Corría 1982 y Mick, siempre en constante búsqueda y, por qué no decirlo, intentando impresionar a su enemigo íntimo Keez, invitó a un grupo local de Texas a tocar algo de blues en una de sus fiestas privadas pero lo que se encontrarían fue a una banda enfurecida con un guitarrista armado con varios Stratos completamente desbocado, clamando por Buddy Guy, Albert Collins, Freddie King, Wes Montgomery, Albert King, Kenny Burrell, Otis Rush y sus ídolos Lonnie Mack y Jimi Hendrix.
Poco después y gracias al manager Jerry Wexler, consiguen actuar en el Festival Internacional de Jazz de Montreaux en Suiza y ese mismo año, ese guitarrista que dejó anonadados a los mismísimos Rolling Stones, es agasajado por Jackson Browne (en el estudio del cual graban sus canciones en tan sólo tres días) y por el gran David Bowie, el cual convence a ese abrasivo guitarrista para tocar en uno de sus discos más vendidos y él, pensando que pasaría inadvertido y no tendría demasiada repercusión accede tocando en "Let's Dance", e incluso el Duque Blanco le ofrece la plaza de guitarrista de su grupo pero éste se niega, prefiere tocar en su propio banda que estar a la merced de otro músico. Aparece en escena John Hammond (el descubridor de Billie Holliday, Bob Dylan y, el incombustible, Bruce Springsteen) y le ofrece un contrato con Epic. ¿El nombre de aquel primer disco? "Texas Flood".
Verano del 83, Eric Clapton iba conduciendo a toda velocidad en uno de sus flamantes coches deportivos (quizá ya lo suficientemente alejado del blues como para que el bueno de Rory Gallagher, sin tener la necesidad de llevar esos caros trajes a medida de los ochenta, le arrebatase todo el "mojo" sin quererlo) cuando en la radio sonó "Pride And Joy" y se le hizo un nudo en la garganta, paró el coche en el arcén, subió el volumen y cerró los ojos intentando adivinar de dónde venía aquel groove. ¿Cómo era posible que aquella canción sonase así? Arrancó y piso el acelerador tan enfurecido como motivado, fue a casa e intentó sacarla con su guitarra pero, aunque dio con las notas no pudo con el feeling. ¿Quién era aquel guitarrista desconocido?
Stevie Ray Vaughan fue el primer blanco en revitalizar el blues a mediados de los ochenta, en devolverle el orgullo a miles de norteamericanos hambrientos de una leyenda con denominación de origen y el último de esos grandes guitarristas a los que les rodea un halo mágico y casi legendario incluso en vida. Hermano del también gran Jimmie Vaughan, comenzó aprendiendo de él para, poco después, pasarle de largo con su incendiaria forma de entender el blues y el rock pero antes de unir las piezas en Double Trouble con Tommy Shannon al bajo y Chris Layton a la batería, formó varias bandas como The Nightcrawlers, Blackbird, Paul Ray & The Cobras o Triple Threat Revue.
"Texas Flood" es uno de esos extraños casos en los que el éxito de la crítica y el público caminaron de la mano, se publicó en un caluroso verano de 1983 y su ascensión al cielo fue imparable alcanzando los primeros puestos en el Billboard y siendo un éxito de ventas sin precedentes para un álbum de blues pero nada de esto fue gratuito. Stevie había trabajado muy duro pateándose no sólo el circuito local sino toda la escena europea allá donde le dejasen subirse a un escenario, así que el éxito de "Texas Flood" había sido trabajado durante años y eso se nota en un disco en el que todas las canciones se sienten, no sólo tocadas por la varita de la genialidad, sino rodadas y perfectamente sólidas tras a miles de noches de interpretaciones en directo. ¡Así es cómo deberían grabarse los discos! Odio esos álbumes que nacen en el estudio, esos músicos que llegan secos de ideas y esperan a que las musas hagan el trabajo sucio entre cuatro paredes porque al estudio hay que llegar con las ideas claras y las canciones bien maduradas.
