Que U2 es un grupo que no tiene nada que demostrar es algo que no está del todo claro porque, aunque su carrera ha estado plagada de éxitos y aciertos en algún que otro momento, sus últimos años han sido un constante vaivén en el que, sorprendentemente, la crítica les ha dado la espalda mientras que el número de seguidores ha crecido proporcionalmente a la falta de creatividad y chispa en sus discos y directos.
El declive de U2 comenzó allá por 1997, con un disco (POP) y una gira que cerraba una gloriosa etapa conformada por Achtung Baby, los restos del naufragio de éste; Zooropa y la gira de su disco más bailable, Pop Mart, en la cual abrazaban a partes iguales la cultura kitsch y de masas sazonada con la, tan de moda en aquel momento, música electrónica, la cual parecía que podía fagocitar un panorama musical que había llegado a estancarse tras el Grunge y el indigesto e interruptus Brit Pop.
Tras aquella gira, que registró más perdidas que otra cosa y mostró el graderío vacío de gran cantidad de estadios de la segunda manga norteamericana, los irlandeses decidieron que era el momento de volver a reinventarse. Volver a las portadas en blanco y negro, retomar la seriedad de los ochenta y abrazar un falso y autoimpuesto retorno a las raíces que tan buenos resultados proporcionaban al resto de su generación, era la época de las reuniones de los grandes dinosaurios, del formato clásico de guitarra, bajo y batería, de los grupos indies de influencia setentera y U2 quería su trozo del pastel de la autenticidad. Craso error.
Lo que vino después no fue la evolución, fue la involución de un grupo que siempre había mirado al frente y ahora se conformaba con medianías como Stuck In A Moment, In A Little While, Grace, Elevation, Vertigo o Miracle Drug. Canciones mediocres, algunas más bonitas que otras pero todas fuera de la diana para unos artistas que pocos años antes abría con Zoo Station, Even Better y The Fly cada noche para pasmo de los seguidores ochenteros más ortodoxos. Las giras que siguieron a este desastre fueron todo menos innovadoras, con un grupo muy conservador, aferrado a lo fácil y reciclando la puesta en escena y el concepto de una (Elevation Tour) a otra (Vertigo Tour).
Y llegamos a No Line On The Horizon, un disco con buenas canciones pero flojo en su conjunto, carente de concepto y de cuerpo, algo que se nota en la gira 360º Tour. Un auténtico monstruo de feria que se vende como si de una novedad se tratase, con una horrorosa estructura (The Claw) aún más enorme que el arco del Pop Mart pero sin la chicha de este último. Y digo horrorosa porque no funciona en el directo; dificultando la visión de las primeras filas. No funciona desde las gradas; ya que se ve como una mole inamovible que transforma a los músicos en miniaturas. Y en el dvd que nos ocupa; porque nunca termina por verse en su totalidad y, desde el salón de casa, el que no haya estado en directo poco entenderá que pinta esa soberbia y cara estupidez verde de botones anaranjados.
La dirección del dvd es mala, abusando de los planos cenitales para captar la supuesta majestuosidad del faraónico montaje, malogrando algunas canciones. El escenario les juega malas pasadas a Bono y The Edge que muchas veces se ven desubicados en más de un plano en el que uno no entiende dónde están; ¿en la pasarela, en el puente, en el escenario principal? Mientras que Bono, cada vez más estático, abusa de su registro de patadas y piernas levantadas, supuestamente transgresor y cañero, estropeando momentos que podría haber resultado emotivos como The Unforgettable Fire y que aquí se ven reducidos a una actuación circense con una pantalla desplegable con forma de embudo. La ejecución del grupo es correcta, sólo eso, la maldita manía de acabar todas las canciones de la misma manera e incluir snippets de otros temas llega a incomodar. Recomendable si les viste en directo y quieres un recuerdo, totalmente prescindible si le sigues teniendo cariño al grupo.
© 2011 Conde Draco