La estética demasiado macarra y motera de Zakk Wylde y sus Black Label Society les terminó por pasar factura y, aunque personalmente me resulte cautivadora, ésta es la culpable de que a Zakk no se le considere todo lo músico que es. No digo que no sea del dominio público su dominio de las seis cuerdas y esos endiablados "pinch harmonics" tan característicos suyos (por no hablar de su porte vikingo-sureño en los conciertos con la ya legendaria "bullseye" colgada), como su destreza al piano pero sí que creo que no está todo lo reconocido y valorado que debería. Puedes hablar de Eric Clapton a cualquier persona, le guste o no la música, pero de Zakk Wylde sólo podrás hablar entre los seguidores del hard rock, una pena. Después de un auténticamente glorioso "Order Of The Black" (2010) y la graciosa curiosidad que supuso "The Song Remains not the same" (2011) llega el turno de una auténtica golosina navideña; "Glorious Christmas Songs That Will Make Your Black Label Heart Feel Good" algo así como "Magníficas canciones navideñas que le harán sentirse bien a tu corazón de etiqueta negra" ¡Y qué cierto es porque este EP irradia calidez y calidad al unísono! Olvídate de los desarrollos más cafres y salvajes de Black Label Society porque en este regalo navideño, Zakk Wylde se sienta con su guitarra y, sobre los suaves acordes de una acústica, elabora toda serie de recursos técnicos a cada cual más delicioso y acertado sobre las tres canciones navideñas elegidas.
"I'll Be Home For Christmas" podría haber estado firmada por Jeff Beck pero los "shredding" de Zakk hacen aparición en una guitarra libre de las distorsiones locas de su grupo. No es que sea una novedad escuchar a Wylde en estos terrenos ya que habitualmente nos regala algún que otro tema en los discos con su grupo pero siempre es una maravilla escucharle, apreciar su técnica lejos de los ruidosos cortes de Black Label Society y así descubrir a un guitarrista versátil y con un buen gusto sorprendente en su género. Tres minutos que pasan en un santiamén, llenos de feeling, sólo apto para paladares exquisitos.
"O Little Town Of Bethlehem" continúa el sendero que "I'll Be Home For Christmas" ha dejado abierto y Zakk se deleita unos minutos entre "bendings" y "shreddings" al servicio de la melodía. Para acabar, la bonita "It's A Wonderful World" en la que su guitarra llega a sonar más clásica que nunca sobre un suave piano, como un rumor. Desde luego que estos tres cortes le hacen sentir a uno mejor, Zakk sabe lo que hace y, hasta la edición del DVD en el que están trabajando así como el próximo disco de estudio, obsequia a sus seguidores con interpretaciones como éstas. Tres canciones instrumentales en un EP que no supera los diez minutos y se hace corto, deja con ganas de más y sorprenderá a todos aquellos que no estén familiarizados con el universo Wylde. ¡Qué gran regalo!
¿Bob Dylan cantando villancicos? ¡Pero si es judío! ¿Necesita más dinero? ¿Se está burlando de esas cancioncillas tradicionales? Ese desconocimiento y falta de información fue el que hizo que este álbum de Bob Dylan no alcanzase las ventas esperadas (a pesar de que llegó al número uno del Billboard navideño y el puesto veintitrés del general, todo un hito para un disco de estas características). Primero, hay que aclarar que Bob Dylan no es judío desde hace muchísimos años (se supone que abrazó la cristiandad hace mucho tiempo), que no hay burla alguna en todo el disco, cuyas interpretaciones de clásicos navideños como "O' Little Town of Bethlehem" o "Have Yourself a Merry Little Christmas" rozan una intensidad tal que son capaces de emocionar a los menos creyentes y que Bob Dylan, actualmente, disfruta de un status de leyenda intocable que le permite hacer lo que le de la real gana pero, para todos aquellos que veían ánimo de lucro en el de Duluth, éste les propinó un soberano puntapié cuando anunció, con su habitual sobriedad y desde el primer momento que se supo que estaba grabando este disco navideño, que todas (absolutamente todas) las ventas serían destinadas al "Programa Mundial de Alimentos" de la ONU y la ONG llamada "Feeding America". No hablamos de destinar un mísero porcentaje sino todas las ganancias generadas por el álbum navideño de toda una auténtica institución de la música.
Y con esta información nos disponemos a pinchar, otra vez en Navidades, este "Christmas In The Heart" ("Navidades en el corazón") cuyo productor era, nada más y nada menos, que el propio Dylan bajo su seudónimo a los mandos; Jack Frost. ¿Cómo suena? Imaginad a una destartalada banda de folk interpretando en directo todos estos clásicos, simplemente maravilloso.
"Here Comes Santa Claus" es un comienzo de libro, perfectamente ambientada y con un toque folk que se funde con el villancico logrando la simbiosis perfecta. ¿Acaso un villancico no es folk? "Do You Hear What I Hear?" y su cadencia a lo "Dixieland" es devorada por la personalidad de Dylan hasta hacerla completamente suya, lo contrario de "Winter Wonderland" que conserva su encanto pese al sureño slide y sus coros celestiales. "Hark The Herald Angels Sing" es tan sentimental que es capaz de arrastrarte hasta los parajes navideños más nevados como "I'll Be Home For Christmas" en la que el bueno de Bob se arranca con tan sólo un piano tras su rasposa y nasal pero deliciosa y peculiar voz.
La curiosidad está servida en "Little Drummer Boy", ¿Dylan cantando "El tamborilero"? Sí, y lo resuelve perfectamente, sonando sobrio y sin adornos, sin caricaturizarlo como han hecho otros muchos intérpretes con, supuestamente, mejores cuerdas vocales. Y volvemos a la copa y al crooner con "The Christmas Blues" y el morbo de nuevo en escucharle cantar "O' Come All Ye Faithful" (Adestes Fideles) como si estuviese en el coro de cualquier iglesia.
La versionadísima "Have Yourself a Merry Little Christmas" toma un nuevo significado en su voz. Siempre he pensado que es mejor una voz con heridas de guerra y experiencia (como puede ser la de Dylan, Waits o la ya profundísima de Cohen) que la voz técnicamente perfecta de un treintañero dedicado al pop o una chavala de Barbados cuya única preocupación sea de qué color teñirse el pelo. "Have Yourself a Merry Little Christmas" suena como tiene que sonar, llena de sentimiento.
Pero si debiese quedarme con una, sólo una, sería la más representativa del conjunto, la elegida para hacer el video promocional, la más parecida a un single. La canción infantil "Must Be Santa" se convierte en toda una celebración tabernaria, llena de locura y desenfreno como muestra su videoclip. Por cierto, muy criticado. ¿Por qué? Muestra lo que parece una fiesta navideña en una casa en la que la gente parece feliz y pasárselo bien (todo un crímen, claro) mientras un Dylan mas desinhibido que nunca (usando la lacia peluca larga de su, por otro lado horrorosa, película "Masked And Anonymous") baila y canta la canción como si fuese el espíritu de la Navidad. Es curioso que la gente, incluso en estas fechas, no conserve nada del sentido del humor, aún así, fue todo un éxito.
Volvemos a la calma con "Silver Bells" y de nuevo el slide sureño y "The First Noel" con los coros parecidos a "Winter Wonderland", preciosa y sentida de nuevo. Pero otra de las sorpresas es la hawaiana "Christmas Island", con espíritu navideño, veraniego, sesentero e incluso surfero. ¡Todo mezclado en una sola canción!
Y llegamos al final de este "Christmas In The Heart" con "The Christmas Song" de la mano de Jack Frost y una "O' Little Town of Bethlehem" capaz de provocar la nevada más navideña con Bob a los manos de las emociones. No digo que sea su mejor disco pero sí el gran intento o acercamiento de un auténtico gigante de la música a un género tan especial como difícil, un auténtico caramelo, un regalo para todos aquellos que disfrutan de su música y/o desean disfrutar en estas fiestas escuchando un poco de calidad y sinceridad entre tanta basura comercial. Altamente recomendado.
Si te gusta la música debes haber escuchado este disco por lo menos una docena de veces antes de creer que sabes de esto. No hace falta que te guste el blues pero con este disco lo amarás, tampoco es un disco de rock al uso pero tiene tanto músculo y entrega que será difícil que escuches un directo más rockero que éste, tampoco es metal pero tiene tanto de rock duro que su influencia es innegable en el género incluso décadas después. Rory Gallagher fue uno de los más grandes, un elegido por los dioses, dotado de tanta humanidad y sencillez como de pasión, mentar a Rory no sólo significa amar la música sino sentirse desbordado por un músico que, quizá nunca tuvo el reconocimiento que debía pero que eso no fue óbice para que siguiera pateándose los escenarios de cada bar, club y estadio de medio mundo.
