Si Andy Summers, Stewart Copeland y Sting consiguieron volver a girar hace cuatro años y dar magníficos y extensos conciertos llenos de energía, bajarse del escenario y no dirigirse la palabra y mantener su supuesto odio intacto estamos de enhorabuena porque, por esa regla de tres, podremos ver a cualquier formación por mucha antipatía que se profesen sus integrantes. Y es que, tras la separación de The Police en 1984, cada año que pasaba se volvía más y más improbable el hecho de un reunión que al final, y contra todo pronóstico, ocurrió en el 2007. Pero el camino y el largo hiato hasta llegar a esa ansiada reunión por parte de fans y de las promotoras no fue un camino de rosas y uno acude esperanzado a este "Everyone Stares: The Police Inside Out" ("Todo el mundo mira; The Police desde dentro") para obtener las respuestas y, tras más de una hora, se llegan a extraer pocas conclusiones o ninguna acerca del detonante de la enemistad entre Summers, Copeland y el famosísimo Sting a principios de los ochenta.
The Police fueron uno de los grandes grupos de aquella década a pesar de que no pasaron del meridiano de ella, su legado se limita únicamente a cinco discos enormes y una influencia inconmensurable sobre todos los grupos que vinieron después. ¿Pero por qué se separaron, por qué lo dejaron si lograron llegar a lo más alto y convertirse en toda una referencia cultural?
Ninguna de estas preguntas son respondidas en este documental del mismísimo Stewart Copeland (producido por su propio hermano, Miles Copeland III, todo queda en casa...) que, tal y como el batería cuenta en los primeros minutos de cinta; "Compré una cámara de Super 8 en 1978 y, tan pronto como me la llevé al ojo, comencé a grabar y grabar y comenzaron a suceder sorprendentes situaciones"
Es cierto, no miente, el total del metraje de "Everyone Stares" pertenece al que él mismo grabó con su cámara y produce tanta curiosidad como satisfacción, las imágenes han envejecido maravillosamente bien y en tiempos en los que todos intentamos darle sabor a nuestras fotos y vídeos con toda clase de efectos digitales, es de agradecer el tipo de imágenes ochenteras que el Super 8 es capaz de conferir a las escenas de un grupo de aquella década. ¿Pero qué ocurre, cuales son las sorprendentes y divertidas situaciones de la que Stewart nos habla? Según él; "Son entretenimientos a partir de las pistas originales: la letra de "Can't stand losing you" sobre el ritmo de "Regatta de blanc" y otros destrozos parecidos..."
Si tenemos en cuenta que The Police fue un power-trio que, en poco tiempo y de manera fulgurante, subió como la espuma sí que despierta cierta ternura ver a unos jovencitos Sting y Summers pelear sin maldad, hacer el memo, gastar bromas, firmar autógrafos en cutrísimas tiendas de discos, pasar noche tras noche en lamentables habitaciones de moteles de tercera y, poco a poco y de manera muy sutil, ver cómo el ritmo va subiendo hasta terminar llenando estadios pero, más allá de la simpatía que esto nos pueda generar, son demasiados minutos como para disfrutarlos plenamente sin un montaje más profesional, sin una narración en condiciones (ya que la manera de contar la historia del grupo es tan caótica y desesperante como monótona la voz de Copeland) y sin ser un auténtico fanático de The Police que haya perdido toda objetividad con el grupo. Las escenas funcionan para un videoclip, para unos minutos de diversión cuando vemos a un Sting todavía liberado del peso de su fama, a Summers disfrutando flemático del acontecer de los hechos y a Copeland grabándolo todo como un colegial pero alargarlo más de una hora resulta excesivo.
La creciente tensión entre sus miembros tan sólo se llega a intuir en sus gestos, su forma de tratarse, de mirarse o bien ignorarse y deja al espectador (a total merced de sus conocimientos en la historia de la banda) con el enorme peso de intuir lo que ocurrió y responderse a sí mismo entendiendo que tantas horas juntos y la lógica presión de la fama, las giras y sus fortísimos egos hicieron el resto. ¿Es esto lo que esperamos de un documental del grupo? No, claro que no.
Resulta que Copeland llegó a grabar de manera obsesiva más de cincuenta horas de cinta y tardó mucho más que eso en ponerlo en orden, descartar y montar. Animado por Les Claypool (bajista y cerebro de los inclasificables Primus) a darlo a conocer, "Everyone Stares" obtuvo buenas críticas en el festival de Sundance y ahí, justo ahí, quizá es donde resida el error y el mismísimo Copeland es quien nos da la clave del talón de Aquiles de su película cuando dice; "Mi juguetito se escapó del parque para convertirse en un monstruo". Esta cinta de The Police nunca debería haber abandonado su condición humilde para convertirse en todo un documental de una de las bandas más grandes de la historia y venderse a las masas, debería haberse quedado en un producto de culto dedicado a los fans, con la única aspiración de regalar esas escenas nunca antes vistas de su día a día en aquellos años de efervescencia. ¿Pero es culpa de Copeland, de la industria o del propio público que ha aupado esta cinta a un lugar que no le corresponde?
Puede que sí, que el error sea nuestro por acudir a él buscando respuestas, buscando las claves y queriendo que sus propios protagonistas nos cuenten la historia una vez más cuando la intención de la película es únicamente disfrutar de esas situaciones inéditas desde un punto de vista en el que lo único que desea Copeland es transmitirnos la sensación de estar en el grupo, de ser uno más de The Police (cosa que sí que logra gracias a su punto de vista)
Uno de los tríos más famosos de la historia del rock volvían en el 2007 y eso es lo único que importa; haberles visto sobre las tablas. Lo demás, si no nos van a descubrir nada nuevo, si no nos van a contar nada, merece la pena olvidarlo y guardarlo de nuevo en el cajón como hizo el propio Stewart durante años pero esta vez sí, echarle el candado.
© 2012 Jim Rose