Y así comienza "Texas Flood" con "Love Struck Baby", un cruce bastardo entre el blues más rápido y el rockabilly más histérico en el que el grupo parece ir traqueteando como un viejo tren de mercancías por las largas redes de ferrocarril del sur de Estados Unidos; las maderas crujen, los clavos se aflojan, las vías chirrían y el tren silba mientras la mítica Stratocaster del 59 de Stevie, llamada "First Wife" suena como si la estuviesen domando. Stevie se enamoró de ella cuando era un veinteañero y, gracias al cielo, que, cuando preguntó si estaba a la venta su dueño le dijo que sí porque aquello fue amor a primera vista. Como la Strato de Rory, ésta lucía su madera y varios golpes, además, Stevie le cambió los trastes por los de un bajo, el puente diestro por uno zurdo (como homenaje a Hendrix), usaba cuerdas del calibre trece y, como seña de identidad tenía por costumbre poner sus iniciales en el golpeador además de la etiqueta de "Custom" tras el puente dorado. ¡Menuda guitarra, le acompañaría hasta el último de sus días!
"Pride And Joy" fascinó a un Clapton en dique seco pero también a miles de personas que vieron en su letra, su groove y su feeling lo mismo que Stevie en su nena. Simple (que no fácil) y directo al corazón. "Ellas es mi orgullo y mi felicidad" cantaba y exprimía a su Fender. La siguiente es "Texas Flood" de Larry Davis, al cual le compró los derechos de autor por tan sólo doscientos dólares y en ella somos testigos de todo el sabor que es sacarle a esta canción lenta y clásica, con un feeling inigualable y es que, cuando la escuchas, es capaz de transportarte a un garito lleno de humo en mitad de la noche de no se sabe dónde y, aunque estés acompañado, sentir que echas de menos a alguien. ¡Puedes sentir el blues!
En "Tell Me" nos vamos de viaje con Howlin' Wolf y de nuevo una auténtica exhibición por parte de Stevie en el que parece que las cuerdas de su guitarran echen humo. Con "Testify" de los Isley Brothers (de la cual hay una toma en directo verdaderamente deliciosa en la reedición) se asemeja más que nunca a su ídolo Hendrix y la convierte en todo un viaje cósmico a alta velocidad desde el blues más desenfrenado al rock más psicodélico. Pero el viaje no acaba aquí sino que acaba de comenzar con una furiosa "Rude Mood" en la que parece llevar al bajo y a la batería hasta el límite de sus posibilidades. La versión de "Mary Had a Little Lamb" supera con creces a la de Buddy Guy con un ritmo adictivo, la convierte en un blues juguetón y simpático que, sin embargo, es capaz de enseñar las garras cuando desenfunda, de nuevo, su "First Wife"
La intensidad llega a cotas inimaginables con "Dirty Pool" de su amiguete Doyle Bramhall (uno de mis cortes favoritos del disco) con un sentimiento e intensidad enormes para cerrar este "Texas Flood" con dos canciones propias; "I'm Cryin''" y la inmortal, la epifanía hecha canción, "Lenny". Si alguien me preguntase como hubiese sonado Hendrix en los ochenta de no haber fallecido le pondría este tema instrumental de casi cinco minutos. Lo más parecido a escuchar a Miles Davis a la guitarra, auténtico caviar, inenarrable. Fue compuesta de noche, después de una reunión de amigos y una cena en la cual todos hicieron una colecta a petición de su mujer para poder regalarle una guitarra de la cual se había enamorado. Stevie, totalmente emocionado, la bautizó como "Lenny" y, en mitad de la madrugada, despertó a su mujer para tocar la primera canción que había salido de esa Strato nueva. Imposible capturar tanta magia en un disco.
© 2012 Leopoldo Bloom