Por desgracia, hace ya muchos años que le perdimos y con él la oportunidad de disfrutar de sus directos y esos proyectos que nunca verán la luz pero siempre nos quedará su música (y esos jodidamente magníficos dvd del Rockpalast) pero si nunca lo has escuchado estás de suerte porque daría media vida por volver a sentir lo mismo que aquellos que le descubren por primera vez. Basta escuchar "Cradle Rock" para darse cuenta que esa mítica strato del 61 suena encabronada desde el primer riff, se encabrita y da coces a la batería de Rod y los teclados de Martin mientras el bajo de McAvoy retumba intentando seguirle el ritmo. Todavía, en todos los años que llevo escuchando música, no he podido escuchar un mejor comienzo que éste en un disco en directo, captura la esencia de como deberían ser todas las actuaciones. Sudor, pasión, entrega, fuerza, energía, virtuosismo (pero olvidándose de la frialdad) y feeling, mucho feeling. ¿Es el Irish Tour el directo más salvaje de la historia? Sí, sin duda, la música se apodera de los músicos y corre libre, desbocada, como caballos salvajes.
Pero si "Cradle Rock" les deja al borde del colapso, la fuerza se mantiene con "I Wonder Who" y Muddy Waters juguetea entre los trastes y el alma del propio Rory para alcanzar el clímax bluesero del disco. Sólo los grandes son capaces de convertir cualquier escenario en un club, sólo los más grandes son capaces de sudar en un blues como éste y mantener a la audiencia en vilo durante más de siete minutos. "Tattoo'd Lady" cede aún más protagonismo a su guitarra (sin olvidarnos de la gran labor de Martin) pero es que es una canción perfecta para el lucimiento de los solos de Rory. ¡Qué gran momento creativo atravesaba!
"Too Much Alcohol", sí, ése mismo que se llevó poco a poco la vida del guitarrista irlandés, emborracha al público mientras su strato habla y se ayuda de un slide que estira las notas como un chicle. Folk y blues, Rory ataca "As the Crow Flies" y nos hace sentir en la frontera con una armónica que parece poseída por los pulmones del guitarrista para llegar a una de mis preferidas, "A Million Miles Away", nueve minutos y medio que para muchos otros artistas significarían el culmen de sus carreras. Épica, emocional y tan intensa que asusta, sólo Rory sabe sacarle ese sonido a su guitarra en el que parece que las notas duelen en el diapasón. Pero los caballos vuelven al galope en "Walk on Hot Coals" con tantos cambios y fraseos que es imposible no pensar que estamos ante el auténtico punto de inflexión de un directo en el que los músicos se dejan llevar y hacen correr su imaginación. ¡Y de qué manera!
El vacilón ritmo de "Who's That Coming?" le sirve para jugar con su slide y volver a los más de diez minutos de duración. ¡Impresionante! Y para acabar "Back on My Stompin' Ground (After Hours)" en donde nos demuestra que también se pueden hacer riffs con el slide. ¿Para acabar? No, todavía queda "Maritime", apenas treinta segundos de aroma a mar y final titubeante en honor del club en el que empezó a labrarse su reputación y que te dejará con ganas de más. "Irish Tour" no es simplemente un directo más, es la cumbre del rock en las manos de un artista que nunca debería haberse ido. ¡Por siempre, Rory!
Y de nuevo un país nórdico es el encargado de lanzar a la palestra a otro grupazo, uno de los muchos que se crían por aquellos fríos y sombríos lares y que siempre son sinónimo de calidad y brillantez por el simple motivo de tener el certificado de residencia y la denominación de origen de aquellas preciosas tierras. Sin lugar a dudas es Escandinavia una fuente inagotable de buenos músicos y curiosamente es en el Rock donde más prodigan dicha faceta de creación y expansión, exportando "su producto" rápidamente y a las primeras de cambio al resto de países y continentes; recordando mucho a lo que hacían en los años 80 y 90 Estados como Alemania o el Reino Unido, pero que hoy en día están muy por detrás de otros como Suecia, Finlandia o Noruega por ejemplo. Y es de este último donde proceden Kvelertak, un sexteto noruego que ha revolucionado el mercado del rock con su primer disco, una obra magnífica y de proporciones magnánimas que seguro gustará a todos los amantes y seguidores del buen rock y del buen Metal. Una obra que enlaza y entremezcla una cantidad ingente de estilos y etiquetas yendo desde el Black Metal hasta el más puro Rock and Roll pasando por el Punk y el Hardcore más ecléctico.
Su homónimo debut está compuesto por once temas, todos ellos cantados en su lengua materna y quizá por este último apunte tienen ese componente que les hace tan especiales y diferentes, marcando un sello y estilo propio. Observar la portada es todo un lujo, te quedas abobado ante esta maravilla de pintura realizada por el vocalista de "Baroness" y que ya por sí sola incita a darle al "play" del reproductor e intentar descubrir los entresijos y secretos que se esconden bajo sus tapas. El comienzo con "Ulvetid" ya te atrapa de primeras con toda la banda gritando al unísono "Kvlertak!" en su inicio, seguido de un tempo totalmente black metal, con los bombos y platillos haciendo de las suyas mientras las guitarras se ajustan a un perfil mucho más hardrock y alejado de los típicos sonidos metálicos, logrando una conjunción perfecta y sibilina de estos dos estilos. "Mjod", su primer single, es otra maravilla. En este caso navegando por aguas embarradas con el punk como telón de fondo pero con una base rítimica igual de "pesada" que la anterior, con unos coros admirables y con un Erlend dejándose la piel en cada uno de sus gritos. Todo ello dan como producto dos minutos y medio de auténtico orgasmo musical que se alarga al escuchar la embriagadora "Fossegrim", con una más que abundante ración de guitarras traviesas y juguetonas servidas por el trío de hachas de la banda.
En la fría y desquiciada "Blodtorst" vuelve hacer acto de presencia el punk más loco salvaje así como los riffs más rockanroleros son los que marcan la seña de identidad de uno de los mejores temas del álbum, "Offernatt", donde nos damos cuenta de la fantástica producción que "sufrieron" las guitarras, que al igual que el resto del disco fue realizada de manera perfecta por Kurt Ballou, más conocido por ser el guitarrista de los extremos Converge. "Sjohyenar (Havets Herrer) y "Sultans Of Satan" nos muestran el lado más fiestero de la banda, son canciones hechas a medida para divertirse, para pasarlo en grande y no dejar de botar en cada uno de sus conciertos, donde nunca podría faltar la desaliñada "Nekroskop", llevando en la sangre ese sonido que a finales de los 70 pusieron en auge y de moda Rotten y Vicius; pero que a su vez va conjuntado con un sonido que parece haber salido de alguna de las bandas de jóvenes blackers que frecuentaban las reuniones del conocido como "Inner Circle" y que tenían lugar en Noruega a mediados de los 90.
"Liktorn" es blues y es rockanroll, es alegre y depresiva al mismo tiempo; te recuerda en algunos momentos a ACDC y en otros a Iron Maiden mientras que "Ordsmedar Av Rang" es 100% hardcore, con gritos esquizofrénicos y dementes por parte del señor Hjelvik . El "solo" es de los mejorcito de la canción con su toque épico y legendario que te trasporta a épocas antiguas y mitológicas. Y para cerrar este discazo otra de las mejores, "Utrydd Dei Svake" contiene una riqueza musical extraordinaria y fuera de lo común uniendo todos los elementos que los noruegos nos dejaron ver en sus diez cortes anteriores tales como: punk, folk, black metal, hardcore, riffs poderosos y elocuentes así como "solos" de auténtico infarto y fiesta ilimitada. Toda una lección de cómo hoy en día, en el complejo mundo musical que nos ha tocado vivir, todavía se puede innovar y ser mínimamente original y diferente. Esperemos verles pronto por aquí máxime después del intento fallido del "Resurrection Fest" de este último verano. La verdad que hay ganas de verles y poder disfrutar del directo de una de las bandas que seguramente más guerra den en los próximos años. Como disco y como banda Kvelertak se merecen un diez.
