Es una verdadera lástima que la sociedad “Hansen-Weikath”, no se hubiera prolongado más en el tiempo. Estamos ante un dueto de músicos que gestaron dos de los discos mejor valorados y que mejores críticas han recibido del denominado “power-metal”, que pasó a jugar un papel muy importante dentro de nuestra amada música, en los últimos 80 y primeros 90.
Cuando el pelirrojo Kai Hansen y el guitarrista de “Powerfool”, Michael Weikath, se unieron profesionalmente, allá por el año 1985, en la norteña ciudad alemana de Hamburgo, no podrían imaginar el éxito que se les vendría encima poco tiempo después.
La alianza arrancaba de forma brillante con su ópera prima “Walls Of Jericho”, que siendo un gran disco a nivel compositivo (como olvidar su “Ride The Sky” o su “How Many Tears”), su producción y su sonido no llega al nivel que posteriormente lograrían con estos dos clásicos, con Tommy Newton en los mandos y Tommy Hansen en la mezcla.
En este primer álbum, Hansen alternaba su labor de guitarrista con la de cantante, lo que lógicamente se convertía en un trabajo excesivamente laborioso,y más en un estilo tan rápido como es el “power”.
El cambio lógico, que se produce entonces, es la entrada de un nuevo vocalista en el seno de la banda. Ese puesto lo ocupa un jovencísimo Michael Kiske, uno de las mejores voces que ha dado el rock, con unos registros vocales perfectamente equiparables a voces de la talla de Rob Halford o de nuestro amado y recientemente desaparecido Dio, entre muchos otros grandes cantantes.
La maquinaria ya está entonces preparada y perfectamente engrasada. Con su bajista Markus Grosskopf y su batería Ingo Schwichtenberg (también tristemente fallecido), graban los dos clásicos más representativos del estilo.
El “primer guardián de las siete llaves” ve la luz en 1987. Al margen de sus dos instrumentales, una intro y otra outro, se ve la fuerza con la que nos es capaz de deleitar el señor Kiske, en temas como “I´m Alive”, “Twilight of the Gods” o en su propia composición “A Little Time”. Madre mía, qué agudos, no comprendes cómo puede llegar a tales registros. Parece en ciertos momentos que no es humano.
Con la suave y dulce “A Tale that Wasn´t Right” te llegas a emocionar, qué pedazo de canción. Para mí, junto con “Forever and One” forman las mejores baladas de la ya extensa discografía de la banda. Y voy más allá, una de las mejores baladas que nos ha dado el Rock.
Hansen nos deleita con su firma un par de temas, los mejores del álbum, se trata de “Halloween”, un tema épico que supera los trece minutos de duración y contiene todos los ingredientes de un gran clásico. Y por otro lado la archiconocida “Future World”, con un riff enormemente pegadizo y con un Kiske, que vuelve a estar tremendo con sus agudos en el estribillo. Desde ese momento se convertirá en una de las canciones que día tras día suena en sus conciertos.
Con el “segundo guardián”, de mano destrozan de un plumazo el tópico de “las segundas partes nunca son buenas”. Editado un año más tarde que el anterior. Honestamente pienso que es incluso mejor que su antecesor, conteniendo una mayor variedad musical, y eso que el material, en un primer momento, tenía la idea de ser lanzado como un disco doble, conteniendo las dos partes, pero su discográfica lo rechazó.
La llave maestra en este caso, la firma Kai Hansen, y no es otra que “I Want Out”, canción que seguramente todos los que leáis este artículo, habéis escuchado hasta la saciedad (aunque dudo que alguien se canse alguna vez de escuchar esta maravilla). Con ese ritmo facilón y ese estribillo pegadizo se convierte en seña de bandera del grupo y del movimiento “power” en general.
Eso sí, el resto de temas le siguen muy de cerca. Tras su corta instrumental “Invitation”, nos cae del cielo su “Eagle Fly Free”, uno de los mejores temas compuestos por Weikath. Con un estribillo marca de la casa y una melodía digna de una canción de Helloween.
Con “Rise and Fall”, Helloween nos muestran su lado más “cachondo”, que siempre está tan presente en muchas de sus composiciones. Mientras que con “Dr. Stein” vuelven a demostrar lo grandes que son haciendo buen metal. Qué gran canción. Las guitarras de Hansen y Weikath suenan perfectas, compactas y muy heavys. Fijo en todos sus conciertos, es uno de los temas más famosos del álbum y de la discografía del grupo en general.
Con “March of Time” y “You Always Walk Alone” volvemos a disfrutar en todo su esplendor de los agudos de Kiske, que acompasado del buen hacer de los otros cuatro músicos, lo convierten en un tema pegadizo, que no eres capaz de quitarte de la cabeza.
Y finalizamos con la pieza que da título a los dos clásicos. “Keeper Of The Seven Keys” es el broche de oro perfecto para cerrar el disco. Contiene todos los ingredientes descritos en los temas anteriores, un combo de fuerza y melodía, que te hacen disfrutar durante casi catorce minutos de uno de los mejores grupos de metal de la historia.
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