Sammet seguía con sus intenciones intactas, sabía lo que quería y nadie lo iba a parar, tenía clarísimo dónde quería llegar y qué conseguir con todas aquellas ideas locas que tenía en su cabeza. No era fácil convertirse en el nuevo ídolo del power metal, en el nuevo héroe de los chavales adoradores de los temas fantasiosos de los dragones y de las princesas; la competencia se mostraba cuando menos feroz y despiadada. Había que tenerlos en su sitio para tratar de tú a tú a gente como Kiske, Hansen, Scheepers o Sielck, todos ellos con grandes voces y convertidos en los verdaderos baluartes y pilares del movimiento en cuestión. Edguy iba viento en popa y a toda vela, "Vain Glory Opera", "Theater Of Tragedy" y "Mandrake" daban buena cuenta de ello convirtiéndose en tres de los incunables para los chavales de la época. Por su parte Avantasia había aterrizado con un muy buen pie, recibiendo grandes y buenas críticas por la mayoría de medios incluso mejorando las expectativas de futuro que se tenían con Edguy. No obstante no podría haber sido de otro modo cuando se junta un elenco de artistas como el que allí se dio cita; el joven y excéntrico alemán consiguió reunir a un auténtico ejército de reverencias dentro del rock y del metal. El niño quería más, no quería que aquel proyecto se convirtiera en hecho puntual y pasajero, estaba dispuesto a repetir la hazaña conseguida un año antes contando para ello con el mismo reparto de actores e incluso aumentando el número de cameos. La segunda parte de Avantasia estaba entonces preparada para que viera la luz, estaba diseñada para aumentar la leyenda del pequeño genio teutón y estaba lista para el uso y disfrute de los amantes de la buena música.
Sus seguidores saben bien que la palabra "Angels" es usada con relativa frecuencia por Mr. Sammet tanto en temas de Edguy como de su proyecto paralelo; hablar del segundo disco de Avantasia es hablar por derecho propio de "The Seven Angels", una canción fantástica y sobresaliente que te encoge el alma y el corazón. Un tema que deslumbra por su virtuosismo y su composición y dónde Sammet, Kiske, Hansen, Rock, Hartmann, Matos y Defeis son los siete ángeles que forman el entramado y tejen la madeja del mismo. Es verdad que tengo un cariño especial por Hansen y posiblemente dicho afecto me haga no ser suficientemente objetivo con él, para mí siempre será el número uno; disco tras disco y aparición tras aparición muestra su desparpajo y su soltura, ha sido tocado con una barita mágica que le hace tener un don especial para esto de la música. La mejor parte de "The Seven Angels" llega cuando "Regrin", personaje encarnado por Kai lanza su estrofa con el desgarro y con el sentimiento sobrecogedor al que nos tiene acostumbrado el pequeño cantante pelirrojo. Una de esas pequeñas maravillas que hay que escuchar al menos una vez en la vida.
En esta segunda parte, al contrario que en la primera, desaparecen por completo los temas instrumentales; hecho que me parece más que acertado, ya que la mayorías de las veces las canciones instrumentales de uno o dos minutos no suelen valer ni para tomar por el culo. "No Return" siendo un buen tema, baja bastante el listón que se alcanzó con su predecesora. La misma viene encauzada por Sammet, Kiske y Matos, tres grandes voces pero que aquí no acaban de encontrar el espacio y el sitio, eligiendo de forma tosca y áspera las estrofas y los tonos empleados. Cuando Bob Cately está por el medio jamás puede ser malo y mucho menos sonar mal. En "The Looking Glass" el cantante británico es el encargado de acompañar a Sammet y darle de paso un repasito mostrándole que en la mili lo que manda son los galones y no los cojones. Sólo él con su prodigiosa y versátil voz es capaz de dotar de estilo y elegancia una composición un tanto anodina y banal.
El tiempo lento y la sencillez vienen esta vez dibujadas en "In Quest For", una canción marcada por el piano como único instrumento acompañando a la voz de Catley y que al igual que le sucediera a Hansen con "Inside" en la primera parte de la Ópera, convierten la balada en un tema de referencia del disco. Al son de un órgano eclesiástico nace "The Final Sacrifice", tema que muestra el lado más rudo y brusco de Sammet, desgañitándose como un poseso por alcanzar registros un tanto inalcanzables para él y para su voz. Menos mal que cuenta con Defeis y con el solo de Ludwig para echarle una mano y maquillar un tanto su desafortunada aparición.
"Neverland" muestra el lado más power y fantasioso de Sammet mientras que "Anywhere" muestra el gusto por las cosas hechas con delicadeza y cariño; balada esta última cantada única e íntegramente por Tobias en la que saca su lado más intimista y personal. Como no puede ser de otro modo Henjo se presenta intratable en las seis cuerdas, un claro ejemplo es "Chalice Of Agony", donde el corre-mástiles muestra su estilo y su destreza demostrando que no se arruga ni se empequeñece ante nada ni ante nadie.
A ritmo de riff duro y juguetón comienza "Memory", un tema que al igual que "Neverland" lleva el sello power metal en cada una de sus notas; dobles bombos, estrofas simétricas, puentes rápidos y estribillos dulzones y facilones es lo que encontrarás en ella. Suena duro, contundente y con empaque, sin nada que envidiar al "King Of Fools" de su Mysteria. No busquéis aquí la esencia o la vuelta de tuerca ya que no la encontraréis; un tema simple y sencillo que les quedó la mar de resultón. El disco finaliza con la voz de la preciosa Sharon den Andel poniendo luz y calor a la primera estrofa de "Into The Unknown" y con la fantástica guitarra de Timo Tolki haciendo lo propio con el solo del epílogo del tema. Aquí también se produce una similitud con el "The Tower" (última canción de la primera parte); al igual que ocurriera entonces, Tolki se exhibe como la estrella de la misma, aunque en este dejando de lado su voz para centrarse en lo que mejor sabe hacer cuando una Gibson se pone a su alcance. Un gran tema para cerrar un gran disco.
El dicho que dicta que las segundas partes no son buenas en este caso carece de sentido alguno. Estamos ante un gran trabajo, muy a la par de su antecesor y uno de los más emblemáticos del movimiento power. Aquí Tobias todavía tenía ideas y un par, todavía no defraudaba.
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