SETLIST: Monarchy of Roses/ Can't Stop/ Charlie/ Scar Tissue/ Look Around/ Throw Away Your Television/ Universally Speaking/ Me & My Friends/ Breaking The Girl/ The Adventures of Rain Dance Maggie/ F.U./ Higher Ground/ Under the Bridge/Factory of Faith/ Californication/ By the Way/ Dani California/ Meet me at the Corner/ Give it Away/ Jam/
Todos aquellos que auguraban la muerte de Red Hot Chili Peppers ya pueden ir desapareciendo de la faz de la tierra después de lo que el grupo logró el Sábado en Madrid (y, por lo que he podido leer, también en Barcelona). No es fácil llenar hasta arriba todo un Palacio de Deportes y hacer que todos y cada uno de los asistentes termine saltando, bailando o cantando durante más de hora y media. Ya han pasado meses desde la publicación de su nuevo disco, "I'm With You", los suficientes para haberlo escuchado con calma, haberlo asimilado y constatar que es un gran disco de principio a fin, nuevo en cuanto a estética y fresco en cuanto a ideas, la principal carencia de singles evidentes no es un problema ya que contiene canciones mucho más sólidas que los dos últimos discos de los Peppers y aguantan el directo mejor que muchas de "By The Way" (2002) o "Stadium Arcadium" (2006). De su buen estado de forma, sin embargo, pudimos ser testigos muy pronto en esta gira gracias a la magnífica retransmisión de su concierto en Colonia pero teníamos ganas de vivirlo in situ y comprobar como el nuevo fichaje, Josh Klinghoffer, aguanta sobre sus espaldas el gran peso de las canciones más clásicas y cubre la baja de John Frusciante.
El pabellón lleno hasta la bandera, enormes colas a la entrada y todo el graderío lleno a rebosar de gente que desea ver a los Peppers, se apagan las luces y suena el ruido que precede a "Monarchy of Roses", salen Flea, Smith y Klinghoffer primero y pisan el acelerador hasta que entra Kiedis con la horrible gorra de "Off" de esta gira, el sonido es tremendo y cuando la canción despega con el bajo funky de Flea toda la pista la sigue saltando al ritmo. La parte central con el solo de Josh les queda perfecta y nos demuestra el gran estado de forma en el que se encuentran actualmente. ¿De verdad alguien les daba por muertos? ¡Por favor, hastiados estaban durante la gira del "One Hot Minute" o de "By The Way" (nunca les vi tan apáticos en concierto como aquella vez) pero ahora están exultantes, el cambio de aires les ha sentado realmente bien y la energía de Klinghoffer arrastra a Kiedis porque a Flea o Smith no les hace falta mucho para armarla.
"Can't Stop" es celebrada por el público y el calor hace acto de presencia, todos empezamos a sudar y las primeras camisetas empiezan a volar incluso en las gradas. "Charlie" es pop perfecto y es coreada hasta que suena la guitarra de "Scar Tissue". Lo bueno de Josh es que ha encontrado su propio sitio en el grupo y no intenta emular a Frusciante, los solos son nuevos y disfruta llevando los temas a su territorio. "Scar Tissue" es cantada a pleno pulmón por las quince mil personas que han comprado su entrada y la fiesta no para porque atacan con "Look Around" y la intensísima "Throw Away Your Television" que enlazan con "Universally Speaking", entre canción y canción se les ve contentos, no pararán de hacer jams entre ellos, disfrutando como si no hubiese público pero encendiéndoles incluso con sus improvisaciones.
"Una canción lenta para los niños, los infantes", anuncia Flea y suena "Me & My Friends" más histérica que nunca. Pero si he de elegir un momento de la noche, sería sin duda el de una de mis canciones favoritas de todos los tiempos, "Breaking The Girl" con Josh sacudiendo una preciosa Gretsch y una parte central rítmica realmente sobresaliente. Si uno cerraba los ojos podía imaginarse en plena época del "Blood Sugar Sex Magik" (1991), fue increíble lo que lograron gracias a los teclados, la percusión, el bajo de flea y la guitarra de Josh. Impresionante.
El single, "The Adventures of Rain Dance Maggie" fue de lo más celebrado de la noche, unas pantallas rojas con la silueta de decenas de pájaros les rodeaban mientras Josh volvía a hacer de las suyas. ¿Creías que Frusciante sacaba muchas guitarras? Prepárate para el arsenal del que dispone Klinghoffer, es espectacular.
"F.U." de Monk y la durísima versión de "Higher Ground" de Wonder que puso de nuevo a todo el mundo en pie, la coreadísiama "Under the Bridge" con miles de mecheros y unas animaciones muy logradas en las pantallas hicieron llegar al clímax a un público aún sediento de Peppers. "Factory of Faith", la última concesión a su último disco y la épica "Californication" con nuevo solo de Josh incluído nos acercaban a los bises. "By the Way" (una de las pocas salvables de aquel disco) y el supersingle de "Dani California" hacían encarar el final de la noche con "Meet me at the Corner" y un salvaje "Give it Away" por si todavía había dudas sobre su buena salud sobre las tablas. Para terminar una impresionante y larga jam que hizo mojar las pocas camisetas que todavía quedaban secas en la pista. ¡Han confirmado su presencia en el Rock In Rio de Madrid y allí nos veremos, prometido! ¿Te lo vas a perder?
Hace mucho que las barreras entre la música electrónica y el rock se mezclaron, se desvanecieron para desgracia de unos pocos y regocijo de las pistas pero lo grande, lo realmente grande, es cuando un disco de música electrónica llega a gustar a todo tipo de aficionados, sin importar su condición ni pelaje, aunando éxito de crítica y público y, por supuesto, sin ningún tipo de concesión. Para los que disfrutamos de la música en mayúsculas, es de vital importancia tener una dieta variada y librarnos de prejuicios cuando estamos ante una "delicatessen" tan embriagadora, sugerente y refrescante.
Y esto, precisamente, es lo que ocurre con un disco como el del canadiense deadmau5, Joel Zimmerman, un tipo de treinta años que es capaz de revolucionar la música electrónica y el rock, su puesta en escena y, para colmo, convertirse en un auténtico rompepistas. Se codea con músicos supuestamente auténticos que le piden de rodillas que les produzca y se burla de la etiqueta de dj mientras todos los festivales del mundo se deshacen en ruegos por tenerle en cartel. Así es deadmau5, aquel que tomó prestado su nombre del ratón muerto que encontró en la torre de su ordenador, quien en el 2009 desbordó las expectativas que toda la prensa había puesto en él y presentó su, quizá mejor trabajo hasta la fecha, "for lack of a better name"
Hace tiempo que ningún artista tiene un arranque como lo es "FML", escuchar una primera canción como ésta es todo una declaración de principios. Electro, techno, house, rock, dubstep, progressive y con actitud rock, un "in crescendo" que se retuerce hasta las desquiciadas risas con las que da paso al siniestro comienzo de "Moar Ghosts N Stuff" cuyo cambio es tan natural e hipnótico que pronto entras en una suerte clímax a los pocos segundos de tema hasta que nos encontramos con la colaboración de Ron Swire en "Ghosts N Stuff" cuyo patrón sufre una ligera variación para convertir este tema en todo un éxito. Tres de tres. ¿Alguien da más?
"Hi Friend!" vuelve a dar en la diana, más exagerada que "Ghosts N Stuff" y una de las mejores del disco, pegadiza e inolvidable. Pero si hasta ahora nos hemos encontrado auténticos "hits" es en el asombroso sonido de "Bot" donde finalmente nos abandonamos al mar de sensaciones que sus últimos dos minutos nos provocan. "Word Problems", heredera de "Bot" pero con un toque más minimalista vuelve a adentrarnos en la rave más salvaje a partir del minuto cinco. En "Soma" comienza a llegar la calma bajo las notas de un piano que irradia tranquilidad tan sólo perturbada por los "beats" del patrón rítmico de la canción.
"Lack Of A Better Name" es uno de los grandes éxitos de este disco y contiene, como a mí gusto le pasa a "FML", los mejores ingredientes de todo el disco. "The 16th Hour" es la más "clásica" en el amplio sentido electrónico de la palabra y "Strobe", uno de los hitos en directo del canadiense, llega a resultar orgásmica a través de los casi once minutos de duración.
Sí, es electrónica y es genial. ¿No conoces a deadmau5? No pasa, seguro que él a ti tampoco.
