Crítica: Bunbury "Porque las cosas cambian"

No seré yo el que se queje de que la Rolling Stone regale un documental de Enrique Bunbury. Podría haber sido mucho peor y haber regalado una pulsera de Justin Bieber, un top de Britney Spears o, presumiendo de auténticos y de lo mucho que apoyan al rock  cantado en español, algo relacionado con los insufribles e insípidos Pereza. 

¿Pero otro documental sobre Bunbury? ¡Pero si todavía está vivo! Y es que, el aragonés errante, se podrá quejar de muchas cosas, reivindicar cientos de estilos y pintarse las uñas del color que más le guste, pero de lo que nunca podrá quejarse es de la cantidad de homenajes que, bien en el nombre de los difuntos Héroes del Silencio o en el suyo propio, ha recibido en los últimos años. Sorprende por su juventud y porque Enrique aún está entre nosotros y este tipo de películas suelen ser a título póstumo. ¿Aporta de verdad algo nuevo? No. 

Resume de nuevo y por septuagésima vez la trayectoria de Héroes, sus logros y su decadencia, sus victorias y su retorno cual ave fénix. Hace hincapié en la titánica labor de Enrique a la hora de desmarcarse de su grupo, sus mil vandazos y su febril forma de trabajar porque si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo es que es nuestro artista más trabajador, un auténtico workaholic que dirían los fanáticos de Zappa.

¿Dónde falla entonces? En que este cuento ya lo hemos escuchado una y mil veces, es de sobra conocido por todos. Sabemos de memoria lo que ocurrió en Avalancha y lo que se mascaba en aquella gira como también lo que ocurrió en los conciertos de Radical Sonora por parte del sector más reaccionario y maleducado de sus fans, esos que ahora mismo le han encumbrado entre los grandes del pop y que no entienden de otra cosa.



Participan los amigos de Bunbury, siendo tan sólo dignas de mención las apariciones de Loquillo que, como siempre, sí que tiene algo que decir a diferencia del resto, Urrutia, Quique González o la sufrida visión de Aterciopelados como teloneros. El resto de invitados, incluido el propio Calamaro, no aportan nada y la participación del mismísimo Bunbury le da un toque de onanismo colectivo tan cargante como insufrible. Ocultos quedan los secretos mejor guardados del maño, como su relación con el pedante de Nacho Vegas, lo que de verdad ocurrió con el Huracán Ambulante (y es que este tema lo zanjan de una forma tan light que sonroja al más inocente) o el episodio de plagio con el difunto Pedro Casariego.

¿Era necesario? No. Totalmente prescindible, sin trascendencia alguna. Un bonito posavasos.



© 2011  Jesús Cano