seguidores apuñalasen al matrimonio, esta vez, aparte de escribir "Death To Pigs" también escribieron "Helter Skelter" (como la canción de los Beatles escrita por McCartney en el 68 y sin la cual no existiría el rock duro tal y como lo conocemos hoy en día) dándole una polémica e innecesaria publicidad a este tema del magnifico "White Album" del mismo año, el sueño hippy acababa de mala manera entre LSD y sangre, mucha sangre. Como dato curioso, podemos confirmar que Reznor, tras la grabación de su disco de 1994, aseguraba que aquella mansión tenía algo espiritualmente negativo en su interior que casi vuelve locos a todo el equipo (y seguramente se filtró por las grietas sonoras de su propio álbum) pero, no obstante, se llevó la puerta a modo de recuerdo para instalarla en su estudio, esa misma a la que aquella noche llamó la familia Manson cuchillos en mano.
¿A quién le gustan los payasos? Personalmente, siempre les he tenido manía cuando no miedo. Los payasos no son como los mimos (a los cuales odio profundamente) sino que, tras su maquillaje y sus "divertidos" trajes, no hay personaje que atemorice más que un payaso. Y si no que se lo digan a los treinta y tres jóvenes que cayeron en manos de John Wayne Gacy. Después de pasar tan sólo un año y medio en una prisión de Iowa de los diez que le habían caído por acosar a un joven, el bueno de John volvió a estudiar y se convirtió en un honrado empresario admirado por sus vecinos debido a su filantropía y servicios a la comunidad, sus fiestas eran recordadas y todo el mundo, incluso su segunda esposa que nada sospechaba, le tenía por una buena persona. Era gordito y de cara amable, además no dudaba en vestirse de payaso y divertir a los niños cada vez que la situación lo requería. Lo que nadie sabía era que aquel olor pútrido que salía de su casa y se extendía por todo el barrio eran las decenas de cadáveres que había bajo su casa.
John ofrecía trabajo y ayuda a jovencitos de buen ver que, una vez caían en sus redes, no dudaba en torturar con diversos juguetes sexuales durante toda la noche para darles muerte una vez se había aburrido de ellos o había satisfecho su apetito. Buen cristiano, trabajador, activista en toda asociación caritativa u obra social que podía, la única víctima que sobrevivió a una de aquellas infernales noches de tortura, Jeffrey Rignall, fue quién le delató e hizo que el juez tirase de la manta y se encontrase un auténtico cementerio bajo su jardín. Con el paso de los años, la leyenda del payaso asesino cobró especial fuerza y no fueron pocos los que incomprensiblemente se manifestaron a las puertas para que el reo no cumpliese condena y se salvase de su triste final. Desde la cárcel mantenía correspondencia con sus seguidores (entre los que se contaban personajes famosos, músicos, actores y artistas en general) pero además se hizo aún más celebre por sus famosos cuadros de, como no, payasos (como el denominado Pogo) y Blancanieves. Finalmente y tras una ajetreada vida social incluso desde el penal, John Wayne Gacy abandonaba este mundo en Mayo de 1994, sus últimas palabras; "Kiss my ass!" Genio y figura hasta la sepultura.
Ted Bundy era el yerno que toda madre querría tener. Guapo, inteligente, sensible, buena persona y con una personalidad que exudaba seguridad y un porte que llenaba de confianza a todas las chicas a las que violó y mató. Ted había sufrido mucho durante su infancia y, para colmo, había sido abandonado por su amor, Stephanie Brooks por, entre otras muchas cosas, una clara falta de objetivos en su vida. Ted, ni corto ni perezoso se matriculó en Derecho y se convirtió en un alumno brillante llegando a tener una relación muy estrecha con el Partido Republicano. Volvió a encontrarse con Stephanie, la había vuelto a conquistar y sólo por eso ahora era él que la dejaba, había conseguido recuperarla y ahora la despreciaba, así consiguió vengarse de ella o quizá no, quizá la dejó porque no le satisfacía, porque necesitaba más. Su primer asesinato tuvo lugar en 1974, mató a una universitaria de dieciocho años violándola con la pata de la cama de su dormitorio, el camino al infierno de Bundy no había hecho más que comenzar, nadie sabe a ciencia cierta a cuántas inocentes asesinó pero se habla de más de cien. Solía rondar los campus universitarios y pedirle ayuda a las chicas fingiendo estar impedido o cargado, las golpeaba y metía en su coche para, posteriormente, violarlas, morderlas y acabar con sus vidas. En Enero de 1989 moría electrocutado tras negarse a tomar su última comida y llevar años evitando su destino a fuerza de ayudar a los investigadores, revelar los paraderos de sus víctimas, facilitarles los restos de algunas (como sus cabezas), defenderse a sí mismo y conceder un sin fin de entrevistas. Ted Bundy, aquel que había dado a muerte a tantas pobres chicas, aunque no mostró nunca ningún arrepentimiento y presenta el claro perfil de un psicópata, parece ser que no estaba dispuesto, o no entraba en sus planes, abandonar tan pronto este mundo. Poco menos que curioso para alguien que tenía tan poco respeto a la vida.
Sin que se le pueda llegar a considerar un asesino en serie de manual, Ed Gein, vivía en un pueblecito de Wisconsin (Plainfield) y tan sólo mató a dos mujeres; Mary y Bernice. ¿Entonces por qué incluirle en este siniestro panteón? Ed no era un ciudadano modelo como Gacy, no prestaba servicio alguno a la comunidad y era poco o nada estimado por sus vecinos. No era guapo e inteligente como Bundy ni tan siquiera era un gurú o líder como Manson. Ed era un paleto de pueblo al que la gente consideraba con pocas luces, su madre había fallecido y él había permanecido a su lado todo el tiempo (su figura sirvió para inspirar al personaje de Norman de "Psicosis") y, aunque habilidoso con sus manos, sólo se prodigaba con alguna que otra chapuza ocasional pero, aunque tan sólo mató a dos lugareñas, cuando el libro de contabilidad de la ferretería, en la que trabajaba Bernice, desveló que el último cliente había sido Gein (comprando anticongelante) la policía tan sólo tuvo que literalmente seguir el rastro de sangre hasta su granja. Pero nunca, ni en sus peores pesadillas, podían imaginar lo que allí se iban a encontrar. Gein, aunque no respondía al clásico patrón de asesino en serie, era un enfermo que profanaba tumbas y se apropiaba de los cadáveres para decorar su casa. Cuatro calaveras presidían su cama, lámparas y mesas hechas con restos humanos cuando no esculturas y "collages" artísticos con huesos, máscaras humanas colgaban de las paredes y aunque nunca profanó aquellos restos sí que desecaba sus pieles y deseó convertirse en mujer durante un tiempo (vemos como "El silencio de los corderos" se inspiró en él y en el "modus operandi" de Bundy). El cadáver de su última víctima colgaba de un gancho abierto en canal y los dos agentes pidieron refuerzos, Bundy no negó; se limitaba a asentir, era un enfermo mental con un fortísimo complejo de Edipo que le hizo negarse a cualquier mujer y terminar odiándolas. Acabó sus días en un centró y falleció ya septuagenario siendo enterrado junto a su madre en su pueblo.
© 2012 J.Cano