Qué gran cantidad de buenos calificativos podemos dedicar a estos "niños" tan especiales, a esta banda finesa de calidad insuperable y que tantas alegrías nos da disco tras disco. Es sorprendente ver cómo han crecido en pocos años, en tan poco tiempo, ya que recuerdo como si fuera ayer cuando sorprendieron a propios y a extraños con su magnífico debut discográfico, aquel trabajado "Something Wild", que en su momento se dejaba querer más por el black metal de corte melódico que por el Death Metal, género al que han evolucionado y que realmente hoy en día practican. En cierto modo su segundo álbum, "Hatebreeder", seguía la dinámica musical y compositiva programada por su antecesor y no será hasta "Follow The Reaper" y sobre todo en "Hate Crew Deathroll" cuando den ese giro en su música, esa vuelta de tuerca en su sonido, que les hará a partir de entonces reconocibles a primera vista y que les hace merecedores de ocupar, hoy por hoy, un puesto destacado en el Olimpo del metal, convirtiéndose en una de las bandas más deseadas por promotores y grandes festivales, ya que es encima de un escenario donde la banda se mueve como pez en el agua brindando siempre a sus seguidores actuaciones magníficas y soberbias.
"Hate Crew Deathroll" posiblemente sea su mejor disco, al menos el que más y mejores críticas ha recibido; en un momento compositivo fantástico de Alexi, componiendo todas las canciones del álbum y con un Wirman en estado de gracia con sus teclados, deleitándonos con melodías imposibles y fascinantes, otro de los grandes músicos de la banda. La única pena de este disco es que a la postre se convertiría en el último de Alexander Kuoppala en la segunda guitarra, que como ya sabemos fue sustituido por Roope en su siguiente y cuestionado "Are You Dead Yet?".
La encargada de abrir su cuarto álbum es la increíble "Needled 24/7", en un aire más duro y no tan melódico como al que nos tenían acostumbrados en sus anteriores trabajos. Es en este canción donde ya se vislumbraba y se deja ver un cierto cambio, un destacado movimiento en su música con el que la mayoría quedamos encantados y sabiendo que algo grande se abría y se cernía ante nosotros; los "niños" ya habían crecido y se estaban haciendo mayores.
"Sixpounder" nos regala el lado más Thrash de Alexi, "Wilchild" nos muestra su perfil más salvaje en una canción certera y directa como una flecha, con un Wirman exquisito en los teclados, regalándonos un gran "solo" en su la parte central del tema. Con "Chockenhold" y sobre todo en "Bodom Beach Terror" difuminan su lado más bronco y recaen en su armonía y melodía más característica. El destino que una vez más se vuelve caprichoso es el encargado de introducir también en este álbum una canción que contenga la palabra "Bodom", repitiendo el proceso de sus tres discos anteriores.
"Angels Don´t Kill" suena fuerte y poderosa (para nada descafeinada como insinúan las malas lenguas) siguiendo las señas de identidad y el patrón de quien es considerado uno de los mejores guitarristas del mundo, dejándonos momentos para el recuerdo cuando sus dedos se deslizaban por su Jackson describiéndonos melodías imposibles y punteos legendarios. "Triple Corpse Hammberblow" nace con una preciosa línea de teclado de Wirman, aunque no sería descabellado insinuar que la canción está pensada para el lucimiento del propio teclista, dibujándonos a lo largo del corte laberintos y pasajes más propios de un músico progresivo que de uno de metal extremo. "You´re Better Off Dead" al igual que "Lil Bloodred Ridin´Hood" es compulsiva y vertiginosa, donde las guitarra de Alexi y Alexander parecen estar jugando una partida de ajedrez, moviendo ficha uno tras otro, haciendo magníficos intercambios de "solos" con una precisión exquisita y que le dan al corte un valor añadido.
Aunque para ostentación su último tema, el que da título al disco y mi favorito de la banda. En él es todo perfecto, no se le puede poner una sola pega, no tiene defectos; se expone como uno de esos temas que con el paso del tiempo se le añade el adjetivo de "clásico" y que así sin quererlo se convierten en la seña de identidad y buque insignia de una banda; en este caso con un estribillo pegadizo y melódico, muy machacón y seguido de un "solo" boato y opulento de nuestro querido Alexi, que nos demuestra por enésima vez que está aquí por algo, que no es precisamente un manco de las seis cuerdas y que tiene cuerda para rato. Que gusto da siempre escuchar a músicos de este calibre, nunca te cansas de ello.
Destacar que la edición especial venía acompañada por dos versiones, por un lado una muy currada "Don´t Stop At The Top" de Scorpions y por otro una fantástica cover del "Silent Scream", que contenía uno de los mejores discos de Thrash de la historia, el "South Of Heaven" de Slayer, que al igual que este "Hate Crew Deathroll" con el paso del tiempo se convirtió en otro disco cinco estrellas.
No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que a Trent Reznor, cuando se decidía a acabar con Nine Inch Nails, lo que más le pesaba era su propio nombre (como Michael Stipe ha llegado a admitir con R.E.M.) y no tenía ni la menor idea o gana de abandonar el mundo de la música. Si ya con "The Social Network Soundtrack" nos demostraba por dónde andaba perdido "el duende del espiral descendente" en esta "The Girl With The Dragon Tattoo" vuelve a adentrarse en el peligroso y a veces tedioso (para qué engañarnos) mundo de las bandas sonoras junto a su ya inseparable compañero de fatigas, Atticus Ross, para salir, como siempre, bien parado y llevarse de nuevo grandes críticas e importantes premios para corroborar que, lejos de la corrosión y salvajismo industrial de su proyecto llamado Nine Inch Nails, hay un músico serio, de gran talento, lleno de creatividad y todavía grandes ideas que es capaz de asaltar los medios y adentrarse en audiencias que nunca asistirían a uno de su conciertos más extremos.
Aquí, Reznor vuelve a saltar al vacío en un género en el cual ya se sentía a gusto en el grupo que revolucionó la escena musical de los noventa y cuyas actuales coordenadas no distan demasiado del camino más reposado de sus últimos discos con ellos, por no mencionar su delicado álbum (y también suicidio artístico) "Ghosts I - IV" (2008) o su menos inspirado pero igual de revelador "How to Destroy Angels" (2010).
El silencio se rompe con una versión del "Immigrant Song" de Led Zeppelin con Karen O (Yeah Yeah Yeahs) aullando poseída bajo el influjo del espíritu de Robert Plant. Sin llegar a aportar nada nuevo a la original, el envoltorio y la producción son tan sorprendentes que dotan a la canción (inmortal ya de por sí) el tono rompedor que la película necesita, es todo un espectáculo contemplar el trailer en el cine con el tema de Zeppelin atronando en la sala.
Inquietantes, y muy en la línea de NIИ, son "She Reminds Me Of You" o "People Lie All The Time" porque "Pinned And Mounted" se adentra en caminos más convencionales ya que no será hasta "A Thousand Details" cuando nos levantaremos del sofá en un tema que podría haber sonado en "The Fragile", "Perihelion", "With The Flies" o "Hidden In Snow" son interesantes ejercicios de texturas ideales como fondo a las imágenes de la película y eso es algo que nos daremos cuenta según vayamos avanzando en un disco de treinta y nueve canciones (en el que conviene ser más acertado y llamarlos cortes tanto por su carácter como por su duración, aunque también encontremos grandes desarrollos com "One Particular Moment", "With The Flies" u "Oraculum" que sobrepasan generosamente los siete minutos).
"An Itch" se acelera hasta llegar a la siniestra melodía a piano de "Hypomania" (Reznor gana enteros cuando se dedica al piano como en "Parallel Timeline With Alternate Outcome") o la interesantísima "Aphelion", preciosa resulta "The Same As The Others" y nueva en cuanto a su carácter "You're Here" (como ocurre con "Milleannia") pero el festín de ruidos y curiosos e inhabitados territorios electrónicos llega a su fin tras "A Pair Of Doves", "Great Bird Of Prey" u "Of Secrets" y con la intensa "Is Your Love Strong Enough?" da el cierre definitivo a un disco que sólo gustará a los fanáticos de Reznor y a los amantes de las buenas y trabajadísimas bandas sonoras, más que suficiente. Uno de esos álbumes en los que uno tiene la sensación que siempre lo escuchará poco para poder hablar de él con propiedad. Más que notable.
