Volábamos a miles de pies (no sé cuántos de ellos) sobre algún lugar de Europa cuando sonaba "Digital" y yo comenzaba a devorar las páginas de la biografía del cantante de Joy Divison, Ian Curtis, escrita por su viuda Deborah Curtis. "Touching from a distance" se tradujo hace tiempo al castellano y, después de leerla vorazmente, puedo asegurar que, en mi modesta opinión, podría no haberse ni siquiera editado sin ningún tipo de perjuicio para el melómano en general y los seguidores de Joy Division en particular.
Una biografía en la que abunda la repetición de ciertos adjetivos como "plomizo" o "industrial" cada pocas páginas, escrito de forma sencilla (tanto que a veces roza lo ramplonería). Y con un barniz de pena que sobrevuela por todo el texto sin hacer ningún bien sobre una música ya de por sí bastante dramática.
Pero aquí no radica el verdadero problema de un libro que se lee con demasiada rapidez pero cuya digestión es anormalmente lenta. Deborah Curtis no pretende ser Virginia Wolf o Jane Austen (¡ni falta que le hace!), eso está claro desde que uno comienza la primera página, por lo tanto no se le puede pedir más a su pluma y ni siquiera a su visión parcial y totalmente subjetiva de su vida junto al malogrado Ian Curtis. Quizá el auténtico problema del libro es conocer demasiado bien a través de esa escritura tan pueril al auténtico protagonista de la hagiografía...
Ian Curtis aparece retratado como un auténtico pusilánime, sin rumbo, egoísta y egocéntrico, sólo interesado en satisfacer sus propias necesidades aún cuando con ello ponga en peligro a los demás. Vago y errante pero con algún destello de inspiración en una vida doméstica que a ningún seguidor de su música debería de interesar (¿Acaso es necesario saber que se gastaba todo el presupuesto en tabaco o que se acostaba con todo aquello que llevase faldas?). Mientras el resto del grupo (nuestros queridos New Order) saltan a escena como verdaderos peleles a merced de las rabietas de un enfermo mental (que nadie se enfade conmigo, que quien lo dice es su viuda, sus excompañeros, familiares y conocidos) que el tiempo y el morbo se han empeñado en pintar como genio.
Pero lo que más miedo da es lo antes mencionado: este libro ha contado con la aprobación de todo su entorno por lo que deben de ser verdad todas las anécdotas que en él se cuentan y la imagen que de él se transmite.
El propio Antón Corbijn (fotógrafo del grupo y conocedor de todos los entresijos del grupo de primera mano) realizó "Control", la película basada en sus páginas. Estéticamente perfecta pero muy lenta a ratos, incluso diría que a demasiados. Y cuando acaba uno no puede sentir menos que alivio al pensar que tomó la decisión adecuada suicidándose y que quizá lo mejor que hizo en su vida fue eso (artísticamente hablando, claro) y así dejarnos escuchar su música una vez más sin tener que verle ahora arrastrarse por los escenarios bailando de esa forma tan ridícula con cincuenta y muchos años.
El propio Antón Corbijn (fotógrafo del grupo y conocedor de todos los entresijos del grupo de primera mano) realizó "Control", la película basada en sus páginas. Estéticamente perfecta pero muy lenta a ratos, incluso diría que a demasiados. Y cuando acaba uno no puede sentir menos que alivio al pensar que tomó la decisión adecuada suicidándose y que quizá lo mejor que hizo en su vida fue eso (artísticamente hablando, claro) y así dejarnos escuchar su música una vez más sin tener que verle ahora arrastrarse por los escenarios bailando de esa forma tan ridícula con cincuenta y muchos años.
© 2011 Jim Tonic