¿Conoces a Eric Clapton? No, claro que no. Estoy seguro de que cualquiera que lea esta reseña sobre el libro en cuestión no tiene ni puñetera idea de quién es Clapton. Podríamos resumirlo con una frase tan sencilla como usada hasta la saciedad; Clapton es Dios. No lo discutas, tan sólo asúmelo. Vivimos en un momento en el que hay guitarristas técnicamente más rápidos que Clapton, mucho más efectistas y supuestamente innovadores, pues bien; ninguno llegará donde él ya lo ha hecho. Sin embargo, lo que hace grande a Clapton no es su dominio de las seis cuerdas sino su actitud.
Cada vez que arremeto contra la autobiografía de un auténtico coloso de la música hay algo que me sorprende siendo siempre lo mismo. Desde Rosendo hasta Rory Gallagher, desde Cash hasta Clapton, todos y cada uno de los artistas verdaderamente enormes son sencillos y humildes hasta el extremo. Clapton es un tipo reservado, del que se ha sabido más por sus usos y abusos como por sus infernales e igualmente adictivas relaciones personales o sus fatídicas desgracias pero nunca porque se confesase y en su autobiografía lo hace y de qué manera...
Todos aquellos que no saben de su carrera deberían sentarse y dedicarle un par de horas a este libro escrito de una manera tan sencilla que asusta por lo bien que se lee, se devora. El pequeño Eric y su relación con su madre, aprendiendo de manera autodidacta a tocar la guitarra, tocando con cualquier músico, "enfrascándose" en interminables giras por Europa en una pequeña y cutre furgoneta cuando todavía no era famoso. Con los Yardbirds, con John Mayall y sus Bluesbreakers, con Duane Allman y los Dominos, tocando con George Harrison o John Lennon y drogándose, consumiendo no sólo alcohol sino cristal, éxtasis, LSD, heroína, cocaína, pastillas, metanfetaminas y anfetaminas, conduciendo como un loco con su descapotable y robándole la novia a su amiguete y ex-beatle, George. Si crees que "The Dirt" de Mötley Crüe es salvaje es porque no has leído este libro, quizá no tenga el tono decadente y "sleazy" del otro pero supera en excesos a todos los leídos hasta ahora.
Todo en un tono amable, sin hacer apología sino arrepintiéndose de lo ocurrido, narrándolo sin hacer exhibición sino para desnudarse ante el lector. En él no sólo encontrarás anécdotas tóxicas sino que sabrás del verdadero por qué sobre su apodo "slowhand" ("mano lenta"), descubrirás el blues y cómo progresa y aprende a tocar la guitarra en cada una de sus páginas, en definitiva una lectura tan placentera que no querrás acabarla nunca.
Como siempre, la edición de GLOBAL rythm es tan cuidada como en todos sus libros haciendo de éstos no sólo una lectura de usar y tirar sino un tomo sobrio y sólido al que acudir una y otra vez con el placer de abrir un libro hecho con cariño, como esta editorial nos tiene acostumbrados. Sobresaliente.
SETLIST: Crash And Burn/ Ribbons/ First and Last and Always/ Train/ Detonation Boulevard/ Alice/ Gift That Shines/ Giving Ground/ Amphetamine Logic/ No Time To Cry/ Arms/ Dominion/ Mother Russia/ Summer/ This Corrosion/ Neverland/ Flood II/ Something Fast/ Top Night Out /More/ Lucretia/ Vision Thing/ Temple of Love/
El 27 de Noviembre, Madrid se vistió de riguroso negro para recibir al grupo gótico por antonomasia. "Grupo", por decir algo, ya que hace muchos, muchos años que Andrew Eldritch ha demostrado que "The Sisters" es su proyecto y los músicos que le rodean son meros comparsas (sin desmerecer a May o Christo, por no hablar de The Mission) sin que, por supuesto, esto llegue a sonar a crítica. Llegamos a la sala La Riviera, ¿alguien se imagina un lugar menos gótico, oscuro o siniestro para ver a The Sisters? La verdad es que la jodida palmera del centro debería arder en una chimenea pero lo cierto es que desde Bauhaus, al Marilyn Manson del "Antichrist Superstar" (1996), pasando por las dos infernales noches de Nine Inch Nails o Tool presentando su "Lateralus" (2001), La Riviera es capaz de tornarse oscura como ella sola y Eldritch y compañía lo lograron gracias al humo. Toneladas de humo, tanto que llegaba hasta el guardarropa, el baño y las barras desaparecieron como si de una fría noche londinense del siglo pasado se tratase.
Pero antes de continuar con mi crónica he de dar buena cuenta del telonero; cuando llegamos a la sala hay tan sólo treinta personas como mucho y el grupo nacional Kalashnikovss, el telonero elegido para abrir el concierto de "los sisters" en su "30th Birthday Party Tour" (ni más ni menos), está desplegando sus encantos en el escenario. ¿Y qué tal lo hicieron? Lo confesaré; me dieron ganas de vomitar. Un rock electrónico basado en unas canciones verdaderamente deprimentes y nacidas con la misma intención que un "saciante" o la peor de las comidas basuras, repetitivas hasta la naúsea y pobremente ejecutadas por cuatro tipos grises, dos de los cuales podrían ser dobles del gordo Tad de Seattle o Carlos Areces y un "frontman" totalmente ridículo metido en un papel a medio camino entre la parodia industrial (creo que se hace llamar Chav Norris) que acabó en un pseudointento de sonido Manchester con una chavala que se subió a cantar el último tema y mover, más mal que bien, el culo mientras un Shaun Ryder de tercera nos terminaba por joder la noche antes de tiempo. Llega a salir Mario Vaquerizo y todos habríamos salido ganando tanto en simpatía como en tablas. ¿Quién elegió a Kalashnikovss como teloneros? Me cuesta mucho creer que el propio Eldritch, de auténtica vergüenza.
Intentando olvidar la gran tomadura de pelo que acabábamos de presenciar, sonaban las últimas notas de "The Unforgettable Fire" de U2 (cuando las gónadas de Bono estaban aún en su sitio y aullaba como ningún otro) y los cañones de humo empezaron a hacer de las suyas. Al principio parecía normal hasta que todos los allí asistentes empezamos a comprobar que no paraban de escupir más y más humo. Ir a un concierto de The Sisters y no contar con el humo es desconocer al grupo en directo pero lo de aquel domingo fue exagerado. Con ese ambiente y luces verdes y moradas, Andrew consiguió envolvernos en su universo y hacer que nos olvidásemos del frío ambiente de la sala y del patético telonero que había "calentado" a su público
Comienzo auténticamente arrollador con "Crash And Burn", "Ribbons" en el que nuestro querido Doktor Avalanche sonó como una apisonadora (hubiese dado igual que su batería fuese humano ya que poco le habríamos llegado a ver) y "First and Last and Always" que nos estallaron en la cara como si el tiempo no hubiese pasado. El escenario, decorado al estilo industrial con andamios y unas efectistas luces de las cuales no abusaron, terminó por dar el apocalíptico contexto a las ruidosas texturas que The Sisters desplegaron durante casi hora y media con indudable éxito ante sus parroquianos. Pero fue en "Detonation Boulevard" y ese "Dominion/ Mother Russia" infernal cuando toda la sala llegó al clímax, fue coreada y seguida por todo el público. "This Corrosion" me llevó a mi adolescencia y tiempos de instituto, como "Lucretia" o el apoteósico final con "Temple Of Love" y Andrew derrochando su cavernoso tono de voz en un estado de forma envidiable por el que no han pasado los años. Afuera, Madrid aguardaba gélido y sin niebla, ajeno a lo que acabábamos de presenciar mientras algunos vendedores de camisetas desplegaban sus mantas sobre el suelo.
¿Elegimos o somos elegidos? Creemos que podemos elegir nuestro trabajo, nuestra novia, nuestro coche o nuestros amigos cuando en realidad somos víctimas de las circunstancias y éstas nos eligen o nos conducen por caminos que creemos que nosotros mismos nos hemos forjado a base de estudiar, trabajar o perseverar. Tendríamos accesos de pánico si supiésemos la cantidad de cosas que escapan a nuestro control. Pincho a Muddy Waters y bajo la luz para escribir sobre el "mojo" (pronunciado ˈmoʊdʒoʊ o "moyo"), el bueno de Muddy sabía bien lo que era el "mojo", cualquier bluesman o artista auténtico sabe lo que es. Y ahora tú, que lees estas líneas, también te preguntarás qué es. El "mojo" es el encanto, la magia, el poder de atracción que las personas o los objetos ejercen sobre uno. ¿Cuántas veces nos hemos visto atraídos por algo o alguien que ejercía cierto poder o magnetismo sobre nuestro gusto? Hace mucho leía a un internauta que renegaba de comprar "on line" debido a que le gustaba probar lo que compraba y sentirse atraído o enamorado del objeto en sí. Suena "I'm Your Hoochi Coochie Man" de Muddy así que escribiré del "mojo" en relación con lo que me apasiona...
Mi primera guitarra fue una imitación de Stratocaster, yo tenía catorce años y había estado durante todo un año tocando una española que había heredado de mi tía, acabé destrozándola, la madera se rajó y pronto el mástil se hizo insufrible así que, en Navidad, recibí mi primera guitarra eléctrica. Era roja con el golpeador blanco, ¡estaba enamorado de aquella guitarra! y practicaba día y noche, me aprendí todas las canciones que me gustaban y sufrí más de la cuenta. En la tienda fueron sinceros; "es una guitarra para aprender, si le gusta y sigue en esto ya tendrá tiempo de invertir más dinero". Estuve casi dos años peleándome con ella, la veía tan atractiva y tan bonita que me era imposible resistirme a tocarla. Los trastes me hacían daño, las cuerdas se rompían cada día (por culpa del puente), se desafinaba constantemente y el mástil estaba curvado, si la afinaba duraba pocas canciones pero aquella guitarra tenía "mojo". Nada ha sido comparable a la primera vez que la enchufé a un amplificador con distorsión, me creía Eric Clapton o Rory Gallagher cuando apenas sabía más de cuatro o cinco acordes, aquella guitarra fue la que me inició y nunca la olvidaré. Después de dos años de dejarme los dedos sobre su diapasón comencé a ahorrar para una Epiphone de finales de los noventa y madera de caoba que pesaba una barbaridad pero que sonaba con una fuerza descomunal, así que vendí mi "stratocaster" y compré la nueva. Muchos años más tarde y con más guitarras de las que necesitaba intenté localizar a aquella primera guitarra y llamé al comprador que, para mi tristeza, la había vuelto a vender, intenté seguirle el rastro y recuperarla sin éxito, no sé dónde habrá acabado pero siempre la recordaré, tenía magia, sin duda tenía "mojo".
Con mi siguiente guitarra fue con la que más disfruté, aquella Epiphone con nitro de márfil, pastilla doble en el puente y afinación floyd rose era todo lo que necesitaba para ensayar con mi grupo. Pero siento decir que aquella guitarra llegó en el momento equivocado, el rock alternativo inundaba la atmósfera de mis instituto y los ensayos de mi grupo pronto se volvieron los más alocados de todo el colegio. Era más fácil emular a Pete Townsend, Kurt Cobain o Pearl Jam en lo "malo" que a Satriani o Malmsteen en lo bueno, lo segundo era sinónimo de trabajo duro mientras que estrellar tu guitarra contra el bombo de la batería si la actuación no te había convencido era, además de fácil, mucho más satisfactorio y atraía las miradas de todos los que asistían a tus escasos conciertos. De esta manera, mi Epiphone voló tres días a la semana, hice surf sobre ella, fue arrojada desde un primer piso, aprendió a bajar por las escaleras y estrellarse contra los platos de la batería. ¡Era increíblemente dura! ¿Me preocupaban los arañazos o golpes que sufriera? Al principio, aquellos casuales sí, pero poco después aprendí a vivir con ellos y cada marca la hacía más mía, tenía más y más personalidad y atractivo. Lo que ahora se llama "relic" y cuesta un dineral yo lo hacía sin ningún problema hace muchos años en el local de ensayo. La guitarra me duró seis años hasta que una noche, al final de una actuación con mi último grupo (¡qué ironía que fuese con ellos que eran los más calmados!) el mástil se partió por la mitad. Suena todo lo estúpido que posiblemente es pero, teñido por el recuerdo, fue la actuación más intensa y divertida que recuerdo con ellos. ¿Sigue viva aquella Epiphone? Por supuesto, encolé el mástil y retiré toda la pintura dejando la madera al natural, le haría falta algo más que una puesta a punto y seguiría sonando con la misma contundencia de siempre, mientras tanto sigue descansando en su estuche después de tantos años de sufrimiento, se lo merece.
Mi tercera guitarra fue una electroacústica que me regaló mi madre. Con ella actué en todos los bares que pude, la saqué un par de veces en algún que otro concierto con el grupo e incluso me acompañó en una actuación en un teatro de la cual tengo mejor recuerdo que lo que finalmente resultó. Con los arañazos lógicos de haberla tocado durante más de quince años y haberla paseado por medio Madrid, mi acústica aguanta con mejor sonido que antes el paso del tiempo. Negra, con un color verdoso en el cuerpo y un binding color crema que me hacía sentirme como si fuese el mismísimo Johnny Cash
Después de partir el mástil de la Epiphone necesitaba una guitarra con la que poder seguir actuando y ensayando así que mi familia me regaló una Fender Telecaster que supuso el salto a las grandes ligas. Es la guitarra con la que he grabado todas mis maquetas hasta la fecha, tan versátil que asusta, capaz de sonar pop, rock o metal. Acostumbrado a la potencia ochentera de la Epiphone (más cañera que otra cosa) recuerdo que la primera vez que enchufé la Telecaster al amplificador del local, su "twang" me desconcertó e incluso me molestó, a los pocos minutos ya se había hecho a las canciones y yo a ella. Reemplazaría a la Epi en todas las actuaciones en directo e incluso terminaría sacándola para las versiones acústicas.
La Strato de Rory Gallagher
¿Fui más responsable con ella? Por supuesto, tan sólo un par de rasguños. He conocido a tipos que sufren con cada arañazo, que limpian compulsivamente sus guitarras y bajos después de cada ensayo, respeto esa actitud pero no cuando estas mismas personas gastan un dineral comprando las imitaciones "relic" de Fender de las Stratocaster de Rory Gallagher o Clapton (su "Blackie"). Son guitarras preciosas y con un trabajo digno de lo que cuestan, que digo: ¡son maravillosas! pero en mi vida compraría una de ellas si luego cuido las mías como si fuesen piezas de museo y digo esto sin entrar en el debate moral del sentido de envejecer una guitarra técnicamente nueva porque me encantan este tipo de acabados. Las guitarras, así como todo lo que nos rodea, se enriquecen con el paso del tiempo y las historias que sus heridas de guerra cuentan. Odiaría si mis guitarras no tuviesen la marca de mis dedos o aquel golpe que les propiné sin querer. ¡Cada guitarra es rica por lo que ha vivido, no lo olvides!
La Telecaster sació mi apetito como ninguna otra hasta el punto de llegar a creer que no necesitaba tocar otras cuerdas que no fuesen las suyas. Así que, pasados los años entró en mi casa mi primera Gibson, una Flying V con tres humbuckers (¡tres!), la más chillona de todas, tocarla es tan divertido como adictivo, la acción de las cuerdas está tan baja y su mástil tan estrecho (sin llegar a ser como el de una Ibanez, claro) que es fácil coger velocidad pero lo que más me sorprendió fue su facilidad para el blues. Sabía que Hendrix la había usado pero, claro, yo no soy Jimi (ni mucho menos) y tampoco este modelo de Flying es parecido al que él usaba hace cincuenta años pero es una guitarra capaz de sonar en limpio tan cristalina como macarra y cazallera con distorsión. Pesa poco y es de mástil encolado, cómoda para tocar de pie y, lo que al principio parecía un inconveniente debido a su forma de flecha se ha convertido en una de sus ventajas ya que para tocarla sentado es necesario agarrarla con el mástil cerca de la cara. Diferente e impactante pero auténtica como ella sola. ¿Qué me atrajo? Su "mojo", por supuesto.
Pero si de "mojo" hablamos no puedo evitar mencionar mi bajo porque "mojo" fue precisamente lo que sentí cuando lo contemplé en directo. Se trata del Hofner de Paul McCartney, claro que no es el mismo y para los puristas estos Hofner son totalmente indignos de los originales que el bueno de Paul usaba. Conviene recordar a todos éstos que a McCartney su primer Hofner le costó tan sólo treinta libras igual de poco que le costaron sus cinco Stratocaster a Clapton de las cuales regaló una a Pete Townsend, otra a George Harrison y las otras tres las desmontó para hacer, con sus mejores piezas, a la negra "Blackie", como poco le costó su Strato a Rory Gallagher o a Angus Young su SG y, sin embargo y a pesar de que estamos de acuerdo en que aquellas guitarras eran mucho mejores que las que ahora se fabrican con el pretexto del "signature" o aprovechando la fama de cada músico, a todos y cada uno de ellos les sirvieron para hacer y crear su música. Volviendo al Hofner, es imposible no tocarlo y hacer sonar "Drive My Car", su sonido es cálido y redondo, su peso es suficiente para que resulte agradable sin llegar a ser incómodo, sus acabados son magníficos y su "sunburst" es tan clásico como atractivo a la vista.
Que te gusten las guitarras y no tener ningún modelo de Les Paul es un ultraje. No hace falta gastarse un dineral en un Gibson, hay multitud de marcas como Epiphone (las gamas bajas, que las Custom se disparan), Cort o las fabulosas Tokai (no las japonesas que ya están tan caras como las Epis o las Gibson Studio) como para saciar el apetito de una Les Paul sin necesidad de empeñarse. La Les Paul de mis sueños se fabricó en Tennessee, Nashville. A pesar de todos los "weight relief holes" que Gibson le haya hecho y que para muchos las Les Paul Studio son una pérdida de tiempo y de dinero, estoy encantado con mi "goldtop", me gusta su mástil gordito, es la guitarra que más pesa de todas las que tengo y logra sonar hardrockera pero también pantanosa en los blues más oscuros, su sonido es denso y gordo, redondo y rotundo pero en los solos saca su sonido cien por cien Gibson.
John Lennon y Harrison compraron sus Epiphone Casino por poco dinero y pronto se hicieron famosas, es imposible enumerar la cantidad de artistas que las han tocado. John hizo que la decaparan para que la madera "respirase mejor" y no la dejó de tocar durante años. ¿Tienen alguna Epiphone Casino en Sunburst? No, me decían en muchas tiendas, esas guitarras merecen la pena si se tratan de la edición Lennon "Revolution" o las limitadas, prueba esta Casino Limitada, te encantará. ¿Podrían pedirme una Sunburst? ¡Pero si no valen lo que cuestan! Me da igual, estoy completamente enamorado de mi Epiphone Casino y, después de unos ajustes, todavía más. Me gusta su estética, su sencillez y clasicisimo así como el cálido sonido de sus cuerdas. ¡Incluso llega a sonar maravillosamente bien con distorsión! Uno de los grandes placeres de esta guitarra, en mi modesta opinión, reside en tocarla a solas y sentir la vibración de su madera en tu estómago, no hablo de su estrechita caja de resonancia, hablo de las vibraciones que toda su madera es capaz de transmitir. Majestuosa, elegante y muy versátil, claro que no es igual que las que George o John compraron en su momento pero a mí me sirve, fue un capricho y un regalo que nunca olvidaré. Es el claro ejemplo de cuando una guitarra te elige a ti, es entonces cuando no tienes nada que hacer nada más que dejarte llevar por ella.
Y llegamos al final de este especial dedicado al "mojo de las guitarras" con la última. Si hay una guitarra por la que haya sentido verdadera obsesión y he podido estar horas contemplando es, sin duda, la Gibson SG Standard, mi tercera, y espero que no la última, Gibson de mi colección. La SG ("solid guitar") nació en 1961 con la clara intención de paliar las bajas ventas que la Les Paul había obtenido frente a Fender. Un cuerpo totalmente sólido (algo que se ha mantenido durante todos estos años) pero más estrecho y un doble cutaway que te permite acceder a las notas más bajas sin llegar a dislocarte el pulgar además de haberse convertido en los icónicos y diabólicos cuernos del modelo, un golpeador con forma de ala de murciélago y el sonido más "encabronado" y "rock" de todas las Gibson. Hay quienes alegan que las mejores SG son a partir de las 61 Reissue hacia arriba pero, personalmente, me encanta la Standard y soñaba cada día con ella hasta que cayó en mis manos. Tras el color Cherry se puede ver la veta de la madera, todo en ella ha sido cuidado con mimo hasta el último detalle. La mía me lo puso difícil y conseguirla fue toda una odisea con inundaciones en la fábrica de Gibson y la guitarra agotada en todas y cada una de las tiendas que visité hasta que la encontré, la probé en un valvular y supe que toda la grandeza del rock y del blues estaban en ella y, aunque mis dedos todavía no saben extraerla, fue su "mojo" el que me susurró al oído; llévame contigo.
No soy un gran entendido en jazz, quizá nunca llegue a serlo, debo ser humilde con el estilo y con los que me leen, pero sí que tengo algo que quizá muchos de aquellos que presumen saber no tienen en tal cantidad y es que me encanta escucharlo y de verdad que lo siento. Puede ser que de él me atraigan su libertad, el "break" y la jam que hace que los instrumentos se vuelvan locos y sepan cómo comienza una canción pero ninguno, ni siquiera esa trompeta o ese contrabajo, sepan cómo va a terminar. Quizá tengo lo único que importa para llegar a ser un verdadero entendido y es pasión por el género. A Wynton Marsalis no creo que haga falta presentarlo y menos a todos aquellos aficionados al festival de jazz de Vitoria o a las gentes de la ciudad que ya han asimilado a la estatua de éste como a un vecino más pero a Clapton sí que no le hace falta presentación alguna. Quien no haya escuchado disco alguno de él, por favor, que no siga leyendo sin remediarlo antes o durante, cada cual a su gusto.
Afincado desde hace años más allá de las nubes de la veneración, rozando la divinidad y la leyenda, Clapton se ha olvidado de hacer discos y se divierte envuelto en aventuras que terminan derivando en grabaciones, que no es lo mismo. Es muy diferente entrar a grabar que ser sorprendido y grabado, que apretar el botón sea como consecuencia de un viaje y no al revés. Así, Eric Clapton se ha ido de juerga con Jeff Beck, Winwood, B.B. King, JJ Cale o en busca del espíritu de Robert Johnson, se ha olvidado de las bandas sonoras, de los números uno, de los discos para las listas y como excusa para girar y se ha dedicado a hacer lo que le gusta. Ha dejado de ser un guitarrista para convertirse en un explorador.
En este caso, su guitarra dialoga con la trompeta de Marsalis, se dejá abrazar, charla y riñe, corteja y se mezcla con el bronce heredero de Miles Davis para acariciar temas como "Ice Cream" y convertir la noche en una fiesta, bluesear con "Fory-Four" o volverse nocturno a la luz de las luces de la madrugada con "Joe Turner's Blues", cederle todo el protagonismo a otros músicos en "The Last Time" y puntear calmado en "Careless Love", viajar hasta Nueva Orleans de nuevo con "Kidman Blues" y transformar su "Layla" en un altar al jazz y el blues de más de nueve minutos en el que no falta ni sobra un segundo de solos, una canción tan eterna que se reinventa a sí misma con cada versión. Para sus seguidores este disco debe ser desconcertante pero es una maravilla para todo aquel que tengo un mínimo de curiosidad y sensibilidad, escucharlo es una maravilla porque en él todos y cada uno de los músicos que tocan parece que se divierten, disfrutan, y contagian al oyente.
"Joliet Bound" cabalga juguetona hasta el pantano que es "Just A Closer Walk With Thee" con la voz de un legendario Taj Mahal que no ha perdido ni un ápice feeling en su garganta cerrando el disco con "Corrina, Corrina" en la que Mahal devora la canción y Marsalis se luce ante un Clapton que se convierte en un músico de acompañamiento más. Un desafío más de Clapton que a su edad parece más que entretenido colaborando y dando dobles saltos mortales cuando el resto de compañeros de generación se esmeran por volver a hacer lo mismo una y otra vez. Todo en este disco es sobresaliente y con sabor, con mucho sabor.
KoЯn son, actualmente, una de las grandes apuestas sobre seguro tanto en directo como en estudio. Aquellos que deslumbraron y revolucionaron a toda la escena musical en 1994 con aquel disco homónimo, lo confirmaron con "Life Is Peachy" (1996) y se erigieron como creadores del denostado Nu Metal, han resistido a todas las modas, han aguantado con estoicismo la muerte de todos sus compañeros de estilo y han seguido construyendo su propio camino sin alejarse demasiado de sus raíces. Así, facturaron discos sólidos como "Follow The Leader" (1998) e "Issues" (1999), mantuvieron el tipo con "Untouchables" (2202), acariciaron la matrícula de nuevo con el sensacional "See You On The Other Side" (2005), se divirtieron con su particular "MTV Unplugged" (2007) y volvieron a la actualidad con su "KoЯn III: Remember Who You Are" en el cual se reafirmaban en su estilo con unas canciones más que notables, todo un retorno que no fue tal (porque siempre fueron fieles a sí mismos) pero que confirmó que su receta, estilos aparte, no fue nunca una moda pasajera, nunca hicieron Nu Metal, su música fue etiquetada así, sólo eso.
Así que, cuando uno de nuestros redactores me dijo que el próximo disco KoЯn sería de Dubstep no le hice mucho caso y preferí ignorar cualquier fragmento o adelanto que se filtrase en la red. ¿KoЯn haciendo electrónica? ¿Jonathan Davis interpretando canciones dignas de Disturbia? Parecía una broma de mal gusto, confié en KoЯn y, como siempre, no me han defraudado.
Es verdad que, aunque han mantenido sus señas de identidad, su forma de entender la música llegó a cierto estancamiento y eso se reflejó en discos menos acertados como aquel "Untittled" (2007) y su acertado intento por volver a ser más KoЯn que ellos mismos en el anteriormente citado y notable "KoЯn III" así que sí es verdad que necesitaban un cambio de aires, complicado en un grupo con tanta personalidad como ellos ya que cualquier cambio, por pequeño que sea, podría llegar a alejarlos de ellos mismos y el Dubstep no es un género cuyas señas de identidad sean fáciles de camuflar, pudiendo llegar a devorarles por completo.
"The Path Of Totality" es la patada de KoЯn tirando abajo tu puerta para que les escuches, el disco que todos sus fans estábamos esperando. Producido por el gurú Skrillex; es tan Metal, tan funky e innovador como para colocarles de nuevo en lo más alto. No te asustes por las bases con las que comienza "Chaos Lives In Everything" porque pronto dejará de ser electrónica para mezclarse sabiamente con el estilo del grupo, la guitarra de Munky pasará su señal a través de un sintetizador en "Kill Mercy Within" y la voz de Jonathan se teñirá de tintes melancólicos para pasar de la melodía más suave a la más agresiva en cuestión de segundos. "My Wall" es rompedora. ¿Dónde está el bajo de Fieldy? Ahí, no lo escuchas pero retumba en tu equipo, está ahí, no hace falta más que sentirlo.
Según Davis, "el título del disco hace referencia al hecho de que para ver el sol en un eclipse total, debes estar en el lugar adecuado y en el momento adecuado. Así es como surgió este disco" y así es porque "Narcissistic Cannibal" es su mejor single desde "Falling Away From Me", sintetiza Electrónica con Metal como nunca antes lo había hecho (a excepción del rock industrial, claro), un estribillo que podría competir en las listas con cualquiera de las tiparracas tan de moda actualmente. La voz de Davis ha madurado durante todos estos años y su peculiar estilo ha ganado en potencia y versatilidad. Las gaitas electrónicas de "Illuminati" se ven empapadas de una base dance con sabor 100% KoЯn hasta que llega la más Dubstep del conjunto, "Burn The Obedient", la locura de "Sanctuary" y la rave "Let's Go" cuyo clímax ya lo querrían los Chemical Brothers para sus conciertos, aún así sigue intacta la famosísima base rítmica de Korn.
"Bleeding Out" es chill out que se transforma en rock a base de poderosos y electrónicos riffs de guitarra mientras al final del disco nos aguardan dos de las mejores composiciones; "Fuels The Comedy" y "Tension". Les hacía falta un pequeño soplo de aire fresco y han encontrado un vendaval que ha llenado sus velas de nuevo, tanto a ellos como al oyente, porque este "The Path Of Totality" entra tan bien y se disfruta tanto que significará un punto y aparte para la carrera del grupo.
No creo que nadie pueda negarse ante la evidente emoción que uno siente cuando escucha "Black Hole Sun" en directo y más si es una toma acústica (aunque yo prefiera la eléctrica con Thayil, Shepherd y Cameron), sí es cierto que uno siente un nudo en la garganta cuando ve pasar su adolescencia a través de los pocos minutos que dura la canción pero no podemos, ni debemos, engañarnos. Chris Cornell está acabado, es un fracaso, un artista que en los noventa lo fue todo y lleva más de diez años literalmente arrastrándose por los escenarios y estudios de medio mundo. Un tipo que pasó de estar en lo más alto liderando a Soundgarden y ahora está más ocupado de dar el salto con discos tan mediocres como "Scream" (2009), estropear su voz y su leyenda en un supuesto "supergrupo" como Audioslave (qué alguien me aclare que pinta un músico tan ramplón como Brad Wilk en un grupo de superestrellas que no eran más que los restos de Rage Against The Machine) , tener unos buenos abdominales y las mechas del pelo a punto para la próxima actuación. Y es que, desgraciadamente, poco queda ya de aquella fuerza de la naturaleza que cantaba en "Badmotorfinger" (1991) o "Louder Than Love" (1989). Por suerte, llegué a ver a Soundgarden en directo en su última gira y, por desgracia, pude ver a Chris Cornell un par de veces más sin Thayil o el bueno de Ben a su lado e incluso pude llegar a intercambiar un par de palabras con él, poco le quedaba ya de Soundgarden, puedo decir, sin temor a dudas, que ya era el completo gilipollas en el que, con el paso del tiempo, ha llegado a convertirse.
Es por todo esto que temía este disco, como temo el retorno de Soundgarden y por lo mismo que me da miedo y he preferido ignorar la nueva reencarnación de Billy Corgan y sus Smashing Pumpkins de mentirijilla porque hay fantasmas que es mejor dejarlos en el desván. Cornell se dedicó la pasada primavera (pueden corregirme si me equivoco, que todo puede ser) a interpretar sus grandes éxitos bajo formato acústico en una gira en la que pudo darse un auténtico baño de masas entre los pocos "nerds" que consiguieron entradas para verle en directo. Conciertos en los que mezclaría algunas de sus canciones favoritas, de Soundgarden (vamos a hacer caja), Temple Of The Dog (vamos a hacer más caja con la autenticidad por bandera) y Audioslave (metamos algún tema de relleno para demostrar que aquellos discos no eran tan malos como realmente son) y a pasearse por teatrillos para querer hacernos creer que sigue sintiendo canciones como "Fell On Black Days", un tema que se le debería prohibir cantar.
Versiones descafeinadas de "Call Me A Dog", "Can't Change Me" (de su único buen disco en solitario, "Euphoria Morning" de 1999, hagan los cálculos necesarios para evaluar su estado creativo en los, por ejemplo, últimos doce años) alternados con una versión del "Thank You" de Led Zeppelin que termina resultando lo peor del disco por lo edulcorada de ésta (si de verdad amas y sientes la versión de los Zeppelin, claro) y una desgastada y fuera de lugar "Imagine" de Lennon que no transmite nada en absoluto excepto cansancio y agotamiento. ¿Por qué versionar "Imagine"? Miles de artistas lo han hecho y todos con el mismo resultado; Lennon sólo hay uno y esta canción es inmortal en su garganta, en ninguna otra.
Pero el ejercicio de este "Songbook" se vuelve dantesco cuando nos damos de frente con auténticos clásicos del grupo de Seattle como "Black Hole Sun" o, la anteriormente citada, "Fell On Black Days" en las que, sin llegar a sonar mal, lo hace con tanta desgana y de una manera tan "pop" que hace veinte años (cuando todos llevábamos con orgullo la carpeta de clase llena de recortes de Pearl Jam, Soundgarden y Alice In Chains junto con Pantera, Judas o Maiden) le habríamos castigado con nuestra indiferencia. Pero si con los temas de Soundgarden resulta anodino es con los de Audioslave cuando tenemos que reírnos a carcajadas cuando escuchamos "I Am The Highway" o "Like A Stone". Porque en "The Keeper", de la banda sonora de "Machine Gun Preacher", correremos un "tupidísimo" velo, claro que sí.
Ahora amenaza con una gira y un disco de Soundgarden, miedo me da lo que puede llegar a hacer con el recuerdo de miles de personas que crecimos amparadas bajo los últimos coletazos del metal ochentero y la distorsión más cruda del rock alternativo. Podría haber hecho como Vedder, como Thayil, Lanegan o Dulli, a Cornell sólo le pedíamos que envejeciera con dignidad y no lo ha hecho, sólo eso. ¡Él y Dave Grohl podrían irse lejos, muy lejos, y el mundo de la música no sentiría su pérdida!